La fiesta de Halloween puede divertirnos y
entretenernos pero el género de terror lo clavamos mejor en
Carpetovetonia. Puede que las fosas de Pol Pot y los jemeres rojos
tengan más muertos, pero los nuestros llevan más tiempo pudriéndose en
el infierno.
Ana Cuevas
La
noche de difuntos ya no es lo que era. Recuerdo a mi abuela llenando la
oscuridad de la casa de pequeñas velas que flotaban en aceite. Son para guiar a las almas perdidas-
me explicaba esa mujer recalcitrantemente atea pero que, muy a
menudo, tenía estas incongruencias. En semejante ambiente esotérico, don
Juan Tenorio se burlaba de lo sagrado y lo humano desafiando a las más
altas instancias celestiales: Clamé al cielo y no me oyó. Más, si sus puertas me cierra, de mis pasos por la tierra: responda el cielo, no yo.
En
el Don Juan también había fantasmas sí, pero a la española. Fantasmas
pendencieros que se batían en duelo para enmendar su honra
mancillada. Como hacen los machos (cabríos). Partiéndose el alma.
En
España seguimos teniendo overbooking de fantasmas. No nos falta de
nada. Fantasmas que no pueden evitar mostrar su idiocia, como Willy
Toledo, para soltar sus escatológicas opiniones sobre los
principales símbolos patrios. Siempre que habla este muchacho sube el
pan. Digamos que es un fantasma provocador. Pero la cantera nacional es
inagotable. Siempre sale otro ectoplasma dispuesto a recoger el guante y
doblar el disparate. Y en esta historia tampoco falta. Se trata de un
general retirado que, durante una emisión de Intereconomía, retó a un duelo a muerte a Willy Toledo.
Igual
que en la gran obra de Zorrilla, las estatuas cobran vida y las sombras
nos hablan. El espectro de este general es de rancio abolengo. De esa
casta añeja que prefiere las balas a los argumentos. Gracias a tipos que
pensaban como él, miles y miles de ánimas perdidas deambulan desde hace
décadas por las cunetas y las tapias de los cementerios. El cielo
tampoco les oyó. Ni la justicia, pese a una ley de Memoria Histórica que
ya nació amnésica ( seguramente por una lesión que le harían con los
fórceps por lo forzado del parto). ¿Sabían ustedes que detentamos un
"honorable" segundo puesto en el ranking mundial de los horrores?
Concretamente en la macabra sección de desaparecidos. Después de
Camboya, somos el país del mundo con mayor número de víctimas
de desapariciones forzadas cuyos restos no han sido identificados ni
recuperados. ¿Acaso creen los anglo-sajones que inventaron el terror con
su noche de zombis y vampiros? Nuestro Halloween nacional es mucho más
racial y mantenido en el tiempo. Aquí, la noche de los muertos dura ya
más de setenta años. Ninguna criatura sobrenatural, ningún fantasma,
provoca tanto pánico como el de la intolerancia. ¿Halloween?. ¿Una noche
de miedo y de difuntos?. Aficionados. Cuando el horror se graba en el
adn de un pueblo, a punta de pistola, no rechistan ni los vivos ni
los muertos. Aquí sabemos de eso.
Al
hermano de mi abuela se lo llevaron unos agentes un día de octubre del
37 a dar "un paseo". Tenía 28 años y dos hijos pequeños. Nunca regresó.
Las autoridades no dieron cuenta ninguna de lo que había pasado con él e
intimidaron a la familia para que no rechistara. Mi abuela no era
creyente, ya lo he dicho, pero le indignaba el hecho de que los huesos
de su hermano no pudieran siquiera descansar en una digna sepultura.
Pero lo que peor llevaba esa gran mujer curtida por mil zozobras en su
vida, era el silencio. Que no rechisten ni los vivos ni los muertos.
Pero yo la oía maldecir entre susurros mientras iba encendiendo
lamparillas la noche de difuntos.
Nuestras ánimas
perdidas, olvidadas, humilladas por las instituciones democráticas
que vulneran las leyes y los tratados internacionales, también son
muertos vivientes. Nuestros zombis. Pero en vez de miedo, nos deben dar
vergüenza. Vergüenza de qué únicamente un régimen sanguinario como el de
Pol Pot sea el único capaz de ponernos la pierna encima en lo relativo a
este escalofriante tema. No dice nada bueno de nuestra democracia ni de
nuestra presunta civilización en cuestión de derechos humanos..
Como
esto va de fantasmas y de seres demoniacos, no faltan voces que dicen
que no hay que abrir las heridas y que esto solo sirve para que los
familiares se forren pidiendo subvenciones. Yo creo que ya es hora de
hacer un exorcismo y "aventar" la casa de fantasmas. Y sobre todo de
curar las heridas, cuando su interior está podrido, como haría un
cirujano.
La fiesta de Halloween puede divertirnos y
entretenernos pero el género de terror lo clavamos mejor en
Carpetovetonia. Puede que las fosas de Pol Pot y los jemeres rojos
tengan más muertos, pero los nuestros llevan más tiempo pudriéndose en
el infierno.
Como diría el Tenorio: ¡Qué largo me la fiáis!
Dda, XII/3120
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