Jaime Poncela
Acaban de abrir en Holanda un zoológico de microbios. El recorrido por
este recinto en el que se congrega lo más selecto de la porquería más
útil de la Naturaleza, permite comprobar que lo más importante de las
cosas que ocurren en el planeta no lo protagonizan las ballenas o los
elefantes, sino unos microorganismos con misiones tan variadas e
importantes como ser capaces de fermentar el queso, producir
antibióticos, biocarburantes o hacer que se pudran los cadáveres. Solo
en nuestra boca viven unos 700 microbios, para que se hagan una idea.
Los promotores de este zoológico para microorganismos quieren que se
sepa que la Tierra sigue funcionando gracias al trabajo callado y
desagradable pero imprescindible de estas criaturas que no se ven pero
se sienten. El sistema sigue adelante gracias a que los bichos hacen el
trabajo sucio y ya nos han advertido que el día que dejen de estar ahí
habremos perdido un elemento fundamental de nuestro ecosistema. No hay
más que ver en qué se han basado las carreras de gentes como Arias
Cañete, Mas y Pujol, Carlos Fabra, Matas, Urdangarín, Felipe González o
Aznar, entre otros. El tiempo y otros acontecimientos nos ha permitido
comprobar que la mayor parte de su trayectoria de apariencia inmaculada
se ha sustentado gracias a la labor de zapa de microorganismos casi
invisibles que han sido capaces de generar en sus subsuelos y entornos
un nivel de podredumbre suficientemente controlado como para mantener un
ecosistema muy equilibrado en el que los fondos reservados, las
subvenciones auto concedidas, el dinero negro, el intercambio de
favores, los chanchullos, las puertas giratorias y los tratos de favor
han consolidado unas carreras sospechosamente eternas en lo político y
obscenamente pingües en lo financiero. Todos ellos son millonarios y
aforados a un tiempo porque han cultivado durante décadas unas activas
colonias de microorganismos capaces de metabolizar en billetes de 500
euros cualquier cargo público. A veces se levanta un ligero olor a
podrido en el ambiente cuando un juez o alguna instancia superior meten
el palo bajo la alfombra, pero el ecosistema nunca se altera. En Holanda
estos bichos pueden verse en un zoo. En España se dedican a la
política.
Artículos de Saldo DdA, XI/2803
No hay comentarios:
Publicar un comentario