Mi querido amigo Antonio sigue al pie de la vivienda de la consejera de Educación del gobierno aragonés. Han bajado los fríos del Moncayo y ahí permanece imperturbable, a pesar de que su salud le aconsejaría evitar esa obligación con su conciencia. Profesor de Filosofía, vocacional de la enseñanza, nada ni nadie va a impedir que Antonio abandone. Lo dicen quienes mejor le conocen y saben de su fortaleza interior. Cuando se lleva dentro el espíritu de Mairena y se manejan ideas tan de fondo como las de considerar que en la educación radican el conocimiento, la libertad y el porvenir de una sociedad civilizada y culta, posturas como las de Aramayona demandando una educación pública laica y en contra de los recortes del vigente gobierno que dañan la calidad la enseñanza pública, deberían mover no solo a admiración sino a solidaridad. Zaragoza debería empezar a ser consciente de lo que ese solitario profesor de Filosofía representa a la vista de sus conciudadanos en una de sus más céntricas calles día tras día. Algunos amigos y conocidos de Antonio lo acompañan de vez en cuando al pie del domicilio de una consejera de Educación desprovista de la más mínima sensibilidad para entender ese testimonio de honradez profesional y entereza cívica que la presencia de Aramayona significa. A estas alturas, camino de los 200 días delante del portal de la señora consejera, echo de menos el abrazo de los más jóvenes junto a mi admirado Aramayona. Estoy convencido de que sería el calor que más necesita, porque es por ellos, sobre todo, por lo que está ahí. ¿Es que ningún otro profesor en Zaragoza ha sido capaz de explicarles a sus alumnos lo que la actitud de su colega comporta y lo bien que harían prestándole un mínimo respaldo presencial con la voz de protesta requerida? Decía Antonio ayer en su Diario de un perroflauta motorizado:
Lo consiguieron. Las fuerzas más recalcitrantes de la
docencia han conseguido que la LOMCE, la Ley sobre Educación del PP y del
ministro Wert, consagre su anhelo de que se reconozca como autoridad pública la
autoridad del profesorado.
Dice la LOMCE, por ejemplo, que «en los procedimientos de adopción de medidas correctoras, los hechos
constatados por profesores y miembros del equipo directivo de los centros
docentes tendrán valor probatorio y disfrutarán de presunción de veracidad».
En otras palabras, si, por ejemplo, el alumno acusa al profesor de haberle
insultado o maltratado o tratado mal tendrá que probarlo, pero si el docente
impone un castigo, será el estudiante el que tenga que demostrar que no se lo
merecía. Es como cuando ha sido multado injustamente un ciudadano: deberá
probar que no ha quebrantado la ley y que la sanción que se le ha impuesto es
injusta.
Efectivamente, la LOMCE, gracias al apoyo de UPyD al PP en
este punto, reconoce al profesorado y a l@s director@s de los centros como autoridades públicas.
Presunción de veracidad como policías y notarios. Autoridades publicas como
quienes ordenan disolverse a un grupo en la calle.
«Los hechos constatados por profesores y miembros del equipo directivo tendrán valor probatorio». Amén.
«Los hechos constatados por profesores y miembros del equipo directivo tendrán valor probatorio». Amén.
Leo en el sitio web de MEP (Mejora la Escuela Pública) la
siguiente frase, escrita por marcianos aterrizados en un mundo desconocido:
“Desde hace varios
años, las aulas ya no son el ejemplo de civismo y educación al que aspiran
todos los centros educativos. Es más, en muchos colegios la convivencia
pacífica ha desaparecido y, ante esta tensión, uno de los colectivos más
afectados, al margen de los alumnos, son los profesores. Ellos han perdido
parte del respeto que los menores les profesaban y, así, su autoridad”. Lo
escribí hace poco aquí y en un artículo simultáneamente: el lema de la derecha
es “orden y seguridad”. “Ejemplo de civismo y educación…”. Educación
reducida a urbanidad y buenas maneras. La derecha quiere matar la educación a
golpes de autoridad del profesorado.
Y dice entonces Juan de Mairena: “Nosotros
no hemos de incurrir nunca en el error de tomarnos demasiado en serio. Porque
¿con qué derecho someteríamos nosotros lo humano y lo divino a la más aguda crítica,
si al mismo tiempo declarásemos intangible nuestra personalidad de hombrecitos
docentes? Que nadie entre en nuestra escuela que no se atreva a despreciar en
sí mismo tantas cosa cuantas desprecia en su vecino, o que sea incapaz de
proyectar su propia personalidad en la pantalla del ridículo. Toda mezquina
abogacía de sí mismo queda prohibida en nuestra escuela. Porque la zona más
rica de nuestras almas, desde luego la más extensa, es aquella que suele estar
vedada al conocimiento por nuestro amor propio, Os lo diré de una manera
impresionante: pacientes hemos de ser en nuestra propia clínica, tanto como
quirurgos, y hasta, si me apuráis, cadáveres que su misma disección ejecuten en
nuestra propia sala de disección.. De esta manera lograremos aventajarnos a
nuestros adversarios, si algunos tenemos, porque ellos nos combatirán siempre
con armas romas y peor templadas que las nuestras”.
Hoy Marisol, ya restablecida de su
catarro, ha estado en el portal de la Consejera con el perroflauta motorizado.
Frío intenso. Poca gente acercándose, alguna manifestando su disconformidad por
la presencia de ambos en ese portal. Al final de la mañana, los mineros de
Mequinenza, hasta hoy encerrados en El Pilar, han desfilado por la calle
Alfonso. El perroflauta motorizado y Marisol han estrechado sus manos, y se han
estado dando ánimos unos a otros por ambas partes.
DdA, X/2.553
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