lunes, 30 de junio de 2008

LO SIENTO POR URKULLU EL RUSO


Félix Población
Permítaseme hablar, en una fecha tan propicia como la de hoy, si no de fútbol, sí de los vicios y bajezas mentales que ocasiona el exceso de celo nacionalista ante un espectáculo deportivo de tanta repercusión social como el que se concita en un campeonato europeo de las características del que se acaba de celebrar, a cuya conclusión asistimos ayer con el brillante e incuestionable triunfo de la selección española.

El otro día, a través de cámaras de la televisión vasca, don Íñigo Urkullu manifestó sus preferencias por la selección rusa, antes de que ésta se enfrentara a la de España en las semifinales de la Eurocopa. Como no puede jugar Euskadi, alegó el señor Urkullu, pretendió argumentar su predilección sosteniendo que los futbolistas rusos eran los mejores.

Como nadie volvió a plantearle la cuestión al presidente del Partido Nacionalista Vasco después de que la selección española derrotara por segunda vez hasta el vahído y la extenuación a los favoritos de don Íñigo, es de suponer que éste sufriría un ostensible desencanto. Es posible que para paliarlo aún tuviera como alternativa para sus preferencias al combinado alemán, argumentando esta vez, si no la calidad, sí la fuerza y empeño de los adversarios de España antes de la gran final.

Lo siento por Urkullu. Con sus preferencias, derivadas de sus frustraciones y fanatismos nacionalistas, además de incapacidad para apreciar a la selección que mejor fútbol hace ahora mismo en Europa, la española, ha demostrado una carencia de sensibilidad impropia de un político inteligente y demócrata.

Su partido, el PNV, gobierna una Comunidad en la que conviven independentistas y no independentistas, esto es, vascos vasquísimos como el lehendakari Ibarreche, y vascos que se sienten españoles con toda naturalidad. Es posible que al señor Urkullu le haya decepcionado que Rusia o Alemania no sean campeonas de Europa, pero en su ánimo, si éste fuera abierto y sin prejuicios ideológicos, debería ser preferente el júbilo próximo de sus conciudadanos en la convivencia antes que el júbilo ajeno de rusos o alemanes en la distancia. Si para ser nacionalista es precisa esa tara, compadezco a quienes como don Íñigo deben exponerla para hacer méritos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No me gustaría vivir en un País Vasco donde cosas tan sencillas como la alegría popular depnden de una bandera, una ideología, un credo.

Anónimo dijo...

los vascos y vascas deberían pensar qué representa un nacionalismo a lo Urkullu, Ibarretxe, Arzallus y demás panda...Todos quedan en el XIX.

Anónimo dijo...

Los kaleborrikos no sólo operan en las calles, también en organizaciones políticas de cualquier nivel. Urkullu, ¿purqú nu tu cullus?

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