sábado, 23 de abril de 2005

Católicos contra la discriminación de los homosexuales

Lazarillo

Los recuerdo, en mi niñez ya lejana, vejados y humillados, víctimas de todas las miserias concertadas en contra de la libertad de ser cada cual el que era. Aquel tiempo de sombra y hostigamiento aún pervive en muchas mentalidades atrasadas en la inopia cerril de los dogmas y los prejuicios. De otra forma no se puede calificar la reacción inquisitorial de la católica iglesia, desde su sede central en El Vaticano, al comentar la reciente ley aprobada en nuestro Parlamento. Instigar a los funcionarios públicos de un país libre y soberano a la desobediencia civil, para no formalizar matrimonios entre homosexuales, supera toda previsión razonable de comportamiento por parte de un Estado sobre otro. Sólo se explica si la ingerencia parte de la Santa Sede y el Estado "rebelde" es España, a cuya larga historia le cabe el dudoso honor de haber sido sufriente nación más papista que el Papa, según certifican los rancios acuerdos preconstitucionales aún vigentes que privilegian a la confesión católica.

A propósito de la oposición de la alta jerarquía eclesiástica me permito traer hasta esta modesta bitácora algunos fragmentos suscritos por la otra iglesia católica, la que vive y respira cerca de la cotidianidad de los pueblos, en la base de las comunidades cristianas, a la orilla de los ríos de la vida, donde se involucra y pelea por los derechos y las prioridades de los más desfavorecidos. Pertenecen a un excelente artículo firmado por mi admirado convecino Quintín García, sacerdote dominico y cura rural, publicado el 24 de octubre del año pasado en El País. El texto le valió severas reconvenciones por parte de sus superiores y un masivo respaldo popular a su función pastoral en la pequeña localidad castellana donde la desempeña:

“Dicen que los católicos estamos en contra del matrimonio de los homosexuales. Lo han dicho estos días con belicosa vehemencia y melodía de viejas lamentaciones, tan propias, los obispos españoles, en colectivo y en particular, a tiempo y a destiempo, reclamando como única moralmente recta, también para la sociedad civil, su concepción del matrimonio. Yo no lo digo. Más bien digo que me parece muy bien que por fin no sean discriminadas, denigradas por su inclinación sexual las minorías homosexuales. Y que se les reconozca social y legislativamente sus derechos.(...)

Dicen los que dicen que los católicos estamos en contra del matrimonio de los homosexuales que lo dicen en nombre de Dios porque se apoyan en algunos textos de la Biblia y en el magisterio eclesiástico. Yo no lo digo.(...) Los eclesiásticos de cada época, a base de hilar argumentos de Biblia y conclusiones precipitadas, le han hecho decir a Dios muchas cosas que eran ellos –su ciencia, su cultura, sus intereses- los que las decían. (...)

¿No habrá llegado el momento de reconocer, como en tantos otros casos, que la condena de la homosexualidad, en nombre de Dios, ha sido un error porque se basaba en una ciencia y filosofía incorrectas? Yo pienso que sí. (...)

Si ser católico es ver la huella del Creador en las variadas y multiformes manifestaciones de la naturaleza, también en todas las manifestaciones diferentes de la sexualidad, y no sólo en algunas, yo soy católico. Yo soy católico si consiste en indagar con humildad, no en repetir y repetir el significado y aplicación hoy de las enseñanzas religiosas –no las culturales- recibidas de otra época, tantas veces difíciles de precisar y traducir.(...)

Si ser católico es respetar al prójimo en sus derechos, amarlo y no despreciarlo como se ha hecho y se hace con los homosexuales. (...) Si es aceptar que de muchas cosas de la vida uno no sabe nada, o poco, o sabe contradictoriamente, y a saltos, incluidas las cosas religiosas, yo soy católico.(...)

No usaré el púlpito de mi comunidad para defender los intereses de los obispos españoles –no los ideales católicos- en forma de leyes sobre la enseñanza religiosa católica; sobre el matrimonio civil para que se ajuste a la visión católica; sobre los privilegios de financiación de la iglesia católica; sobre los beneficiosos acuerdos Estado español-Estado vaticano. Intentaré usarlo para indagar “con temor y temblor”, y con la fuerza del Espíritu, el rostro amoroso de Dios, revelado en Jesús de Nazaret. Y la calle la usaré para alegrarme de que las minorías excluidas vean reconocidos sus derechos por los representantes legítimos de los ciudadanos.”

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo leí cuando se publicó y me sigue pareciendo una joya de elocuencia y compromiso desde la verdad del Evangelio. Como creyente es lo que hay que reclamar a un Iglesia de hoy. Muy oportuna esa búsqueda en las hemerotecas. Saludos.

SiNoLoDigoReviento dijo...

No es malo que la iglesia sea combativa, de hecho es lo que debería ser, la iglesia tendría que intentar cambiar este mundo tan lleno de injusticias. Lo malo es que ha escogido un mal objetivo, podía haber empezado con llamamientos a los militares católicos que participan en guerras injustas a que se nieguen, a los políticos católicos a que no participen en actos inmorales y se limiten a representar al ciudadano sin beneficiarse por ello denunciando cualquier conocimiento que tuvieren de algo no ajustado a derecho, a los empresarios católicos a que paguen legalmente sus impuestos y no participen en negocios no justos. En fin desgraciadamente hay demasiados ejemplos, a pesar de todos ello la iglesia lo que quiere cambiar del mundo es el matrimonio entre homosexuales.

Anónimo dijo...

Gracias por esas citas tan convenientes en el momento que vivimos y con nuevo Papa en Roma. Acabo de solicitar el ejemplar del periódico donde apareció el artículo. Soy de los que piensa que otra Iglesia es posible allá donde la necesite el prójimo más necesitado. Con latín o sin latín, lo que la Iglesia debe intentar es un nuevo lenguaje y un cambio de onda. Ya está bien de dar hisopazos a los dogmas muertos.

scape95 dijo...
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Anónimo dijo...

El artículo de Quintín García me ha hecho buscar quien es, ver su foto, su iglesia, alegrarme por él. Yo publiqué aquí uno el año pasado sobre el mismo tema, en forma de carta a un amigo homosexual. Porque tengo algunos que lo son y amigas lesbianas, como una de les enfermeras que atiende a mi madre en una residencia, en cuyo patronato está el párroco del pueblo. No obstante, como en todo, la iglesia institucional (Pedro) va siempre a la zaga de la iglesia del amor (Juan). En estos días de Pascua, se desprende esta dinámica del acercamiento al sepucro vacío de ambos personajes en el evangelio de Juan. El amor se adelanta, comprendre, actua. Más tarde la institución, que corre detrás del amor, confirma. Lo pesado son los "tempos" tan lentos. Pero acaba imponiéndose lo que ha intuïdo el amor. Sin el amor, la institución no es nada. Es mejor notícia para el mundo el mensaje de Quintín García que todas las "condenas" institucionales. Pero ya ves la ponderación que dan los "media" a las notícias.

En el año 1982 un sacerdote y psicólogo de Barcelona, Antoni Mirabet, empezó a colaborar con el Instituto Lambda, que acoge y orienta a los gays. Publicó un interesante libro de 400 páginas "Homosexualitat avui" (está traducido), que ayudó a normalizar la homosexualidad en Catalunya. Aquí se vive sin problemas, incluso en la Iglesia. Es más, por lo general los obispos de aquí sólo ponen objección a la designación de la palabra "matrimonio" para una unión de este tipo. Y a mi me parece que tienen razón, no sólo porque se plantea un serio problema de orden sacramental y bíblico que va a tardar años en solventarse, y crea de momento un buen lío, sino también por razones filológicas "laicas". No sé cómo se le debiera llamar, pero creo que hay nombres en otros países europeos que legalizan el mismo tipo de unión sin llamarla matrimonio. Y que no significan desigualdad ni menosprecio.

Los problemas de las religiones del libro son en parte problemas filológicos y de crítica textual, de situación del texto en su contexto, para que no sea un pretexto y fuente de fundamentalismos. Los ámbitos cristianos, porque hay más de uno, han evolucionado considerablemente. Y estoy seguro de que lo irán haciendo y cada vez más rápidamente. El problema del Islam actual, por ejemplo, es que no ha tenido ni Renacimiento ni Ilustración, y no ha revisado y releído el Corán con espíritu crítico y conocimientos filológicos. Y así están.

San Pedro Gay dijo...

Muchas Gracias por su artículo, lo incorporamos en nuestro Blog respetando el derecho de autor

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