miércoles, 12 de enero de 2005

Las otras madres de Beslán

Félix Población

Este artículo fue publicado en elotrodiario.com
con motivo de la comparecencia de doña Pilar Manjón
en la Comisión sobre la Masacre del 11-M, que tuvo
lugar en el Congreso de los Diputados de España.

A las noticias, a veces, se les pierde el rastro. Ocurre incluso con las que alcanzaron en su día y generaron durante unas fechas un notable grado de repercusión y audiencia por su especial dramatismo. Tras su destello inédito sobre el mapa de la actualidad, se difuminan sin que volvamos a tener de ellas reseña alguna para identificar las consecuencias que se desprendieron del hecho. Tal parece que, tras ocupar a toda plana y a pantalla múltiple la efímera preeminencia mediática, se hubiera levantado sobre su contenido un repentino muro de silencio del que tampoco hay la más mínima alusión.

Hace poco más de tres meses el mundo asistió conmovido y alarmado al secuestro de una escuela en la localidad de Beslán, pequeña ciudad de la República de Osetia del Norte, en el Cáucaso, perteneciente a la Federación Rusa. Un comando formado por treinta milicianos chechenos logró con suma facilidad ocupar el edificio y alojar en el mismo un auténtico polvorín. Ese día, primero de septiembre, centenares de padres y alumnos celebraban la inauguración del nuevo curso escolar, por lo que la entidad del conflicto comportaba un riesgo muy numeroso de víctimas.

Sin duda entonces, en el ánimo de los ciudadanos rusos pesaba la angustiosa posibilidad de que se repitiera la tragedia vivida en un teatro de Moscú dos años antes, cuando su asalto por las tropas rusas, en parecidas circunstancias, ocasionó una verdadera carnicería. Tal presentimiento cobró infausta certeza en cuanto el presidente Putin, sin contar apenas con el recurso de las dilaciones para intentar una solución mediadora, se sirvió otra vez de la fuerza para acabar con el secuestro. El saldo final de la operación se cifró en 334 muertos, en su mayoría niños.

A través de los medios de comunicación tuvimos cumplida y redundante información de aquella masacre, según el uso y abuso husmeador que se estila en este tipo de sucesos. Las imágenes fueron de tal dureza que el espectador de la calle, conmovido por los efectos, apenas reparó en las causas de la matanza, obsesionado ante la crueldad del fundamentalismo asesino que la deparó, basada sobre todo en la corta edad de las víctimas. Desde fuentes oficiales rusas se esgrimieron excusas y razones un tanto confusas y poco fiables para justificar el asalto.

El caso mereció severas reprensiones por parte de algún respetable juez del Tribunal de La Haya, hasta el punto de considerar que se vulneraron derechos fundamentales en la resolución del secuestro. Quizá por eso, en evitación de mayores suspicacias, Vladimir Putin estuvo dispuesto -tras negarse a convocarla-, a proponer una comisión de investigación. Claro que lo último que supimos de esa comisión fue que la integraba personal de confianza adepto al presidente, sin que más allá de ese único y sintomático dato nos hayan llegado otros acerca de sus indagaciones.

Sí hemos notado, en cambio, que desde la tragedia de Beslán no se han vuelto a tener más noticias sangrientas del terrorismo checheno, tan activo a lo largo del pasado verano. También que el gobierno de Putin, afectado entonces por notables problemas internos como consecuencia de la crisis petrolera y unas serias acusaciones de corrupción, ha salido reforzado. En ese sentido, tanto él como mister Bush parecen haber llevado rutas paralelas de éxito a través de su beligerante actitud frente al terrorismo fundamentalista. Los dos han contado a tal fin con sus respectivos Ben Laden, el checheno y el saudí -coincidentemente provenientes ambos de la CIA y de la guerra de Afganistán contra la Unión Soviética-, para afianzar su liderazgo y su gestión presidencial.

En cuanto a las madres de los colegiales muertos, estoy por asegurar que no han tenido ni tendrán voz en el Parlamento ruso. Por eso, tras haber escuchado la soberana lección de humanidad de Pilar Manjón en el nuestro, deberíamos sentirnos confortados por la diligencia con que el presidente del Gobierno español ha tratado de dar respuesta a sus demandas. Seguro que las madres de Beslán no llamarían oportunista a quien de ese modo tratase de aliviar su sufrimiento, del que nunca más se supo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No habrá página más viva en la historia del Parlamento que la de la señora Manjón.

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