Es difícil conocer a quienes nos rodean, incluso a las personas más cercanas y de trato cotidiano... Afortunadamente, los seres humanos no suelen perder la capacidad de sorprendernos. Y, por eso, debemos acudir a signos externos para valorarlos.
Es difícil conocer a quienes nos rodean, incluso a las personas más cercanas y de trato cotidiano... Afortunadamente, los seres humanos no suelen perder la capacidad de sorprendernos. Y, por eso, debemos acudir a signos externos para valorarlos.
El autor escribió el artículo hace un año, pero la autoridad de Goldberg, como estudioso del Holocausto en la Universidad Hebrea de Jerusalén, hace que el valor del texto siga siendo incuestionable y digno de difusión en esta Europa a los pies del socio de Israel en el genocidio contra el pueblo palestino.
Amos Goldberg
Mi nombre es Amos Goldberg. Soy profesor israelí de estudios del Holocausto en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Durante casi 30 años, he investigado y enseñado sobre el Holocausto, el genocidio y la violencia del Estado, y quiero decirle a cualquiera que me escuche que lo que está pasando ahora en Gaza es genocidio. Hace un año, cuando sucedió el 7 de octubre, como todos los israelíes, me quedé sorprendido. Fue un crimen de guerra y un crimen de lesa humanidad. 1.200 personas —más de 800 de ellos civiles— murieron en un solo día. Los niños y los ancianos estaban entre los tomados como rehenes. Comunidades enteras fueron destruidas. Fue indignante, traumático, personal. Como la mayoría de los israelíes, conozco gente que fue asesinada, que perdieron a seres queridos o cuyos seres queridos fueron tomados como rehenes. Pero inmediatamente después vino la respuesta de Israel, y en pocas semanas, miles de civiles murieron en Gaza. Me llevó un tiempo. Digerir lo que se estaba desarrollando ante mis ojos era agonizante para enfrentar esa realidad. Estaba reacio a llamarlo genocidio. Pero si lees a Raphael Lemkin—el jurista polaco-judío que acuñó el término "genocidio" y fue la fuerza motriz detrás de la Convención sobre el Genocidio de la ONU de 1948-, lo que está pasando hoy en Gaza es exactamente lo que tenía en mente cuando habló de genocidio.
No tiene que parecerse al Holocausto para ser genocidio. Cada genocidio es diferente. No todos implican el asesinato de millones o el exterminio total de un grupo. La Convención de la ONU establece explícitamente que el genocidio es el acto de destruir deliberadamente a un grupo, total o parcialmente. Esas son las palabras. Pero debe haber una intención clara, y de hecho, hay indicios claros de la intención de destruir Gaza. Los líderes de Israel, incluyendo el Primer Ministro, el Ministro de Defensa, muchos oficiales militares superiores, figuras de los medios, rabinos y soldados, han sido muy explícitos sobre lo que querían lograr. Ha habido incontables incitaciones documentadas para convertir Gaza en escombros, y afirma que no hay gente inocente viviendo allí. Una atmósfera radical de deshumanización de los palestinos prevalece en la sociedad israelí. En un nivel que no puedo recordar en mis 58 años viviendo aquí.
Ahora esa visión se ha materializado. Decenas de miles de niños, mujeres y hombres inocentes han muerto. Más de 100.000 han sido heridos. Hay una destrucción casi total de infraestructura, hambre intencional y un bloqueo de la ayuda humanitaria. Hay fosas comunes y pruebas fiables de ejecuciones sumarias—niños disparados por francotiradores. Todas las universidades y casi todos los hospitales han sido destruidos. Casi toda la población está desplazada. Ha habido numerosos bombardeos contra civiles en las llamadas zonas seguras. Gaza ya no existe. Está completamente destruido. Por lo tanto, el resultado encaja perfectamente con las intenciones declaradas del liderazgo israelí.
Lemkin, el erudito que acuñó el término "genocidio", describió dos fases del genocidio: el primero es la destrucción del grupo aniquilado; el segundo, lo que llamó la imposición del estándar nacional del autor. Ahora estamos presenciando esa segunda fase, mientras Israel prepara zonas de limpieza étnica para los asentamientos israelíes. Y así he llegado a la conclusión: así es exactamente como se ve el genocidio. No enseñamos sobre genocidio para reconocerlo retrospectivamente, sino para prevenirlo y detenerlo. Pero, como en cualquier otro caso de genocidio en la historia, actualmente nos enfrentamos a una negación masiva, tanto aquí en Israel como en todo el mundo. Pero la realidad no se puede negar. Así que sí, es genocidio. Y una vez que llegas a esa conclusión, no puedes permanecer en silencio.
DdA, XXI/6055
Aquí una amiga, una esclava, una sierva, repitió nuestra lideresa Ursula von der Layen ante el señor naranja antes de firmar un amistoso acuerdo comercial consistente en que los europeos pagaremos un 15% por vender nuestros productos en suelo norteamericano, mientras ellos introducirán sus productos en a coste cero, gratis, libres de tasas. Félix Maraña lo ve así: No quiero que se desmayen,/ pero la dueña de Europa,/ se ha desnudado de ropa./ Censuren a Von der Layen,/ y con sus iras explayen/ el malestar ciudadano./ Úrsula entregó su mano/ al dueño de medio mundo,/ ese miserable inmundo,/ demente, iluso, inhumano. Y así lo ve Tecé en CTXT:
Gerardo Tecé
En la barra de un bar hay un chino brindando por liderar el comercio mundial y un estadounidense que responde que su país es la gran potencia armamentística. En una mesa cercana, un brasileño presume de economía emergente, un africano de que su joven continente es el futuro y una persona de Oceanía se muestra orgullosa por liderar la lucha más importante del momento, la climática. ¿Dónde está el chiste? En Europa. En la nada más absoluta. En un continente que pudo habernos hecho sentir orgullosos y que decidió matarnos de vergüenza.
Pudiendo haber sido referencia mundial en estado del bienestar, en Europa decidimos apostar por el capitalismo que defendía los derechos de las grandes empresas mientras se recortaba lo público. Pudiendo mirar por encima del hombro al mundo en defensa de los derechos humanos, nos pusimos a subcontratar los servicios de dictadores para reprimir la inmigración que no queríamos ver. Si la estrategia fallaba, era simple, mirar para otro lado mientras el Mediterráneo se convertía en un cementerio gigante. Pudiendo ser referentes en derecho internacional, Europa sigue meditando, a día de hoy, si 70.000 inocentes asesinados en Gaza, quizá, tal vez, quién sabe, suponen algún tipo de vulneración de alguna cosa. Habrá que seguir estudiando este asunto con calma. Con la misma calma con la que Europa se va yendo por el retrete.
Cuando la autohumillación parecía no poder llegar más lejos, llegó la foto de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, claudicando ante el mayor esperpento político del siglo, Donald Trump. Aquí una amiga, una esclava, una sierva, repitió nuestra lideresa ante el señor naranja antes de firmar un amistoso acuerdo comercial consistente en que los europeos pagaremos un 15% por vender nuestros productos en suelo norteamericano, mientras ellos introducirán sus productos en Europa a coste cero, gratis, libres de tasas. Un win-win, calificó la mar de satisfecha Von der Leyen el acuerdo, y razón no le falta. Es cierto que Trump, tirando sorprendentemente de exquisita diplomacia, ni le había gritado ni le había escupido en la cara a la presidenta. El psicópata de Washington puede volver a casa con la cabeza bien alta porque nos ha humillado más de lo que ya estábamos. Y la cosa no quedó en el 15 a 0 con Ursula de portero. ¿Recuerdan el urgente y necesario rearme europeo?
Bien. Quienes nos repitieron que era necesario que Europa invirtiese en armamento porque así dejaríamos de depender militarmente de Estados Unidos se comprometen ahora a comprarle 600.000 millones de dólares en equipamiento militar a… Estados Unidos. Las risas se han escuchado hasta en Wisconsin. Pero en Wisconsin, Wisconsin, me refiero a pleno casco viejo. Y cuando las agujetas provocadas por tanto jijí y tanto jajá empezaban a resultar insoportables, llegó lo mejor del acuerdo: el epígrafe energético. Europa, el mismo continente contra el que Estados Unidos reconoce que atentó destruyendo en 2022 el gasoducto energético Nord Stream, se compromete a comprarle al autor del atentado energía por valor de 750.000 millones de dólares en los próximos años. Si llegamos a saber la buena acogida que tuvo nuestra iniciativa hubiéramos hecho explotar vuestros gasoductos mucho antes, pensó Trump, pero no llegó a verbalizarlo porque, hasta para él, la humillación tiene sus límites. Sentir vergüenza por lo propio cuando al otro lado de la mesa estaba Donald Trump no era una tarea sencilla, pero se ha conseguido. Enhorabuena a todos los europeos.
CTXT DdA, XX/6.055
El Gobierno Netanyahu está aplicando una política de genocidio por hambre en Gaza -escribe los articulistas- , que viola los principios del derecho humanitario y de la Carta de Naciones Unidas. Es un crimen contra la humanidad y un crimen de guerra. Con una diligencia humanitaria sorprendente, el chef José Andrés, después de muchos meses de hambre en el territorio, se muestra dispuesto a una colaboración solidaria desde World Central Kitchen. El precedente de este genocidio por hambre en Gaza está en el “Plan Backe”, formulado por primera vez el 2 de mayo de 1941 en el marco de la Vernichtungskrieg (guerra de exterminio) nazi contra Europa del Este y la URSS. Su objetivo era crear una hambruna que matase entre 31 y 45 millones de personas, población considerada excedente.
El pasado 24 de julio, el ministro de herencia del gobierno Netanyahu, Amichay Eliyahu, declaró en una entrevista de radio que el objetivo que perseguían era la expulsión de la población palestina de Gaza y que Israel no tenía la menor obligación de alimentarla. “Ninguna nación alimenta a sus enemigos”. Aunque el gobierno israelí no hizo ninguna declaración al respecto, su embajada en Washington aseguró que estaba proporcionando ayuda “con determinación y compromiso”.
Como se puede conocer por la prensa internacional y el dossier que publicamos en SP, esta afirmación es completamente falsa. El Gobierno Netanyahu está aplicando una política de genocidio por hambre en Gaza, que viola los principios del derecho humanitario y de la Carta de Naciones Unidas. Es un crimen contra la humanidad y un crimen de guerra.
Las declaraciones reiteradas en este sentido de los ministros de extrema derecha israelíes como Bezalel Smotrich o Itamar Ben Gvir, que se pueden consultar en internet, no dejan tampoco lugar a dudas. Ni existe la menor duda a nivel internacional de que esta política genocida esta siendo aplicada sistemáticamente desde el bloqueo de toda la ayuda humanitaria y la prohibición de ejercer su mandato a UNRWA entre marzo y mayo de este año. El plan israelí-estadounidense, que se podría llamar el “Plan Fundación Humanitaria Gaza” (PFHG), ha sustituido cientos de puntos de distribución y almacenes de UNRWA en Gaza por media docena de puestos armados por mercenarios contratistas de EEUU y las FDI que arrojan los suministros del Fondo Mundial de Alimentos a una población desesperada mientras es tiroteada por francotiradores.
El director de UNRWA, Philippe Lazzarini, lo ha definido así: “La gente de Gaza no está ni viva ni muerta, son cadáveres andantes”.
Emanuel Ringelblum, resistente judío contra los nazis, escribió en noviembre de 1941: “La mayoría de la población —y no sólo los más pobres— carece incluso de un vaso de agua hirviendo”. ¿Qué diría hoy de los dirigentes del gobierno de Israel?
Y el secretario general de NNUU, Antonio Guterres, ha vuelto estos días a exigir un alto el fuego y la entrada de los 6.000 camiones con ayuda humanitaria bloqueados por Israel en la frontera con Egipto para su distribución por UNRWA y otros organismos de NNUU. 25 países han hecho una declaración en el mismo sentido y más de 100 ONGs se han manifestado de igual manera. La respuesta de Netanyahu, después del fracaso de las negociaciones en Qatar con EEUU y Hamas, ha sido que los países árabes podían lanzar ayuda humanitaria en paracaídas sobre Gaza.
Desde el comienzo de la guerra de Gaza y la aplicación del plan de limpieza étnica y genocidio, con el desplazamiento del 80% de la población y la destrucción sistemática de edificios e infraestructuras, el control de la ayuda humanitaria ha sido un elemento central de dicho plan. Se han orquestado vías marítimas, lanzamientos aéreos, todos fracasados, porque la única estructura sobre el terreno capaz de distribuir ayuda humanitaria es UNRWA. E Israel quiere acabar con UNRWA porque es la incubadora de los servicios sociales de un Estado Palestino. El hambre se utiliza para desplazar por enésima vez a la población palestina desesperada y concentrarla en una “zona humanitaria” que no llega al 10% del territorio de la Franja, que ya sufría uno de los índices de densidad de población más altos del planeta. Qué ocurrirá después, si se utilizará el hambre para expulsarlos a Egipto o acabar con ellos en este campo de exterminio, es aún una incógnita siniestra por despejar del gobierno Netanyahu.
Todo esto es evidente y se ha explicado por los organismos internacionales reiteradamente. Y las consecuencias deberían ser un aumento de las sanciones, el embargo total de armas, la denuncia del Acuerdo de Asociación de Israel con la UE y el aislamiento internacional del estado genocida.
Llegados a este punto, no hay más remedio que recordar los precedentes de este genocidio por hambre en Gaza. No es otro que el “Plan Backe”, formulado por primera vez el 2 de mayo de 1941 en el marco de la Vernichtungskrieg (guerra de exterminio) nazi contra Europa del Este y la URSS. Su objetivo era crear una hambruna que matase entre 31 y 45 millones de personas, población considerada excedente, y alimentar sobre el terreno a la Wehrmacht. El Plan fue diseñado por Herbert Backe y concretado por Hans-Joachim Riecke. La enormidad del plan hizo imposible su aplicación plena, pero sus efectos se pudieron experimentar en el cerco de Leningrado, en el que murió de hambre 1 millón de sus habitantes, y los campos de prisioneros del Este, donde perecieron mas de 3,3 millones de personas por desnutrición, además de 600.000 judíos de los ghettos, solo en Polonia. A mediados de 1941, los alemanes en el Este recibían 2.613 calorías, frente a las 699 de los polacos y las 184 de los judíos. La violencia masiva para la requisición de alimentos en las zonas rurales se acabó combinando con los fusilamientos masivos, con el despliegue de los Einsatzgruppen, pero la enormidad de la tarea acabaría desembocando en los campos de exterminio nazis. El ejecutor del Holocausto nazi, Heinrich Himmler, declaró: “Ya es hora de reunir a esa chusma en guetos, y luego introducir la peste y que la diñen de una vez”. Lo que los nazis hicieron con el pueblo judío los gobernantes israelís lo están haciendo con el pueblo palestino.
Mas de 100.000 niños, de ellos 40.000 bebés, morirán en los próximos días si no entra la ayuda humanitaria de UNRWA en Gaza. Ya han muerto 59.700 habitantes de la Franja y otras 144.477 han sido heridos, 7.485 mientras intentaban recoger comida para sus familias en los puestos de la Fundación Humanitaria Gaza. El verano de 2025 puede pasar a la historia como el del genocidio por hambre de Gaza.
Parar el genocidio se ha convertido en un imperativo moral del que depende la legitimidad del sistema multilateral, de la Carta de Naciones Unidas, del derecho internacional. Hay que pararlo como sea y llevar a sus responsables ante los tribunales, ampliando las causas ante la CIJ y la CPI, como se hizo en Nuremberg.
Los buitres empresariales siguen haciendo negocio en Palestina, lo hacen y tienen planificado hacerlo aún más en el futuro. El genocidio es una oportunidad de negocio. La relatora especial de las Naciones Unidas sobre los territorios palestinos ocupados, Francesca Albanese lo ha dicho reiteradamente: “El genocidio en Gaza no ha cesado porque es lucrativo. Es rentable para demasiadas personas”.
Marek Edelman, resistente judío en el levantamiento del gueto de Varsovia en 1943, escribió años después: “El Holocausto no es verdad que fuera un asunto de esos cien o doscientos mil alemanes que tomaron parte personalmente en el exterminio. No, fue un asunto de Europa y de la civilización europea, que crearon las fábricas de la muerte. El Holocausto es una derrota de la civilización. Y por desgracia esa derrota no se acabó en 1945. Tanto es así que, muchas de las cosas que suceden a día de hoy vienen de la conciencia construida desde entonces: desde el desprecio de la vida humana. Y, por supuesto, del miedo”.
Hace 85 años la humanidad miró hacia otro lado ante el holocausto nazi. ¿Haremos lo mismo ante el genocidio palestino?
“Ve y róbate el último pedazo de mi tierra,
abandona mi cuerpo joven en mazmorras,
saquea mi herencia,
quema mis libros,
alimenta tus perros con mis peces,
ve y esparce tu red de espanto
sobre los techos de mi aldea,
enemigo del hombre,
no habrá tregua
y habré de pelear hasta el fin,
así apagues tus fuegos en mis ojos,
así me llenes de angustia,
así falsifiques mis monedas,
o cortes de raíz la sonrisa de mis hijos,
así levantes mil paredes,
y clavetees mis ojos humillados,
enemigo del hombre,
no habrá tregua
y habré de pelear hasta el fin”.
Samih Al-Qassem (poeta palestino de nacionalidad israelí)
Se refiere Ángel a las comunicaciones en el norte de España, tanto hacia hacia oriente como hacia occidente, cuando se carece de vehículo propio o se desiste de utilizarlo, pero otro tanto ocurre en las mismas circunstancias con las comunicaciones dentro de una misma comunidad autónoma mal llamada Castilla y León, donde lo que le ha pasado a Fernández Costales entre Asturias y Galicia puede ocurrir entre dos provincias no contiguas del citado territorio.
Ángel Fernández Costales
El pasado martes, 22, me fui a Lugo en una de esas escapadas que, a veces, hacemos o hago. En este caso solo. Como no iba a ir en coche, decidí coger el ALSA que, desgraciadamente, como ya no había asientos en el de la siete de la mañana que va por Ribadeo y que tarda, "grosso modo", tres horas, tuve que ir en el de las ocho que va por León y Ponferrada, además de otras trece paradas con su entrada a cada sitio. Total, lo que estaba programado para cinco horas y media, resultó que entre en Lugo a las catorce, o sea, seis horas. Al día siguiente, vuelta por la mañana, con salida a las diez y media y llegada a Gijón a las cuatro pasadas. Total doce horas de viaje en veinticuatro. El caso es que si hubiera querido ir en tren, debería ir hasta Madrid para transbordar a otro ferrocarril hasta Lugo y echar un día. Me imagino que habrá mucha gente con la circunstancia que no va en coche (dos horas simplemente) porque no tiene o porque no le apetece. Se nos llena la boca con el AVE (me perece muy bien) pero seguimos estando tercermundistas hacia occidente y hacia oriente (del que ya hablé en otras ocasiones que, también y mucho, son territorios muy naturales comerciales y sentimentales. No voy a hablar del mal o nulo funcionamiento del FEVE en esta, su principal autonomía, pero sí digo que cuando se estornuda en Atocha, Sans o Santa Justa, por mentar tres nombres parece que se acaba el mundo. ¡Qué desgracia! Y seguimos con la estación provisional de hace quince años. Me queda la satisfacción de haber comido magníficamente bien en Lugo, en mi apreciado Campos pero, eso sí, en la ciudad han subido los precios del carajo la vela. Saludos varios para esta autonomía de dos y un tambor pero mal avenidos.
DdA, XXI/6054
Lazarillo
Nos viene a decir Juanjo Arrojo que casi nadie se libró en Asturias del estruendoso espectáculo durante tres horas y media del Festival Aéreo de Gijón, que ahora llaman Festival de Cielo como si se tratara de un espectáculo de astronomía en una noche silente, si esto fuera posible en Asturias como lo es en el alto y limpio cielo de la comarca leonesa de Babia. No es que se hubiera dado cita en la playa de San Lorenzo de la villa asturiana todo el vecindario residente en la región, a más de los turistas que la visitan, es que, para quienes no asistieron en vivo y en directo al desfile aéreo de aviones de guerra, la TPA, la televisión pública del Principado de Asturias, a sueldo de todo, transmitió el evento por sus dos canales, según Arrojo. Con ello demostraron quienes la dirigen que, aparte del enchufismo y la programación basura que se emite, esa directiva no parece que tenga luces para nutrir con un mínimo de calidad y dignidad lo que ofrece a diario, repetitivamente tedioso y hasta chabacano en algunos casos desde hace años. Los periódicos regionales dicen que al festival asistieron más de 330.000 personas, todas con la vista en el cielo, sin pestañear. ¿Será esta una nueva propuesta para el Guinnes World después de la del escanciado de sidra en el arenal gijonés? La vicealcaldesa las llamará señas de identidad cultural, como el cachopo.
DdA, XXI/6.054