Desconozco por qué un partido de la selección nacional de fútbol de España, en España, se disputa a las siete de la tarde de un día laborable, sobre todo si se tiene en cuenta que se trata del partido de vuelta de una final europea. Aclaro que la selección es la femenina, no la masculina, y que su trayectoria está cuajada de éxitos que para sí quisiera la selección de varones en sus primeros decenios en las competiciones europeas y mundiales. Vuelvo a insistir que las mujeres futbolistas de nuestro país se merecen mejor tratamiento que el hasta ahora dispensado en los medios de comunicación. Deberían reconsiderar, como ocurrió ayer en el partido de vuelta contra Alemania, que 55.000 espectadores en un estadio como el de Atlético de Madrid pocos lo imaginarían hace unos cuantos años para disfrutar del juego de las mujeres de La Roja. Porque lo que ayer se volvió a ver en el terreno de juego es que estas futbolistas disfrutan de sus excelentes aptitudes con el balón, de la precisión combinatoria que caracteriza su estilo, de su incuestionable capacidad para chutar a distancia y hacer posible goles como el tercero del equipo. Si además todas ellas muestran en el campo un juego limpio y celebran sin aspavientos y con un júbilo espontáneo sus goles, no me queda otra que escribir lo que voy escribiendo, considerando que hubo un tiempo lejano en el que como espectador de fútbol admiré las características de este deporte, antes de que lo convirtieran en un gran negocio con mucho dinero en juego y los medios de comunicación como colaboradores de un megaespectáculo de excesos ridículos, haciendo de sus protagonistas de elite unos tipos multimillonarios y fatuamente idolatrados. Sabemos que la UEFA ya está viendo también negocio en el fútbol femenino y que ha incrementado los premios dinerarios a los equipos que intervienen en las competiciones internacionales, estando aún muy lejos de los que reciben los varones, pero de momento las mujeres de La Roja siguen siendo con el balón en los pies unas jóvenes que lo disfrutan y lo dominan con descarado temple y magistral sentido asociativo. Y además, sus repetidos triunfos internacionales no han podido sustraerlas del entusiasmo, gozo y frescura con las que se iniciaron de niñas en un deporte que durante demasiados años fue privativo del sexo masculino dominante, como ocurría y sigue ocurriendo en otros ámbitos.
DdA, XXI/6186

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