viernes, 19 de diciembre de 2025

GRITOS CON CITA Y GLOSA (LIV): DE CRISIS/ESTAFAS Y OTRAS DESGRACIAS CONVENCIONALES


José Ignacio Fernández del Castro

«El lunes 13 de mayo de 1876, pasadas las dos de la tarde, en un lozano día primaveral de calor veraniego, ocurrió un incidente horroroso y ciertamente fuera de toda lógica, en los Jardines de Alejandro y ante los ojos de numerosos testigos. Por los caminos arbolados, entre lilas en flor y esplendorosos parterres de tulipanes de color escarlata, se paseaba una muchedumbre ataviada de la manera más elegante: señoras con sus parasoles de encaje (para evitar las pecas), niños vestidos de marinerito acompañados de sus institutrices, y jóvenes de aspecto aburrido con levitas de cheviot a la moda o chaquetas cortas de estilo inglés. Nada en aquel ambiente hacía presagiar una desgracia.» Boris AKUNIN o B. AKUNIN, pseudónimo literario en homenaje al anarquista ruso y por su significado en japonés de «chico malo», dGrigóri Shálvovich CHJARTISHVÍLI  
(Tiflis o Zestafoni, URSS -actual Georgia-, 20 de mayo de 1956):  Inicio del 
“Capítulo Primero: Donde se narra un cínico desplante” en Aзазель  
(El Ángel caído) (1998).

Las desgracias más sorprendentes ocurren en situaciones plácidamente convencionales, de un bienestar anodino, de un tibio decoro... De ahí, precisamente, esa sorpresa angustiada que provocan.

Nuestras sociedades hozaban, satisfechas de sí mismas, en el estercolero de su propia opulencia, alimentado por el desenfreno consumista (tan fieramente exaltado en estos tiempos de cambio de año)... No les preocupaba demasiado la artificiosidad del crecimiento económico (con una elevación del precio de las viviendas, por ejemplo, muy por encima de su valor real; con una economía financiarizada que casi desprecia lo productivo como una “molestia inevitable”), no les preocupaba que el ochenta por ciento de la humanidad quedase condenada a la miseria y la muerte temprana... Porque, al fin y al cabo, éste era el mundo de las oportunidades, el mundo de la libertad donde podíamos elegir el banco que lastrase el resto de nuestra vida con hipotecas o nos engañase con productos etéreos de ingeniería financiera, el medio de comunicación que adornase el acontecer con el relato más próxima a nuestro imaginario, el trabajo en el que sentirnos humillados y ofendidos, los grandes almacenes en los que realizar con gusto nuestra identidad de consumo (la única ya socialmente relevante), los actos y asociaciones que limpiasen nuestra buena conciencia con propuestas de poses solidarias... ¡Y hasta el dios que nos permitiese arrepentirnos de nuestros excesos personales y colectivos, o el gobierno que representase mejor el relato más coherente con nuestra cosmovisión!.

Pero todo lo que se hincha artificialmente acaba por estallar... Porque, además, los especuladores que metían continuamente el aire en la burbuja, con la satisfacción de (casi) todo el mundo, sólo querían, mucha y pronta, su parte del pastel; así que sobraba toda precaución y cálculo de resistencias que pudiesen poner en peligro el negocio.

El bienestar anodino, el espectáculo del tedio, la insignificancia planificada, se fueron rompiendo en mil fragmentos en medio de la crisis/estafa.

Y en ello estamos... En plena desgracia (que es un síntoma) y con mucha gente apuntando a su propia sien con una pistola (en Hungría o Italia, en Estados Unidos o Argentina, ahora en Chile con el hijo del soldado nazi que admira a Pinochet y se adhiere a la Carta de Madrid para la unidad ultra transatlántica). En todo el mundo. Y algunas personas ya han apretado el gatillo. Mientras dudamos entre luchar para salvar el mundo o para salvarnos de él.

DdA, XXI/6203

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