Ayer dábamos el adelanto de un libro de indudable interés histórico como El ascenso de Hitler al poder 1932-33, de Timothy Ryback (galaxia Gutenberg), y hoy el historiador Gutmaro Gómez Bravo nos facilita la reseña de Las entrevistas de Nuremberg, realizadas por el psiquiatra alemán Leon Goldensohn. Se trata, indudablemente, de un documento histórico único de primer orden, y ahí está su valor fundamental: la descripción, el diálogo íntimo y sosegado, con los máximos dirigentes vivos del nazismo. Gutmaro destaca sobre todas ellas las que Goldensohn hizo a Rudolf Hess, comandante de Auschwitz. La importancia de este libro, que hay que leer y releer detenidamente, no solo está en su enorme valor documental como fuente de época -subraya Gutmaro Bravo-, sino en que demuestra, en sus propios términos, cómo la banalidad del mal, con permiso de Arendt, no descansa tanto en valores, sino en actos.
Intrahistoria de Núremberg
Entre la montaña de documentos usados como pruebas por los aliados en los conocidos juicios de Núremberg, todavía aparecen algunos inéditos como este. A lo largo de los más de dos años que transcurrieron, desde su detención y hasta que se dio por terminado el proceso, veinticuatro lideres nazis fueron sometidos a exhaustivos controles físicos y psiquiátricos semanales. A las distintas prisiones y centros por los que estaban repartidos, la mayoría en zona de control estadounidense, fueron llegando cientos de técnicos encargados de su vigilancia y custodia. Su tarea no solo pasaba por evitar que se suicidaran. Era común, por entonces, la creencia de que los nazis habían urdido un plan a escala planetaria, y, fueron varios los médicos que publicaron sendos libros sobre sus impresiones con los acusados validando esta idea. Buscaban la patología del mal, pero envejecieron rápidamente, porque tanto la ciencia médica como la historiográfica pasaron pronto a plantear esta cuestión desde otros parámetros muy distintos.
Leon Goldensohn, un joven psiquiatra que llegó a Alemania a punto de terminar la guerra, cambió las pautas de sus predecesores. Tomó cientos de notas de las entrevistas, que transcribió, analizó y revisó personalmente, pero nunca trató de escribir nada parecido a un ensayo o un libro sobre su experiencia profesional más determinante. Tras su muerte en 1961, su hermano comenzó a recopilar todo ese material, que, junto a los cuadernos de campo que conservaban sus hijos, aparece ahora en forma de libro gracias a un cuidado trabajo editorial de compilación, selección y traducción; la obra cuenta, además, con la contextualización e introducción de uno de los mejores especialistas en la materia, el profesor Robert Gellatelly. Con esta breve guía y sin muchos más preámbulos para el lector, comienzan las páginas de un libro descarnado, directo, sin más intermediarios que la relación médico-paciente. Por eso es un documento histórico de primer orden, y ahí está su valor fundamental: la descripción, el diálogo íntimo y sosegado, con los máximos dirigentes vivos del nazismo. A lo largo de los meses, mientras preparaban sus propias defensas, el psiquiatra les fue preguntando a todos, sin variación, las mismas cuestiones sobre su infancia, juventud, sexualidad, su ingreso en el ejército, el partido o las SS. El perfil generalizado y común de sus respuestas resulta apabullante. Todos, con independencia de su posición social o familiar, habían cumplido con un deber que consideraban sagrado, creían entusiasmados en lo que habían hecho y seguían sintiéndose parte de un proyecto y de una comunidad superior. Eran el resultado de una evolución histórica, política y cultural, que la guerra terminó de envilecer, pero no eran el fruto de ninguna “patología sádica”, anotaba Goldensohn. Compartían una “personalidad autoritaria”, como la definieron Adorno y Horkheimer, que el lenguaje político y la propia competencia dentro del organigrama jerárquico de la administración nazi, desarrollaría hasta el extremo. Un aspecto que se ve muy bien en las entrevistas y que el propio doctor describió con detalle. Aunque tenía claro que la base de su estrategia exculpatoria era decir que solo cumplían ordenes, todos reconocieron que nunca las cuestionaron, aunque supieran que eran dañinas o erróneas, por temor a que no acataran las suyas. Discernían perfectamente el bien del mal y, en realidad, competían por el grado de eficiencia y productividad, aunque aquello, como todos sabían, implicase aumentar el número de vidas humanas que podían segar de manera más rápida y menos costosa.
La entrevista de Rudolf Hoss, comandante de Auschwitz, es, en este sentido, la más espeluznante de todas, pues muestra el importante grado de autonomía e innovación que tenía cada campo, dentro de una estrategia planificada y sometida a la economía de guerra. Pero no son solo los diálogos con los SS, los policías o los encargados de Interior los que muestran ese ángulo oscuro. La violencia era una práctica cotidiana fomentada oficialmente mucho antes de la guerra, como demuestran prácticamente todas las entrevistas, desde el Ministro de Economía al de Exteriores, o los distintos jefes de operaciones del Estado mayor, pasando por intelectuales como el propio Rosenberg, que vendió millones de libros mitificando una limpieza política que derivó en racial, y que ahora el resto de los acusados aseguraban no haber leído nunca “por aburrido”.
En la última parte del libro, el doctor logra identificar todos esos hitos o “testigos” en la propia conciencia de los dirigentes nazis. Al final de las entrevistas, con el paso del tiempo y del propio proceso, muchos de ellos se preparan para su inminente final y confiesan. Se arrepienten de una serie de actos, pero no de muchos otros, la mayoría crímenes contra la humanidad. No los reconocen como tal, niegan su validez, como su propia raíz democrática, que consideran un sistema incapaz o un campo abonado para el comunismo. Al final, por tanto, aflora su lógica de la violencia. La importancia de este libro, que hay que leer y releer detenidamente, no solo está en su enorme valor documental como fuente de época, sino en que demuestra, en sus propios términos, cómo la banalidad del mal, con permiso de Arendt, no descansa tanto en valores, sino en actos.
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Autor: Leon Goldensohn. Título: Las entrevistas de Núremberg. Traducción: Teresa Carretero, Amado Diéguez y Miguel Martínez-Lage. Editorial: Taurus. Venta: Todos tus libros.
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