lunes, 20 de octubre de 2025

PRESOS Y REHENES: LA PERVERSIÓN DEL LENGUAJE ANTE EL GENOCIDIO


A unos se les llama "rehenes", 
los retenidos por los palestinos, trasladando la imagen de que han sido retenidos de forma ilegal y por la fuerza, mientras los retenidos por Israel son "presos", es decir "que sufren prisión", como si hubieran sido condenados por un delito y, por tanto, fueran culpables de su situación, aunque la realidad es que de los miles de palestinos secuestrados por la fuerza y sin causa por las fuerzas israelíes solo un porcentaje pequeño ha sido acusado o llevado ante un juez a pesar de que muchos de ellos han permanecido en las cárceles de Israel durante meses o años.

Alejandro Álvarez López

Nuestro lenguaje conforma nuestra conciencia, de ahí el interés por controlar el mensaje que llega a la ciudadanía, no sólo en su formulación sino también en su extensión por parte de los que tienen el poder. Ese empeño es evidente en las informaciones que se nos trasladan sobre el genocidio de los palestinos por parte de Israel.
Los ejemplos de ese uso pervertido del lenguaje para favorecer la posición israelí son numerosos, continuos y de una perversión que llega a ofender la inteligencia de la mayoría de los receptores del mensaje. Sirvan como ejemplos significativos (hay muchos más) el uso de los vocablos "guerra" o "conflicto" para referirse la que está sucediendo en Gaza y Cisjordania, como si se tratase de un "enfrentamiento armado" entre dos partes en igualdad de condiciones. La elección se hace escondiendo el término "genocidio" ("Exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad". DRAE), que describe con mucha más exactitud lo que allí ha estado sucediendo desde mucho antes del 11 de octubre de hace dos años y, de forma más radical, desde entonces. El uso de unos u otros términos no es casual pues describe o escamotea la realidad de los hechos y, por tanto, construye una imagen real o falseada sobre esa realidad. Todos tendremos a considerar como no grave o mucho menos grave en conflicto que un genocidio. Además, en aquel las culpas se reparten, mientras en este hay víctimas y victimarios, algo que se busca esconder al hablar de "conflicto" y no de "genocidio".
Lo mismo sucede con la elección de las palabras con las que Israel (y casi todos los medios, asumiendo la estrategia comunicativa israelí) se refiere a las personas que permanecían retenidas por cada uno de los bandos: los que retienen los palestinos son denominados "rehenes", trasladando la imagen de que han sido retenidos de forma ilegal y por la fuerza, mientras los retenidos por Israel son "presos", es decir "que sufren prisión", como si hubieran sido condenados por un delito y, por tanto, fueran culpables de su situación, aunque la realidad es que de los miles de palestinos secuestrados por la fuerza y sin causa por las fuerzas israelíes solo un porcentaje pequeño ha sido acusado o llevado ante un juez a pesar de que muchos de ellos han permanecido en las cárceles de Israel durante meses o años.
El colmo de la perversión del lenguaje por parte de Israel y sus voceros o sus defensores es el que ha realizado al referirse a los miembros de la Global Sumud Flotilla, a los que acusa, por un lado, de "terroristas", falseando el objetivo pacífico y humanitario de la Flotilla, y, por otro, de "haber entrado en el país ilegalmente" después de haberlos secuestrado en aguas internacionales (ilegalmente) y haberlos llevado contra su voluntad (nueva ilegalidad) a Israel para acusarlos de entrada ilegal en ese país, modificando absolutamente la realidad de los hechos.
Esta perversión del lenguaje, que modifica de forma tan evidente la realidad para defender la posición israelí, es aceptada y propagada por la mayoría de los medios y por la mayoría de los gobernantes europeos, demostrando una total complicidad con los crímenes y los fines del Estado genocida. Esos medios (y esos gobernantes) parecen estar abonados a la práctica de "ir adelante con ello aunque sea muy burdo". Y lo hacen convencidos de que una buena parte de la sociedad les va a comprar el mensaje. Es un pensamiento que nace de la soberbia y del menosprecio a la mayoría social, a la que consideran estúpida. Pero estoy seguro de que, a la postre, esta práctica tan burda de engaño se les volverá en contra porque ofende a la inteligencia y al sentido de esa mayoría a la que creen imbécil. Al tiempo.

DdA, XXI/6139

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