Valentín Martín
Me entero por Paula Iwasaki, la del gato negro, la fuente inagotable de perfiles sobre el escenario, que "Chavela" ha alcanzado las 100 representaciones y va a por más. Hay voracidades tan lejos de las pavesas que te devuelven la fe. Fe de felicidades.
Esta "Chavela" nació en Valladolid donde Calderón de la Barca dió nombre a un teatro en la calle de las Angustias. Para invadir y gatusar el nombre de don Pedro hay que tener mucho coraje, mucho talento y haberte bebido todos los ríos.
Carolina Román, que tiene hambre de lumbre, se atrevió a escribir y dirigir este viaje a la última chamana. Desde el minuto uno de la primera representación uno se da cuenta de que ese ir y venir por el tiempo de los dulzones cirros que propone el montaje, iba para largo. Ha llegado a los 100 que es donde quiero yo estar para seguir escribiendo siseos y contradecir a la loquera.
Hay que cuidar las pasiones para que sean más y se pongan a clarear la vida desde el teatro. A mí me apasionan todas las pasiones, pero sobre todas, la libertad. Y esta "Chavela " es una evocación de la libertad en forma de canto sobre el amor y el dolor. Lo que nunca muere, como escribió aquel Sautier Casaseca que intentó robarme a mí una obra.
Las pasiones de "Chavela" tienen nombre de mujer a la sombra musical de Alejandro Pelayo. Aquí están María Rozalén, Luisa Gavasa, y Nita, Paula Iwasaki, Raquel Varela y Laura Porras.
Todas las ternuras queman y ellas son la multiplicación de las mejores seducciones que besan la vida. Como para pasar frío lejos de ellas.
Cien Chavelas, cien fascinaciones, que sean mil, y que María Isabel Anita Carmen de Jesús lo vea.
DdA, XXI/6153

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