domingo, 21 de septiembre de 2025

NACIONALIDAD PARA ABARRAFÍA POR SER VÍCTIMA DE LO PEOR DE NUESTRA SOCIEDAD

 Titular del diario ABC sobre el caso que comenta Tecé en CTXT: "Abarrafía, el marroquí que quemó viva a su pareja en La Isleta, llegó en patera a Canarias hace un mes y tenía una orden deportación". Soy partidario de concederle la nacionalidad por vía de urgencia al protagonista de esta historia, porque ha sido y es víctima de lo peor de nuestra sociedad, escribe el articulista Una investigación de Infolibre, que se publica mañana en este periódico, comprueba  que el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso prioriza a los medio afines para invertir dinero público en comprar espacios publicitarios.


Gerardo Tecé

Con 20 años, la misma edad a la que Santiago Abascal ya se sentaba en sillones cobrando sueldos públicos, un joven marroquí llamado Abarrafía se sentó en una embarcación neumática en dirección a Canarias. Las cifras de ahogados en alta mar hacen de ese trayecto en pateras repletas hasta reventar un asunto para valientes o desesperados. Por suerte, además de valiente o desesperado, Abarrafía fue afortunado. Su embarcación tocó costa y pudo contarlo antes de ser identificado por la policía española, recibir la correspondiente orden de expulsión y ser enviado de manera temporal al centro de inmigrantes de la Isleta. De allí entraba y salía con normalidad, según denunciaban semanas atrás los principales medios del país sin tener muy en cuenta que entrar y salir con normalidad es justamente lo que la ley prevé para quienes no han cometido ningún delito, sino una falta administrativa. Sé de lo que hablo porque lo he vivido de cerca. Mi cuñado, denunciado por haber aparcado con una rueda del coche sobre la acera, siguió entrando y saliendo de su casa con normalidad durante aquel proceso. Nunca salió en prensa.

En una de sus salidas, Abarrafía entabló relación con una chica cuya vida tampoco era fácil. Ella, española, se había fugado del centro de menores tutelados donde residía desde hacía un tiempo. Que alguien que vive en un centro de menores y alguien internado en un centro de extranjería conecten rápidamente es lógico. La clase social, lo vivido y lo sufrido en la vida, es lo que nos une a otros, y no estupideces como la nacionalidad. Si no me creen pregúntenle, no sé, a doña Cayetana Álvarez de Toledo y Peralta-Ramos, marquesa de Casa Fuerte. O a don Iván Espinosa de los Monteros y de Simón, hijo del marqués de Valtierra. Si consultan este asunto con el señorito Iván, por muy español y dirigente de Vox que haya sido, le dirá que tiene mucho más en común con la argentina doña Cayetana que con la españolísima chica del centro de menores tutelados. Es ley de vida y la vida acabó con los dos jóvenes de vidas difíciles fumando sobre un colchón abandonado en una casa abandonada en un barrio abandonado al norte de Las Palmas. Cuando el colchón ardió, el fuego se extendió, la chica sufrió graves quemaduras y Abarrafía fue detenido por intento de asesinato.

Un marroquí de 20 años rocía con gasolina a una joven de 17 años y le causa quemaduras en el 95% del cuerpo. Un marroquí recién llegado en patera quema viva a su novia en Canarias. El marroquí que quemó viva a su novia de 17 años en Gran Canaria llegó en patera y tenía orden de expulsión. Eran los titulares de prensa que tenían su eco en las redes sociales desde las que los españoles de bien, solidarios con la pobre víctima, llamaban a “perseguir a los moros” como respuesta. Un mes aquí y ya está asesinando, decía uno, ¿queréis más pruebas de que hay que expulsarlos a todos?, reflexionaba en sintonía con su CI otro. Las pruebas contra Abarrafía no eran nada concluyentes. De hecho, a pesar de lo que publicaban por aquellas fechas los medios en sus noticias destacadas, el informe policial concluyó en un primer instante que el incendio parecía tener un origen fortuito, no provocado. Lo poco que la supuesta víctima pudo declarar en aquellos momentos en los que estaba siendo trasladada de urgencia a la unidad de grandes quemados del hospital Virgen del Rocío de Sevilla, tampoco implicaba a su acompañante. Sin embargo, nada de esto evitó que Abarrafía fuese detenido y encarcelado de manera preventiva. Dejando, por fin, de entrar y salir.

Dos meses más tarde, con la joven española ya en disposición de declarar de manera cristalina, sabemos exactamente lo que ocurrió. Y lo que ocurrió fue que, tal y como parecía desde el principio, el incendio fue fortuito. Si la policía encontró allí al joven marroquí fue porque se quedó tratando de salvar a la víctima del incendio, según ha declarado la chica que, de repente, ha perdido su condición de española en los grupos de Telegram de la ultraderecha que llamaban a organizar cacerías para defender su honor. Ahora es una simple “follamoros” que se lo tiene bien merecido. “El animal marroquí que quemó viva a una menor de 17 años en Canarias ya está en libertad”, titula en su vídeo diario un conocido nazi, y sus seguidores, desde el sillón de casa, no pueden más con tanta injusticia provocada por la izquierda. No soy partidario de concederle a nadie la nacionalidad por haber protagonizado un acto heroico, esa espectacularización que nos lleva a la conclusión de que solo tienes derecho a un futuro digno si antes te juegas la vida en público y el resultado nos parece vistoso. Sin embargo, sí soy partidario de concederle la nacionalidad por vía de urgencia al protagonista de esta historia, porque ha sido y es víctima de lo peor de nuestra sociedad. Hoy, las noticias destacadas que hablaban de un marroquí que se subió a una patera para quemar a mujeres españolas son, en el mejor de los casos, noticias escondidas en la web que, sin demasiados clics, explican que al final la historia tiene poca chicha. Abarrafía debe ser español para que rabien quienes deben rabiar: los mismos que rabian cuando la verdad ha salido de la boca de la chica hospitalizada, antes víctima, ahora señalada. El sinpapeles Abarrafía es un héroe y muchos de quienes nos rodean, con todos sus papeles en regla, son unos auténticos delincuentes.

CTXT  DdA, XXI/6110

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