Lazarillo
Leemos hoy que en la Península Ibérica se ha quemado este verano hasta la fecha el 66,8 por ciento de lo que ardió en los países de la Unión Europea. Del poco más de un millón de hectáreas quemadas en la UE, 4o2.833 corresponden a España y 276.783 a Portugal. Casi todo este desastre ha tenido lugar en poco más de dos semanas, como si la fatalidad junto a quienes prenden también la fatalidad se hubieran puesto de acuerdo a partir del pasado 5 de agosto. Hasta esa fecha, y es una dato muy a considerar, tanto en España como Portugal la cifra de superficie carbonizada apenas pasaba de las 42.ooo hectáreas, lo cual casi hacía pensar en un verano corto de siniestros. Sería deseable, a partir de esta tragedia que en nuestro país afectó a Reservas de la Biosfera, una política general común frente al cambio climático por parte de los gobiernos de ambas naciones. A bote pronto, tanto en Portugal como aquí necesitamos ahora al menos, ante tanta desolación en el paisaje y sufrimiento entre quienes habitan las tierras quemadas, mensajes de esperanza como el que nos participa en portugués Manuel Malva: "Na Serra da Lousã, onde o silêncio pesa e a terra ainda cheira a fumo, uma pequena borboleta repousa como se fosse um milagre, lembrando-nos que a esperança nunca se extingue por completo. Mesmo depois das chamas, a natureza encontra sempre maneira de sussurrar resistência. E nesse contraste, entre a rudeza da mão marcada pela luta e a delicadeza das asas coloridas, nasce a promessa de renascimento".
DdA, XXI/6082


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