Es de tener en cuenta, con motivo del 120 aniversario de la fundación del Sporting de Gijón, que uno de sus futbolistas, el escritor Luciano Castañón, dejó constancia literaria de su experiencia deportiva de mocedad en la posguerra en una novela publicada en 1962, Los días como pájaros, cuya referencia agradecemos a su hijo Chema. El club debería cuidar su historia y ofrecernos ahora, 120 años después de su nacimiento, la reedición de este libro. No todos los equipos de fútbol han contado en sus filas con jugadores que hayan escrito una obra literaria sobre sus años compitiendo con el club.
Chema Castañón
1 de julio: en esta fecha se conmemora la fundación del Real Sporting de Gijón hace 120 años. Aunque no se sabe exactamente el día sí hay constancia del mes y el año: julio de 1905. Gijón Sport Club, Juventud Sportiva Gijonesa, Sporting Gijonés, equipos de jóvenes –algunos surgidos en la playa- que con sucesivas transformaciones, dieron lugar al Sporting, presidido por Anselmo López, que jugaba de portero, y con Ignacio Lavilla como secretario.
Con motivo de este aniversario la actual directiva del club programa varios actos a lo largo del año: distintivos conmemorativos, mesas redondas, colecciones y artículos especiales para la venta y una colaboración especial con la Asociación Gijonesa de Caridad, que también celebra sus 120 años.
En 1980, cuando el Sporting cumplió los 75 años, también celebró actividades para recordarlo. En el Molinón hubo una misa de campaña oficiada por el carmelita padre Dionisio, una suelta de palomas, y la lectura de un pregón. También la colocación de una corona de flores en la tumba de Anselmo López. Posteriormente, una comida en el Club de Regatas con directivos, exdirectivos, jugadores y exjugadores.
El pregón se lo encargaron a Luciano Castañón, que con el nombre de Chano había jugado como delantero del Sporting cinco temporadas, entre 1944 y 1949, cuatro en la recién lograda Primera Divisón y una en Segunda, entre los 18 y 23 años. Según algún estudioso sigue siendo el sportinguista más joven en marcar un gol en el Molinón en Primera División. Fue en su debut y contra el Granada. Más tarde continuó en el Real Avilés, de 1949 a 1951 y en el Cádiz, de 1951 a 1953. Sus experiencias como futbolista gijonés las recreó en la novela “Los días como pájaros” (Ed. Noguer, 1962), donde no es difícil descubrirlo bajo el personaje de Ladis.
Los actos del Molinón se llevaron a cabo el martes 5 de agosto de 1980, en recuerdo de la inauguración del campo en esa misma fecha de 1917. Los protagonistas sobre el césped –al comienzo- y el resto de asistentes en las gradas. Tras la misa el crítico deportivo Liomi presentó al pregonero y la prensa de la época publicó que “Chano Castañón , tras pedir permiso para quitarse la chaqueta debido al fortísimo calor y sol de plomo que caía sobre el verde césped, se quedó solo en el templete y dio lectura a su pregón. Fue una pieza sustanciosa, plagada de datos, enjundioso y ameno a la vez”. En breves capítulos trata asuntos como el ayer y el hoy, el agua milagrosa, Jovellanos, la garra, los hinchas, los socios, las peñas, el fútbol en la literatura, los momentos de crisis, el Molinón, y los momentos sobresalientes.
En algún pasaje recuerda la ilusión de los equipos juveniles de los barrios en la posguerra:
“Pagábamos un real a la semana, a la vez que poníamos un anuncio en la prensa, en las páginas de Deportes, sección Modestos, diciendo: ‘El Ezcurdino reta a la Carreñina el próximo domingo a las 11 en la playa’. No sé por qué propendíamos a titular los equipos terminando los nombres acabados en ino. Los de la Plazuela formaron el Plazuelino, los de la calle Ezcurdia, el Ezcurdino, y hasta llegó el caso de que en Cimadevilla asfaltaron una calle y los chavales de la misma hicieron un equipo que titularon el Asfaltino”.
Y también alguna anécdota de Rumbold, el entrenador austriaco del Sporting en 1947:
“Hay que decir que Rumbold era demasiado buena persona para dedicarse a entrenador de futbolistas. No exigía sino que parecía pedir las cosas por favor. Exponía, razonaba, pero ciertos oyentes no tenían las entendederas lo suficientemente dispuestas como para asimilar los razonamientos y precisaban más bien un látigo verbal a fin de que hicieran lo que era su obligación. Había algunos jugadores sidreros, es decir, que bebían bastante sidra, lo cual no era extraño cuando los futbolistas no se cuidaban como hoy. Por eso Rumbold, conociendo tal debilidad, cuando dirigía los ejercicios físicos propios del entrenamiento, refiriéndose a los que habían bebido buena cantidad de sidra, y que ahora debían doblarse por la cintura, peligrando que devolvieran la sidra contenida en el estómago, les decía: ‘No flexionar del todo, no flexionar del todo, que podéis inundar el campo con la sidro, con la sidro’.
DdA, XXI/6.027
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