jueves, 12 de junio de 2025

MEMORIAS MILITANTES DE VÍCTOR CLAUDÍN CONTRA EL OLVIDO


A este Lazarillo le parece un libro imprescindible, sobre todo para memorias septuagenarias, este del escritor, periodista y más Víctor Claudín, del que llevo leída con gusto la mitad. Lo será aún más para quienes compartieron con el autor similares derroteros durante la dictadura y muy parecidos criterios acerca de la santificada transición. Somos de aquellos que en su día pensamos que la alternativa para una España democrática era una República Federal. Pudo más la reforma que la ruptura y durante cincuenta años no hemos dejado de notarlo hasta los días de hoy. Pruebe quien quiera recordar lo vivido o alumbrar la historia de de este país con estas memorias abundantes. Tal como dice Valentín Martín, se trata de una prosa barojiana y emocional, dando voz a una trayectoria biográfica que se lee como una novela torrencial y sin cautela, donde un hombre atraviesa años y sagas hasta encontrarse el autor consigo mismo y desnudarse. Se titula "Contra el olvido" y Víctor Claudín lo logra, al menos hasta donde llevo leído.


Claudín según Claudín

Valentín Martín

Hablo de Víctor, el Bolita del Paseo de los Melancólicos que tuvo mala pata y un miembro normalito. Del que se ha pasado la vida intentando ser buena persona sin darse cuenta de que lo es desde su nacimiento, aunque llegase al mundo de nalgas y con la rebelión incorporada. Esa insurrección que fraguó enseguida un muchacho comunista enamorado del anarquismo transitando compromisos, clandestinidades, cárcel, y lucha, todo ello conviviendo con el teatro, la música, la cultura que aún hoy sigue hablando en sus libros tan apasionantes.

Hablo de Víctor pero sin perder de vista a Claudín, un apellido que inevitablemente remite a lo que Rodolfo Serrano llama en una de las citas que convocan a este libro "el tiempo en que fuimos inmortales."

En esa inmortalidad está Fernando, el comunista español que discutió con Santiago Carrillo y perdió, aunque tuviera razón en su visión política de este país después de perder una guerra y ganar un futuro.

Hablo de Victoriano, el padre topógrafo a quien Víctor quizás descubrió tarde. 8 años de cárcel duelen también más si tardan en saberse. Un padre que recibe aquí la voz del hijo como si este quisiera ajustar aún más las cuentas sentimentales que les siguen uniendo desde el uno y otro lado de la vida.

Hablo del miedo natural de la madre que nació para ser princesa y se enamoró de un vencido, por eso quizás carraspeó hasta el día de su muerte, tan llena de olvidos. La madre que cuando de madrugada oía subir el ascensor con el temor a que parase en su piso y oír lo que María del Mar Bonet cantaba: "esta gente ¿qué querrá"? El apellido Claudín nos remite a quien no sólo conoció nuestra historia reciente, sino a quien estuvo dentro de esta historia.

Hablo del abuelo y sus meneos a la liturgia de la palabra: checoooos, cheeecooos, cheecooslovacos...

Entre estos y otros paisajes humanos nació Víctor Claudín, el hombre que creció muy deprisa, hasta casarse y salir de España a la misma edad que yo salí del seminario: 18 años. No es mucha la diferencia, aunque nos separe algún tiempo: lo nuestro, lo de los dos, fue una huida hacia adelante, como luego hizo el Borbón al traicionar a Franco.

Víctor Claudín ha escrito un libro de memorias. La suya, la de muchos de nosotros, y la de este país que ahora mismo sigue desmemorizado, y quizás con la tentación de desandar lo andado.

Víctor Claudín ha escrito un libro y lo ha hecho sin pudor y con coraje al bautizarse emigrante interior, exiliado, mujeriego, cocainómano, alcohólico, feminista, militante, dinamizador cultural, productor, periodista, amante, ecologista, y siempre escritor. Un escritor que en este libro de memorias abundantes se muestra con una prosa barojiana y emocional. La consecuencia es que el libro se lee como una novela torrencial y sin cautela, donde un hombre atraviesa años y sagas hasta encontrarse consigo mismo y desnudarse.

Pero mucho antes el lector ya se ha dado cuenta de que "Contra el olvido " no es un libro de peripecias personales, sino también una invitación a las interrogantes. ¿Cuándo empieza la vida? Quizás, merodeando las confidencias de Víctor, cuando tira de su propia manta y todo empieza a tener sentido en aquellos veranos de pueblo donde siente que no pertenece a nada ni a nadie: la libertad. Quizás en aquel primer amor, o en los capítulos de una novela donde está ya el escritor. O cuando un oficial de Cartagena le enseñó a nadar en el mar.

Víctor Claudín ahora mismo no sabe si ha sido feliz (¿y quién lo sabe, quién?), pero está seguro de que no puede quejarse. Y de que su última vida con Chus no la cambia por nada.

Su vida, la de Víctor Claudín, está hasta las cejas de honestidad. Cuando militar era jugarse la vida, militó. Cuando su lucidez le empujó a dejar una militancia por su desacuerdo con el partido, abandonó esa militancia, pero jamás dejó el compromiso.

Al cerrar el libro, uno piensa muchas cosas. Pero sobre todo una que define al hombre y al escritor: este es Víctor Claudín que jamás tuvo la vida desierta. Y que en la tarde de esta vida se hace a sí mismo una pregunta en la que participamos todos: ¿Nos leen nuestros hijos? Entendiendo por hijos, a la manera de Arthur Miller, todos los de las nuevas generaciones, en el caso de Víctor Claudín y este libro, si la respuesta es No, ellos se pierden una pasión.

Y acudiendo de nuevo a aquella María del Mar y a nuestra querida Elisa Serna, si no leen a Víctor Claudín en "Contra el olvido". ¿Esta gente qué querrá?

DdA, XXI/6.010

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