lunes, 2 de junio de 2025

JOSÉ MARÍA GUZMÁN NUNCA SE FUE


Valentín Martín

A las 8 de la tarde de cada sábado, año tras año, cientos de seminaristas acaban las clases de literatura en las que aprendían que Cela era bueno, pero mejor Cunqueiro, lo que pasaba era que Cunqueiro había nacido muy vago. Antes de las 8 de la tarde, los seminaristas estaban más pendientes de la camioneta que llegaría al patio con los encargos. Si la camioneta dejaba un saquito con rollos para el proyector, empezaba la curiosidad. ¿Película o nodos? Porque a veces no había ni un Molokay para llevarse al domingo, sino un nodo tras otro. Si les esperaba una sesión de cine sin historia de amor, a ver cómo ser felices entre los helechos sin imaginarse una novia como Hedy Lamarr, o un cura golfo como Balarrasa, militar y anarquista.
Por los altavoces de los altos dormitorios sonaba la música de América del Sur, las canciones se desparramaban por los cinco campos de fútbol donde la furia de los muchachos quería cerrar la puerta a la nostalgia. Y sin embargo, sucedía lo contrario cuando se oía Molendo café, de Hugo Blanco, o el Adiós muchachos, de Gardel. Definitivamente, el programador musical andaba muy pez en cuestiones de estados de ánimo. ¿Por qué no poner a José Maria Guzmán que había nacido el último día de febrero de un año bisiesto y abandonó el violonchelo para hacerse un músico tan amplio que en él se cultivaba -pongamos un ejemplo- el apogeo de Cela junto al realismo mágico de Cunqueiro? José María Guzmán lleva toda la vida demostrando que debajo del asfalto están los sueños y encima, también.
Ahora nos regala un video clip para abrir boca de la seducción que viene después. Esto no es un nodo, es una dosis del vino quina que daban las madres para despertar el apetito.
No podemos decir que el viento musical de José María Guzmán de la vuelta y nos devuelva a aquel bachiller que empezó cantando y tocando el bajo en los años 60, cuando todo parecía posible, y cuajó inevitable en los 70 con Solera. Guzmán nunca atardece. Hoy tiene la pujanza de ayer quizás porque su mejor amigo es él mismo. Así que así estamos con un músico rodeado de admiración, cariño, respeto, y la misma seducción sobre los jóvenes que en las tardes de los sábados esperaban la vida.

DdA, XXI/6.003

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