Félix Población
Hace ya bastantes años que tuve oportunidad de leer una de las primeras ediciones del libro La religión al alcance de todos, del que es autor Rogelio Herques Ibarreta. El autor, una personalidad muy peculiar sobre la que bien podría escribirse una novela, había nacido en Sahagún de Campos (León) en 1843 y se suicidó en Montecarlo en 1888, después de asesinar a su hermano y a su cuñada por asuntos derivados de la herencia familiar.
La edición del libro que consulté, por el que Herques Ibarreta fue excomulgado, forma parte de la biblioteca del Centro Documental de la Memoria Histórica (antes Archivo General de la Guerra Civil), producto del expolio que los vencedores de la Guerra Civil hicieron en las bibliotecas de los centros de cultura republicanos, logias masónicas, sindicatos, partidos de izquierda, ateneos libertarios, etc. Su autor fue tan respetado en su tiempo en los ámbitos progresistas, anarquistas y librepensadores como denostado en los reaccionarios y religiosos.
Bien se puede asegurar que en pocos de esos lugares faltaba el libro mencionado, considerado de los primeros libros ateos (si no el primero) de España y cuyo éxito editorial fue notable desde su publicación, que aunque se dice que data de 1887, se remonta a unos años antes. Tengo constancia de ello en el propio ejemplar que consulté, publicado por la editorial Maucci de Barcelona, y que lleva un prólogo de José Nakens, amigo del autor y director durante más de cuatro décadas del semanario El Motín (1881), una de las publicaciones anticlericales más populares de la época, que sólo murió con el fallecimiento de su director en 1926. En este prólogo dice el autor que fue él quien, posiblemente entre los libros y folletos que editaba su semanario, publicó en 1883 La religión al alcance de todos. Esta puede ser la razón de la editorial barcelonesa para que le encargara a Nakens el prólogo de la obra del escritor leonés algunos años más tarde.
Se ha llegado a decir que el
libro tuvo hasta veintiuna ediciones en los primeros ocho años, todo un éxito
en correspondencia con el asunto tratado y la urgencia de una empresa de ese
carácter en aquella España de la Restauración alfonsina, muy lastrada por la
intolerancia, la ignorancia y el fanatismo. También se dice que se llegaron a publicar
con el tiempo medio millón de ejemplares de la obra, un dato que no le debió
pasar desapercibido a la editorial Júcar de Gijón cuando, una vez iniciada la
Transición, sacó la que durante un tiempo fue la última edición, impresa en 1978.
Gonzalo Puente Ojea considera,
en el prólogo a la obra de Fernando de Orbaneja Lo que oculta la Iglesia, que
en cualquier otro país que no sea el nuestro, de talante más libre y mente más
despierta, el ensayo de Ibarreta se habría hecho "el omnipresente contra-catecismo
que hubiera alimentado la reflexión de los españoles dispuestos a pensar por su
cuenta y sacudirse las orejeras con las que la Iglesia y sus secuaces ciñes sus
oídos y los ojos de nuestros conciudadanos desde su más tierna infancia. Pero no en vano la Iglesia ha
luchado siempre encarnizadamente por potenciar todos los resortes de la
ignorancia. Modestamente, y con indudable sentido del humor, nuestro autor
ofrecía su libro "A los habitantes de las aldeas", sin imaginar que
la actual sociedad cosmopolita, esa "aldea global" de la que hablan
los agentes mediáticos siguiendo a McLuhan, continúa siendo, muy especialmente
en los países hispánicos, una sociedad de aldeanos ignaros y fanáticos
consumidores de ancestrales leyendas y mitos religiosos. Aun con las
limitaciones que imponían los conocimientos de su tiempo, Ibarreta nos ha
legado análisis valiosísimos, y supo anticiparse, en la formulación de tesis
nodales y perspectivas decisivas para la crítica bíblica, a lo que más tarde
presentarían y elaborarían Wellhausen, Gunkel, Lietzmaian, Weiss, Wrede,
Schweitzer, Bousset, Loisy, Bultmann, Brandon, Maccoby y tantos otros. Su
estilo claro y sencillo, acorde con un buen sentido admirable y siempre
convincente, hace de su ensayo un logro excepcional”.
Si es de estimar la
valoración de quien fuera fugaz embajador en El Vaticano del primer gobierno
del Partido Socialista en 1982, no lo es menos la que hace quien fue primer
prologuista y editor de La religión al alcance de todos en la edición de Maucci
a la que he aludido. Se refiere José Nakens en ese prólogo al día de verano, al poco de comenzada su trayectoria como director del semanario anticlerical mencionado,
en que el periodista, pintor y crítico de Jacinto Octavio Picón, bibliotecario entonces de la Academia Española
(elude Nakens lo de real por su conocido republicanismo), lo fue a ver
“acompañado de un sujeto de porte distinguido que traía un libro en la mano”. El
sujeto era don Rogelio Herques Ibarreta, recién llegado de Estados Unidos
después de residir allí unos años, y del libro se había hecho una pequeña edición
para regalar a sus amigos y a los escritores que en España combatían el
clericalismo.
“Me entregó Ibarreta el libro
-escribe Nakens-, en el que había puesto una dedicatoria muy expresiva, le
ofrecí leerlo inmediatamente para hablar de él en el próximo número de El
Motín, y quedó en volver, pues tenía gran interés en conocer mi opinión”. Acto
seguido, don José se puso a la tarea y a las cinco o seis páginas quedó
convencido de lo pertinente del título, habida cuenta la claridad y sencillez
del estilo, al alcance de todas las inteligencias. Una vez leídas tres cuartas
partes de la obra llegó a la conclusión de no conocer otra “que ilumine como ésta las conciencias con la luz de la
verdad”.
De inmediato, el director de El Motín solicitó el permiso del autor para hacer inmediatamente una edición de 6.000 ejemplares, permiso que constaba en el propio libro. La tirada se hizo en dos tomos, sin que pocos de los que adquirieron el primero se quedaran sin leer el segundo, por lo que en menos de cuatro meses fue preciso una segunda edición. Incide Nakens en los muchos ejemplares vendidos en las repúblicas sudamericanas, sobre todo en Cuba, con dos pedidos de mil ejemplares a La Habana: “El número de ejemplares vendidos por El Motín hasta hoy -escribe su director- pasa de 70.000. Uniendo a estos los que otras casas editoriales han tirado, puede asegurarse que es el libro en esta clase que ha alcanzado mayor éxito, habiendo contribuido a él, justo es reconocerlo, y decirlo, y agradecerlo, los obispos que lo anatemizaron y prohibieron su lectura desde que lo conocieron, y furioso celo con que curas y frailes lo condenaron desde el púlpito”.
También es de mencionar, en esta edición de Maucci, la advertencia que el autor del libro escribe, en la que después de no considerarse literato ni hacer del escribir un negocio, subraya el atraso y fanatismo en que se halla España, saliendo al paso de quienes pudieran argüir que la sociedad se desquiciaría si se destruyera la Iglesia, "por mal nombre cristiana". Los principios inmutables de la moral y la justicia no son propiedad exclusiva de ninguna religión, sostiene Ibarreta, que responde con la propias palabras de Jesucristo: No he venido a destruir la ley, sino para que se cumpla (San Mateo, cap. V, vers.17): "Sí , nosotros venimos igualmente a que se cumplan los Mandamientos de Cristo. Con ellos encabezamos y ponemos fin a esta obra. Lejos de quererlos destruir, nuestro único objeto es que todos los conozcan; grabarlos, si posible fuese, en el corazón de todos nuestros semejantes".
DdA, XXI/6.005
No hay comentarios:
Publicar un comentario