martes, 13 de mayo de 2025

GRITOS CON CITA Y GLOSA (XXVI): LA VERDAD DE LAS LÁGRIMAS O LUCHAR PARA NO MORIR



José Ignacio Fernández del Castro

«¿Qué oscura fuerza, madre, o qué te determina?.
Algo hay, sin duda, cuando ya no oigo tu celeste gravedad.
No, y era un río tu cuerpo.
No, y la manzana de tus ojos.
Pregunto tocando los contornos,
la piel espesa de la noche
y si respondes no es tu voz, sino otra dura.
Nunca te he tenido mía, individual,
saliéndome tú del cuerpo, sino cóncava como una iglesia,
profunda como una nave,
madre como el mar.
Lloras y tus lágrimas caen como torres derribadas
una a una en Guernica, en Teruel,
en el Bajío de mi patria donde diariamente
un campesino cae o un maestro queda ciego.
Como tu llanto por la nieve sangrienta de Smolensk,
como en cada joven sin labios caídos sobre el hemisferio.
No recuerdo si rezabas y no sé, creo que no.
San Andrés de la Sierra era tu poesía
y desde ahí soñabas como hijos, un músico, un pintor…
No recuerdo si junto a mí, en la penumbra de una habitación,
rezabas algo; y no, no quiero recordarlo;
una vez caíste de rodillas. Me llevaban preso.
Levanta tu enorme rostro gigantesco
donde ha penetrado el mármol y crecen las flores.
Abre los huesos de tus ojos
donde cada ocho días penetra el agua de jardinero.
Estamos aquí compareciendo ante la luz.
Ya tus lágrimas triunfan.»
 José REVUELTAS SÁNCHEZ (Santiago Papasquiaro, Durango, México, 20 de noviembre de 1914 — Ciudad de México, 14 de abril de 1976): “La cosecha”, escrito en Mayo de 1942 y recopilado en la Tercera parte: Poemas de  Las cenizas (Obra literaria póstuma), 1981; incluido luego en el volumen independiente El propósito ciego (2009), que recoge toda su poesía.  

En último extremo los sueños de la humanidad, como nuestros propios sueños, nunca triunfan porque siempre apuntan ese horizonte, algo que está necesariamente más allá, siempre un poco más allá, como señalaban Benedetti y Galeano... Porque ante los sueños venturosos, aquellos que alientan el bien común, la búsqueda de una emancipación universal, nuestros logros personales y colectivos languidecen inevitablemente, se marchitan, palidecen... Y acaban por provocarnos más desencanto que entusiasmo.

Por eso la única verdad, la única verdadera redención, la única esperanza redentora, está en las lágrimas vertidas por quienes nos precedieron en la lucha por los sueños de la humanidad ante los incesantes desastres de este mundo (desde los conflictos postcoloniales eternos, como el indopakistaní por Cachemira que ahora renace, a los traslados forzosos de personas, como esas “autodeportaciones económicamente incentivadas” que son la última ocurrencia del trumpismo, pasando por todas las hambrunas que el mundo son, las crisis estructurales o episódicas que nos sacuden, la desigualdad socioeconómica insoportable…)Porque esas lágrimas (como nuestras propias lágrimas para las generaciones venideras) son el alimento de las resistencias ante el oprobio permanente (el de ayer, el de hoy, el de mañana), el estímulo para la voz disidente ante ante el discurso legitimador del amo (que llena de palabras mercenarias cada página de los medios de comunicación, o se proyecta en porras y togas en las calles y los tribunales).

Del impulso, en fin, de toda voluntad de lucha ante la barbarie y de toda necesidad de decir/denunciar frente la legitimación de una desigualdad injusta… Así que, más allá de los resultados concretos, estamos realizando el triunfo de las lágrimas de quienes nos precedieron.
Y es un consuelo. Porque dejar de luchar es empezar a morir poco a poco.

DdA, XXI/5.986

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