Es indudable el provecho que a la capacidad creativa del ser humano aporta el desarrollo de la imaginación en el primer periodo de la vida, cuando más viva está la facultad de imaginar. Si por algo se ha caracterizado la niñez a lo largo de las sucesivas generaciones es por esa capacidad, fomentada sobre todo por la lectura y cuantos aportes educativos contribuyan al cultivo de la sensibilidad entre los menores, cuando más a flor está su crecimiento. Tal como se dice en el siguiente escrito, publicado en el diario El País, el abusivo uso del teléfono móvil entre niños comprendidos en la franja de edad que va nada menos que desde los cuatro a los doce años, está originando serios trastornos en su salud física y mental. Nos consta, a las generaciones que nos criamos sin esa herramienta hoy imprescindible, que las vivencias experimentadas en la niñez tienen una honda y marcada perduración en la memoria. ¿Qué recuerdos vivenciales les quedarán a esos niños afectados ya física y mentalmente por esa infancia robada por el móvil? ¿Qué puede originar esa orfandad en su porvenir?
Inés Piquer Amorós
Según recientes estudios, la mayoría de los niños de entre 4 y 12 años pasan un excesivo número de horas delante de una pantalla con consecuencias nefastas en su salud física y mental. Sustituir los característicos juegos en los que tan presente ha estado siempre el movimiento, la imaginación y la socialización por actividades sedentarias, estereotipadas y solitarias supone privar a la infancia de su esencia. Es en esta etapa cuando se forja la personalidad posterior del individuo. Necesitamos devolver a la fugaz niñez esas experiencias que, aunque sean pasajeras, perduran en el ser toda la vida. La mirada del niño es capaz de llenar el mundo cotidiano de seres y lugares fantásticos sin la necesidad de una pantalla que los proyecte. ¿Quién no ha hecho hablar alguna vez a una cuchara y no ha visto en las nubes maravillosas carrozas?
DdA, XXI/5.977
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