Dado el enfado que ocasiona al Estado de Israel que lo califiquen de genocida, como hizo el Presidente del Gobierno español, estima el autor que una solución podría ser pedirle al Gobierno de Netanyahu que, para evitar el sufrimiento lógico que conlleva que te llamen genocida, Israel dejase de asesinar a decenas de niños a diario.
Gerardo Tecé
Israel ha convocado a la embajadora española en Tel Aviv. Convocar a un embajador para darle una reprimenda es considerado en el mundo diplomático como el mayor castigo posible antes de la expulsión. Los estados democráticos como Israel convocan embajadores en lugar de expulsarlos directamente porque existen normas de civismo que toda sociedad occidental que se precie debe respetar. Como dice el refranero israelí, primero dejas a los niños sin comida y luego los bombardeas. Sin protocolos, seríamos bárbaros. El motivo de este nuevo conflicto diplomático entre España e Israel son unas palabras del presidente del Gobierno Pedro Sánchez. En respuesta parlamentaria a una pregunta del diputado de ERC Gabriel Rufián, el líder del Ejecutivo español aseguró que “nuestro país no comercia con ningún Estado genocida”. Quienes escuchábamos esta intervención entendimos perfectamente que las palabras de Sánchez eran una enmienda a la totalidad a las palabras de Rufián. Teniendo en cuenta los 46 contratos armamentísticos concedidos por España a Israel desde el comienzo del genocidio, solo había que aplicar la lógica más elemental para entender que el presidente quería decir que no consideraba al Israel con el que comerciamos como un Estado genocida. En Israel, por algún motivo, lo entendieron de otro modo. Fue escuchar la palabra “genocida” y darse por aludidos.
No es la primera vez ni será la última que Israel sufre un enorme disgusto por una situación como esta. Es habitual que haya personas –incluyendo judíos– que califiquen lo que está haciendo Israel con el pueblo palestino como un genocidio. Es una conclusión a la que estas personas llegan basándose en pequeños detalles. El asesinato en año y medio de al menos 70.000 civiles –20.000 de ellos niños–, el desplazamiento forzoso de millones, la destrucción de sus casas, de sus hospitales o las masacres contra campos de refugiados de quienes huían de las bombas son algunos de ellos. Mientras la embajadora española se dirigía en coche oficial a la cita con el Ministerio de Exteriores israelí para explicar que todo esto se trataba de una terrible confusión, que el presidente no se explicó correctamente, la lista de víctimas palestinas se actualizó sumando otras 115 muertes en esa jornada. Israel había bombardeado la localidad de Jan Yunis acabando con un buen puñado de vecinos, muchos de ellos niños y dejando fuera de servicio el único hospital que quedaba en la zona. “En ningún caso España considera que Israel sea un Estado genocida”, practicaba la embajadora su speech mientras escuchaba la noticia parada en un semáforo.
Más allá del problema que tienen los palestinos por estar siendo masivamente eliminados, asunto que ya afrontará la comunidad internacional a su debido tiempo, parece urgente tomar medidas que frenen estos exabruptos que tanto molestan al Gobierno de Israel. Tal vez la solución pasaría por la organización de una cumbre que aborde el asunto de estas agresiones en forma de calificativos gruesos. Los líderes mundiales podrían poner sobre la mesa diferentes propuestas que deberían ser estudiadas por las delegaciones presentes. Una solución podría ser pedirle al Gobierno de Netanyahu que, para evitar el sufrimiento lógico que conlleva que te llamen genocida, Israel dejase de asesinar a decenas de niños a diario. Una medida como esta ayudaría bastante a que, de una vez por todas, se mitigara la intensidad de esos gravísimos calificativos que, nadie lo duda, duelen muchísimo en el seno de la administración Netanyahu. Otra opción a estudiar sería la de aceptar con orgullo que en esta vida uno es lo que uno hace. Que Israel, libre por fin de complejos y ataduras morales, saliese de la cumbre con la cabeza bien alta declarando que sí, que es genocida y a mucha honra. Otra posibilidad, también a estudiar, consistiría en dar un paso más en la lucha contra el terrorismo usando su potentísimo sistema de inteligencia para detectar a todos aquellos ciudadanos que, desde distintos puntos del mundo, califican a Israel de Estado asesino y asesinarlos para que dejen de hacerlo. Todas las soluciones serían respetables, válidas y eficaces para acabar por fin con este terrible y urgente problema que sufre el Estado de Israel. Todas excepto cometer un genocidio y molestarte cuando te llaman genocida.
CTXT DdA, XXI/5.991
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