viernes, 11 de abril de 2025

LOS OLVIDADOS DE 1937 Y 1939, ANTONIO MACHADO Y EL CINE


Félix Población

En el verano de 1937, entre los meses de julio y octubre, un total de 60.000 asturianos salió de su tierra por vía marítima, huyendo de la represión de las tropas sublevadas en 1936, incluyendo los dos millares de niños y niñas evacuados hacia la Unión Soviética y otros países en el mes de septiembre. Los olvidados de 1937. El exilio republicano asturiano (ed. Antonio Muñoz Sánchez/Ramón García Piñeiro) es un libro de sumo interés que recoge este capítulo de nuestra historia, que estaba pendiente, y que procede de las ponencias presentadas hace algo más de dos años sobre el exilio republicano en la mencionada región.

Tal como se señala en la introducción de esta obra, el lacerante desdén  de Asturias por sus exiliados de la Guerra Civil es una rareza en la España de las autonomías, al lado de los estudios, censos y exposiciones que se realizaron en buena parte de ellas. "La omisión del Principado a la hora de impulsar una política pública de gestión del pasado -leemos- hubiera convertido a la Asturias del siglo XXI en la aldea de Astérix de la desmemoria histórica de no haber sido por el impulso de la sociedad civil". Y eso que los republicanos asturianos no sólo tuvieron que salir de su país dos veces (1937 y 1939), sino que una minoría ya había tenido que hacerlo tras la llamada Revolución de Asturias de 1934.

De entre los episodios más dramáticos y dignos de recordación acerca de los refugiados republicanos que salieron en octubre de 1937 de los puertos asturianos a la desesperada, en la fechas previas a la ocupación de la ciudad de Gijón y a la caída, por consiguiente, del frente norte en poder de las tropas nacionalistas, la del crucero Southampton de la Royal Navy bien merecería un guion cinematográfico. 

Al frente de este buque se encontraba el contralmirante inglés encargado de vigilar el cumplimiento, por parte de la patrulla naval británica en el mar Cantábrico, de los acuerdos del Comité de No Intervención en la Guerra de España por parte de los gobiernos democráticos, cuya actitud contribuyó decisivamente a la derrota de la Segunda República, pues no ocurrió lo mismo con las dictaduras nazi-fascistas que respaldaron a los sublevados.

Se encontraba el crucero más allá de las tres millas, frente al litoral asturiano, por si entre las embarcaciones de todo tipo en las que abandonaron su país los refugiados se avistaban náufragos que requirieran auxilio. Los encontró la tripulación del crucero cuando creyó ver una especie de navío fantasma, sin que ninguna persona se distinguiera en su cubierta. 

No fue hasta el momento en que uno de los tripulantes de aquella embarcación con el motor averiado y un velamen improvisado a base de colchas y telas varias, advirtió la bandera inglesa en el crucero, cuando fueron apareciendo hasta 280 milicianos republicanos, ocho mujeres y dos niños entre exclamaciones y gritos de júbilo que, unos instantes antes, eran sentimientos de temor y angustia ante la posibilidad de que el crucero británico fuera el crucero faccioso Almirante Cervera, encargado de capturar a los barcos de refugiados republicanos. 

El del Southampton fue el último pasaje que llegó a las costas de La Rochell procedente de Asturias, después de que los milicianos fueran desarmados y fuera hundido a cañonazos el pesquero Mary-Tere, que había sido patrullero militar durante la guerra en Asturias. Luego de ser desembarcados y atendidos los casi tres centenares de refugiados, entre los que tres fueron ingresados en hospitales franceses, el resto partió en un tren especial hacia España a través de la frontera de Cataluña. 

Sólo dos de aquellos náufragos eran niño entonces, por lo que cabría la remota posibilidad de que hubiesen sobrevivido hasta tiempos relativamente recientes. Lo cierto es que, a falta del testimonio oral de quienes vivieron aquella azarosa travesía que bien pudo acabar con la vida casi 300 seres humanos, sí hay documentos en la que consta la historia del Southampton y el pesquero Mary-Tere. 

Cada vez que reviso los datos de esta historia, así como los de todos aquellos barcos de refugiados que salieron de los puertos de Asturias para evitar las cárceles o la muerte, con las que muchos de sus ocupantes se habrían enfrentado de no abandonar su tierra, pienso en la carencia de un cine de creación que haya tratado de recrear tanto esa como la segunda y más numerosa diáspora de 1939 a través de la frontera francesa. 

Si un personaje, de entre todos aquellos miles de ciudadanos abatidos que abandonaron España en el más duro invierno de sus vidas, puede personalizar aquel drama sería el del poeta andaluz Antonio Machado, al que me parece que el cine español debería tributar al menos la misma dedicación que tuvo para con Federico García Lorca y Miguel de Unamuno, si bien en el caso de la película de Amenábar no queriendo entrar de modo flagrantemente elusivo en las extrañas circunstancias de la muerte de don Miguel.

¿No hay entre los productores de cine y la progresía de nuestros cineastas alguno que se sienta atraído por la vida y muerte del poeta de Campos de Castilla, del que en 2025 se cumplen los 150 años de su nacimiento? En torno a la personalidad de don Antonio se podría articular un guion que tuviera en cuenta el dramático marco histórico en el que discurrieron los últimos meses de su existencia en compañía de la de miles de compatriotas. Estoy convencido de que en cualquier otro país de nuestro entorno esta historia ya habría sido contada en la pantalla.

PS. Me acabo de enterar del ingreso simbólico de Antonio Machado en la Real Academia Española de la lengua con un siglo de retraso. Recuerdo haber estado en 1977 en un acto simbólico de ingreso del mismo poeta que tuvo lugar en la calle, en las proximidades de la docta casa. La docta casa, por docta que sea, es muy lenta de andadura.

DdA, XXI/5.957

No hay comentarios:

Publicar un comentario