Es muy posible que el retorno de Ana Rosa, después de su fracaso vespertino, a la programación televisiva de la mañana sea en muy poco tiempo el comienzo de su definitiva jubilación como presentadora, incluso teniendo en cuenta que en ninguno de los canales generalistas de televisión se ofrece actualmente un programa con una mediana dignidad en esa franja horaria. El acabamiento profesional de esa señora puede que tenga, en su declive, espectáculos tan sonadamente deplorables como el ofrecido ayer con la presencia de un Donald Trump de pega y la presidenta en vivo y en directo de la Comunidad de Madrid, anunciando que Pedro Sánchez la quiere matar. Con esa farsa nos ha pretendido decir Ana Rosa que el futuro es de los suyos, pues a un Trump victorioso en la Casa Blanca, promoviendo xenofobia y una absurda guerra de los aranceles, le seguirá una Ayuso triunfal que más pronto que tarde acabará con Feijóo como acabó con Casado para aspirar y conseguir la presidencia del gobierno, tal como auguró ese Trump caricaturizado. El espectáculo televisual ofrecido en el plató a modo de editorial escénico fue, obviamente, bochornoso, pero a lo peor podría ser el de la España que viene si no andamos listos.
DdA, XXI/5.899
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