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Ana Cuevas
En un mundo cada vez más extraño y hostil para todos los seres vivos, en el que se penaliza la empatía y la solidaridad, es complicado encontrar personas que sacan tiempo y energía para rescatar y proteger a nuestros hermanos de cuatro patas.
Hay quién dice que podían dedicar esa bondad a otras causas. ¿Y quién dice que no lo hagan?
El compromiso con los vulnerables no entiende de razas, nacionalidades o especies.
Es un impulso que surge de corazones generosos como los de las mujeres y hombres de ADALA, una asociación de voluntari@s de Zaragoza que se deja la piel en los huesos para dar una segunda oportunidad a esos adorables peludos.
He luchado, siempre con la paz y la palabra, en muchos frentes: ecologistas, sociales, sindicales...
Sin embargo, cuando mi mundo se ponía patas arriba y nada parecía tener sentido, me esperaba en mi casa la mirada noble de mi perro, su compañía incondicional, amor en estado puro.
Un bálsamo contra la extrañeza que nos impregna un planeta que anda desnortado y a la deriva.
Los amores perros, o gatos, nunca te traicionan ni decepcionan.
Son una tabla de seguridad en medio de la el tempestad.
Amarlos nos hace más y mejor humanos
Mil gracias a tod@s las personas que lo entienden y se esfuerzan porque su vida sea digna.
Dignificáis nuestra especie. Falta nos hace.
DdA, XXI/5.891
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