Lazarillo
Habrá quien lo considere todo un hallazgo deslumbrante por la creatividad de su diseñador: hacer del edificio del antiguo instituto Jovellanos, hogaño centro de cultura de la villa, una encendida caja de regalo. Para este Lazarillo es una horterada más que complace a la alcaldesa de Gijón, compartiéndola como una colegiala en su muro para ser agasajada por sus fieles. Echa de menos este Lazarillo que con el encendido de la luminotecnia multicolor de las fiestas navideñas, que a este paso puede que alguna vez se adelante al final de la temporada estival, doña Carmen no recurra a la bendición confesional con hisopo y sotana o alzacuello, similar a la que se oficia desde la balaustra de la iglesia de San Pedro como inicio de la temporada veraniega. A falta de otra felicitación, vaya para ella esta de Félix Maraña, que glosa como acostumbra en lo que ha convertido el capitalismo desbocado de nuestros días las fechas de una efeméride cristiana llamada a predicar la fraternidad entre todos los seres humanos, que tan necesitados andamos de ella en tiempos como los que corren.
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