Lazarillo
Esta misma mañana, oliendo a lluvia junto al Tormes, hice un descanso en sus orillas para leer versos, como acostumbro, pero se me fueron los ojos hacia la niña de apenas cuatro o cinco años que quería aprender a andar en bici con la ayuda de su padre, en el mismo lugar en que hice lo mismo con mi hija hace un cuarto de siglo. Las palabras y los gritos tenían el mismo aliento, eran similares las risas y el escenario fluvial, vegetal y boscoso apenas había cambiado. Desde que hay bicicletas haciendo caminos al rodar, se repite parecido aprendizaje. Esa primera sensación de rodar sobre el equilibrio no se pierde nunca. La de mi hija fue sentir que se le desbordaba la risa. Se comparó con el vuelo inicial de los vencejos para ganar su vida en el aire. El fotógrafo Robert Doisneau (1912-1994) captó en la espontaneidad de la imagen la trascendencia que tiene esa efímera y universal circunstancia, repetida generación tras generación, bicicleta tras bicicleta, mientras ruede la vida y nos muevan a celebrarla quienes hemos puesto en ella para vivirla, como sugiere la determinación de esta joven ciclista en la instantánea del gran fotógrafo francés.
DdA, XX/5.843
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