El poeta sevillano formó parte de las Misiones Pedagógicas republicanas. Aquí, en la localidad segoviana de Cuellar, en 1932, donde -como en otros lugares- trató de acercar a los lugareños al entendimiento del arte de la pintura. Con el recuerdo de este Lazarillo para el profesor Secundino Piñera Nava, allá donde esté, con el que tantas veces por el Madrid de los años setenta, siendo ambos estudiantes, compartí los poemas de Cernuda con la admiración propia de la mocedad.
Luis Cernuda
SI EL HOMBRE PUDIERA DECIR LO QUE AMA
Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.
Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.
Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.
DdA, XX/5.815
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