Raúl Solís
A Joan Coscubiela, ex secretario general de CCOO en Catalunya, ex diputado de ICV en el Congreso, no le ha gustado que Diario Red haya publicado una noticia en la que el enfoque elegido es que la nueva portavoz de Sumar, Verónica Martínez Barbero, fue alto cargo de Alberto Núñez Feijóo en la Xunta de Galicia.
La nueva portavoz de Sumar fue presidenta del Consello de Relacións Laboráis de la Xunta, un puesto para el que se debieron concitar tres voluntades. En primer lugar, la de Alberto Núñez Feijóo, que fue quien la propuso; después, la de las élites sindicales gallegas; y por último, la de la patronal. Feijóo propuso, los sindicatos y la patronal la votaron de forma unánime.
Los periodistas solemos decir que cuando un enfoque crea mucha controversia es que ese enfoque ha dado con agua. Es decir, que se ha publicado lo que muchos otros medios no se han atrevido o no han querido. La controversia se debe a que ese enfoque ha roto el aislacionismo social con el que los grandes poderes mediáticos tratan de ocultar la realidad en relatos favorables a los intereses de sus dueños. En Psicología Social de la Comunicación se dice que los medios de comunicación tienen la capacidad de hacer enfermar mentalmente a una sociedad cuando existe mucha distancia entre la realidad y lo publicado.
El enfoque elegido por Diario Red para informar sobre la sustituta de Iñigo Errejón no ha sentado tampoco nada bien en Izquierda Unida. Gonzalo Caro, destacado militante del PCE y profesor asociado de Ciencia Política en la Complutense, ha calificado de bulo la noticia. ¡Bingooooo, ha dicho buuuuulooo! Otros muchos miembros de CCOO y Sumar también han tachado como bulo la noticia, que ha corrido como la pólvora entre grupos de WhatsApp y Telegram.
Estaría bien que la izquierda tranquilizante, tan acostumbrada a ser mimada por la progresía mediática por inofensiva, cuando no funcional a los marcos conservadores, aprendiera la diferencia entre bulo y enfoque, entre el politiqueo y la política, entre la pluralidad y los narcotizantes ideológicos. “Somos tan plurales que tenemos a un comunista en la mesa de opinión”, se jactan los operadores mediáticos de la progresía, que siempre acaban a su vez siendo funcionales a la derecha y a la reacción. Es el capital, amigos comunistas de catecismo, rituales y misa diaria.
Pero el capital de verdad, no es la portada del libro del barbudo más mencionado y menos entendido del mundo. El capital significa poder y no hay izquierda posible que pueda cambiar nada si no disputa el poder a quienes lo ostentan, que son los capitalistas. Oligarca no es una palabra putinista. Àngels Barceló o Antonio García Ferreras parece que tienen poder, pero no son más que peones de los poderosos a los que sirven. Durarán en sus puestos el tiempo que sean útiles para la labor que fueron contratados. ¡Qué no se entere Florentino Pérez, que a Ferreras todavía le faltan unos años para jubilarse!
Bueno, que me voy por los Cerros de Úbeda, sin ser yo muy de cerros, que son gordofóbicos. Según la RAE, cuyos académicos no tienen pinta de ser asiduos lectores de Diario Red, un bulo es una “noticia falsa” propagada con un fin determinado. La entidad que limpia, fija y da esplendor dice que enfoque es “acción y efecto de enfocar”. Dicho de otra manera: encuadre, perspectiva, óptica o mirada.
Bulo es decir que Pablo Iglesias tenía una cuenta en Islas Granadillas con dinero enviado por Nicolás Maduro para financiar a Podemos. A pesar de ser un bulo, en La Sexta, en la Cadena Ser o en El País se difundió como si fuera cierto y ninguno de los comunistas ofendidos con Diario Red le pidió cuentas a Antonio García Ferreras, director de La Sexta, o a Pepa Bueno, que entonces dirigía el espacio más escuchado de la radio española. Es más, se sientan con Ferreras en las tertulias y se vuelven locos cada vez que suena el teléfono de ‘Al Bulo Vivo’ para preguntarles si pueden hacer un dúplex dentro de tres cuartos de hora. Lo dejan todo, porque al Tito Ferry no se le puede decir que no.
En verdad, poder se puede, como también se puede ser sindicalista sin hacerle genuflexiones a la patronal y acudir al rescate de Felipe VI tras los abucheos en Paiporta. Pero claro, yo no soy Unai Sordo ni Joan Coscubiela, aunque pague orgullosamente mi cuota al sindicato que fundó Marcelino Camacho y admire profundamente a muchos de los delegados sindicales que se baten el cobre por sus compañeros en el tajo, mientras sus dirigentes se pasean por Zarzuela como si fueran a heredar algunos de los jarrones de Lladró que decoran la sala de los besamanos reales. Las élites del sindicalismo de clase cada vez tienen menos clase, es lo que tiene provenir de la estructura funcionarial del sindicato y no de los centros de trabajo. El día que CCOO abra ese melón igual resuelve su gran problema.
Pero bueno, a lo que iba, que le atizo mucho a CCOO y me van a decir que soy peronista o falangista, vete tú a saber. Entender la diferencia entre bulo y enfoque no es difícil, el problema es que quienes solo saben mirar la realidad desde la óptica que les proporciona la progresía mediática no son capaces de ver más allá. O bueno, sí, seguramente sí pudieran ser capaces, pero ver la realidad al margen de lo que dice la progresía cuesta dinero, estatus y es muy laborioso. Y eso sí que no, antes mascota del poder que fuera de las tertulias. Ahora que lo pienso, qué mal negocio he hecho yo juntándome con estos de Canal Red, con lo bien que me vendrían a mí esos 200 o 300 euritos que pagan por tertulia. Súbeme el sueldo, coletas, que no me llaman de ninguna tertulia por juntarme contigo.
DIARIO RED
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