En el artículo que publica semanalmente el profesor Enrique del Teso en la revista Nortes, que este sábado lleva por titular La monarquía empieza a ser nuestra metáfora y cuya lectura íntegra recomiendo, sostiene el autor que la política española se va pareciendo cada más en su cutrez e irrealidad a la monarquía que nos tocó por decisión del dictador. Este país, afirma el firmante, debería parecerse más a la Constitución que a la monarquía, y los borbones deben seguir haciendo su oficio: ser irreales:
"Decía que la política se va pareciendo a la monarquía en la irrealidad, pero también en la cutrez. Que se enreden en la policía y el derecho a la vivienda a esos bodoques de desokupas, que quedan descritos en aquella frase de Martín Santos de «tierra apenas modificada», es pura mugre. Y no digamos el numerito de las derechas, que quieren sesión parlamentaria para el alucine de los inmigrantes y de repente les da el yuyu y cambian para el flipe de ETA, se desgañitan con fotos y desvergüenza por afrentas imaginarias a las víctimas, votadas por ellos, y juran con ademanes descompuestos que habían sido engañados y que, como a la Infanta cuando estuvo ante el juez, a ellos no les constaba, ellos no sabían, ellos no eran gente de letra y no habían leído lo que votaban (ni ninguna otra cosa). Todo irreal y cutre como la realeza. Por fin la monarquía empieza a representarnos.
La transición fue un conjunto de actos lúcidos, aciertos casuales, monedas al aire que salieron cara y miserias. La monarquía fue una de las cuatro miserias principales con las que se transitó a la democracia. La primera fue no tocar el dinero ni estatus de la oligarquía económica franquista, que en buena medida ahí sigue. La segunda fue no tocar más que lo justo los privilegios y anacronismos de la Iglesia, que sigue teniendo una presencia anómala en nuestra vida pública. La tercera fue el relato que se hizo de los crímenes, de la inmensidad de crímenes de la dictadura. No hubo un punto final, como en Argentina, que hubiera supuesto el perdón de esos crímenes, pero con la constancia de que fueron crímenes. Aquí parece que no hubo más crímenes que los de ETA, ni más víctimas que merezcan memoria que las de ETA; las mucho más numerosas víctimas de la dictadura (ETA no fue nuestra peor tragedia) pueden ser insultadas y despreciadas cada día. Y la cuarta fue la de no permitir que el Rey fuera un dictador, pero sí que viviera como un dictador y que el aparato del estado lo cubriera de impunidad y mentiras. Y así estamos.
La transición fue una gasa que no filtró del todo las aguas oscuras de nuestra historia profunda. La derecha nunca salió del tiesto franquista en que fue plantada y, sin llegar a abandonar su raíz de la dictadura, ya recibe el baño de la nueva ultraderecha internacional para que junten sus oscuridades los fascismos pasados con sus metástasis modernas. Habrá que repetirlo. Que Sánchez sea el límite de la democracia indica cuál ha de ser la prioridad y cuáles los frentes de las izquierdas y sin excusas. El país debe parecerse más a la Constitución que a la monarquía y los borbones deben seguir haciendo su oficio: ser irreales".
DdA, XX/5.795
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