Félix Población
Desde hace demasiados años para un país que aspire a la sanidad política, el nuestro viene siendo escenario de un mismo asunto que al común de la ciudadanía ya le hiede, si bien no parece que lo suficiente porque los resultados electorales son los que son. Me estoy refiriendo a la corrupción política, desde los tiempos de Juan Guerra, a la que se le ha unido la corrupción mediática con el cada vez más invasivo desarrollo de las patrañas. La corrupción política tuvo una indignada respuesta en las calles y plazas hace diez años, cuando el bipartidismo hegemónico encontró una contundente respuesta popular. Sin embargo, el partido político que recogería esa indignación ciudadana y recibió por ello un repentino e insólito respaldo en las urnas, no dejó de ser perseguido y acosado con todo tipo de patrañas desde la judicatura y el periodismo corrupto hasta lograr que se quebrara su unidad. Podemos quedó reducido a una mínima expresión, coincidente con el retorno del “y tú más” del bipartidismo corrupto que ya conocíamos decenios atrás y que tuvo su culminación en la persona del anterior jefe del Estado. Hoy mi amigo Noguera ha querido representar el estado de la cuestión con el emérito huido portando una bandera republicana. Creo que si del rey padre abajo la corrupción ha venido siendo y vuelve a ser la materia fundamental de la actualidad política durante décadas, el régimen que ha perseguido y acosado a base de bulos y law fare al único partido que no la tuvo en sus filas -hasta dejarlo con una mínima representación parlamentaria- sólo puede acabar difunto, si es que ya no lo está. Personalmente me produce grima y vergüenza ajena presenciar por televisión los debates que el bipartidismo corrupto vuelve a dirimir, mientras el planeta vive unos de los riegos de guerra mundial más preocupantes del último medio siglo, con la barbarie de un genocidio en Palestina diariamente en las pantallas de nuestros dispositivos de comunicación.
DdA, XX/5.798
No hay comentarios:
Publicar un comentario