Félix Población
En esto, mientras el Estado de Israel perpetra el mayor genocidio del siglo en curso, con un balance de asesinatos de menores insólitamente brutal, del que tampoco se libran las mujeres en la Franja de Gaza a lo largo de todo un año, y cuando todo parece indicar que ese mismo gobierno israelí ha iniciado una nueva invasión y masacre en Líbano, la recién investida presidenta de los Estados Unidos de Méjico es obviada por la mayoría de nuestros medios de información cuando declara lo que sigue, después de que como primera mandataria pidiera perdón en nombre del Estado por la masacre de estudiantes de la plaza de Tlatelolco en 1968: "El Estado tiene que pedir perdón por las atrocidades que comete el Estado. Esto enaltece a los pueblos, a las naciones".
No creemos que nunca el Estado de Israel siga el ejemplo de la presidenta mejicana, que también insistió en pedir al Estado español una disculpa pública por las atrocidades cometidas durante la conquista de aquel país. Sheinbaum Pardo dijo que entre algunos españoles y mejicanos existe la creencia de que España no tiene que pedir perdón -como piensa Vox-, pues afirman que los colonizadores vinieron a “salvar” a los habitantes de América y que lo que se vivió fue “el encuentro de dos mundos”. “No, no, no es así”, declaró la jefa del Ejecutivo, quien explicó que los colonizadores cometieron matanzas, como la del Templo Mayor o la de Cholula.
Viene bien, a propósito de estas declaraciones de Claudia Sheinbaum, recordarle al "gobierno progresista" español -que renunció a estar representado en la investidura de la presidenta por no haber sido invitada a la misma el rey- aquella frase del escritor uruguayo Eduardo Galeano -al que como a su compatriota Mario Benedetti ningún gobierno español le concedió el Premio Cervantes- en la que dice: “Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: ‘Cierren los ojos y recen’. Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia”.
En estos tiempos de odios crecidos, en los que sobre el planeta corren vientos de conflagración y se estampan y difunden todo tipo de patrañas envenenadas por el racismo y la xenofobia, que una presidenta de un país pida perdón en su primer día de ejercicio por una masacre represiva perpetrada por el Estado al que representa es sumamente reconfortante.
Pedro Sánchez debería reparar en esa actitud, por lo que nos toca históricamente, y también en la cita del escritor Paul Boese: El perdón no cambia el pasado, pero amplia el futuro. Méjico tiene ahora las mejores expectativas de porvenir, después del provechoso sexenio de su anterior presidente, Andrés Manuel López Obrador, y es el país de Iberoamérica que con mejor perspectiva de colaboración y concordia debería trabajar el nuestro. El rey reina pero no gobierna.
DdA, XX/5.789
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