jueves, 26 de septiembre de 2024

SOFÍA LOREN Y NEMESIO LAVILLA, EN SU NONAGÉSIMO ANIVERSARIO



Félix Población 

Me entero, por mi estimado Chema Castañón, que Pedro Luis Lavilla, a quien en Gijón se le conoce más por Nemesio o Neme Lavilla -tal como se llamaba su abuelo pintor-, acaba de cumplir noventa años. Nació, por lo tanto, en vísperas de la Revolución obrera de Octubre en Asturias, la última del siglo XX, y para celebrar su nonagésimo aniversario pasó unos días en su villa natal.

Quise felicitarlo personalmente por teléfono, pero tanto ahora como en otra ocasión precedente parece que Neme no presta mucha atención a las llamadas, incluso cuando, como es mi caso, siempre que nos veíamos por Madrid manteníamos unas charlas casi hasta afectuosas y siempre distendidas. Hubo un tiempo en que estos encuentros eran frecuentes, cuando ambos vivíamos en el llamado Barrio de las Letras. En su caso creo que estaba hospedado en una pensión de la Plaza de Santa Ana. 

La razón de estas agradables charlas proviene del teatro, siendo como él es actor y habiendo sido yo crítico y descendiente también del teatro independiente que se hacía en la villa asturiana. Además de estos vínculos, guardamos los dos la memoria de nuestra vecindad en un mismo y viejo edificio, próximo al Mercado del Sur, en los tiempos en que él era un joven veinteañero y yo era no pasaba de ser un colegial. Sus padres se llamaban Lucrecia y Ramón, de los que guardo sobre todo la memoria de la precariedad en la que discurrieron sus vidas y lo afectuosa que era conmigo la madre de Neme, al que llamaba Nemesín. Era un matrimonio bien avenido, en el que el marido se buscaba la vida como podía por resistirse a trabajar para Franco, a quien llamaba Fumicio, y la mujer era todo afecto y conformidad con los suyos, a pesar de la adversas condiciones de la familia.

A mí entonces Neme me parecía un tipo físicamente interesante, alto, delgado, moreno, un poco desgarbado, que entonaba canciones inglesas cuando subía o bajaba la escalera de puntillas, fumando casi siempre un pitillo de tabaco rubio, algo que solía ser propio de personas con solvencia económica y que, en su caso, estaba muy lejos de sus posibilidades. El olor fuerte del cigarrillo tenía un efecto aromático rupturista cuando se mezclaba con el de los guisos de vecindario, como si el fumador formara parte de un mundo ajeno a la modesta cotidianidad doméstica que se respiraba en aquella escalera de vecindad.  

Habiendo sido un estudiante brillante, que cursaba con éxito sus estudios superiores, al Neme le marcó biográficamente ser elegido como actor de figuración para hacer de guerrillero en un film sobre la guerra de la independencia en España, rodado en 1956 en nuestro país y dirigido por Stanley Kramer, en el que Sofía Loren interpretaba a la protagonista femenina junto a Cary Grant y Frank Sinatra. La película, que se titulaba Orgullo y pasión,  según nos recuerda Chema, es un melodrama histórico que determinó la historia del Neme, abriéndole las expectativas del cine y el teatro como proyecto profesional, sin más preparación que la de su amateurismo, la atracción por el tinglado de la antigua farsa y creerse físicamente resultón.

Sofía Loren en El Escorial durante el rodaje de la película Orgullo y pasión

Mientras llegaban las oportunidades, que no fueron muchas, su vida discurrió muy estrechamente en los primeros tiempos, hasta que, después de cargar muchos escenarios cuando las compañías teatrales acudían durante los veranos a Gijón, optó por dar el salto a Madrid y lograr papeles de reparto en el cine bajo el nombre artístico de Pedro Luis Lavilla. Fue así como mal que bien logró vivir al cabo de la profesión que eligió, sin que posiblemente olvidara nunca las circunstancias que determinaron esa elección con poco más de veinte años. 

De adolescente llegué a pensar, cada vez que mi madre nos ponía como mal ejemplo el de aquel extraordinario  estudiante que por hacer cine perdió la oportunidad de ser un hombre de provecho y caer en el golfo precariado de la bohemia, que al Neme lo debieron perder los ojos y la sensual presencia y esencia de la gran actriz italiana que a mí tanto me conturbaban en cuanto tuve la edad autorizada para ver sus películas. Del trato que tuvo con Sofía Loren dejó su versión Pedro Luis en alguna que otra entrevista en la prensa local gijonesa, como ha recogido recientemente Castañón, sin que quepa descartar por su lugar natal algo de exageración en sus palabras, subrayadas de continuo por su muletilla más socorrida, ¿entiendes?:

Trabé amistad con ella, pero estaba por allí Carlo Ponti y la controlaba. ¿Entiendes? A mí me gustaba mucho como mujer y como actriz, pero eran paseítos por ahí y por allí. ¡Na! Incluso me dejó la dirección, pero luego no le escribí y me arrepiento, porque era muy impresionante y muy abierta. Era preciosa. Recuerdo el primer día de rodaje en la plaza mayor de Valdemoro, con un frío horrible, y ella medio desnuda. Carlo Ponti no la perdía de vista, era un pegajoso. Con aquella pinta de cura y su voz mística, no se callaba: ‘Sofia, vieni qui, vieni qui…’. Tengo fotos junto a ella, nos hicimos grandes amigos. Era una mujer muy agradable, extrovertida, simpática, muy latina. Lo que pasa es que estaba también allí Carlo Ponti. Todavía no se había casado, pero estaba todo el día detrás de ella. Sofía me llamaba ‘cara bella, ¡ah cara bella, cara bella!’... No, pero nada… Una cosa así. ¿Entiendes? Simpatía, amistad. Muy bien, ‘cara bella, cara bella’. Y me llamaba, y estábamos por ahí dando paseos…Era una cosa así, leve, suave. Tenía unas fotos con ella maravillosas, pero cuando volví a Gijón ese mismo verano, me desaparecieron en la playa…Yo no tenía experiencia y allí había gente mayor, muy trallada, y les molestaba que Sofía me cogiese y me llevase por ahí, así que no nos dejaban solos, siempre incordiando”.

Curiosamente, Sofía Loren y Neme Lavilla nacieron un mismo 20 de septiembre de 1934, por lo que ambos han celebrado recientemente su nonagésimo aniversario, ignorando con toda seguridad una de las más idolatradas actrices del celuloide mundial lo que para aquel joven actorcillo de figuración español supuso aquella olvidada peli en la que hacía de guerrillero a caballo. Me parece muy cruel que al anciano actor gijonés le haya desaparecido, en la ciudad en que nació y empezó a vivir su sueño de candilejas, el recuerdo gráfico de los días en que conoció a la actriz italiana y con ella el nacimiento de la vida que quiso vivir y ha vivido, desechando aquel provechoso porvenir que le auguraban mi madre *.

*Lamento mucho que Neme (Pedro Luis) Lavilla no haya respondido a mis llamadas ni a mis mensajes, porque además de no esperarlo, me hubiese gustado certificar, con su testimonio, lo que aquí queda sugerido.

DdA, XX/5.780

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