Félix Población
Todos los que hemos leído o escuchado al profesor Emilio Lledó tenemos conciencia de que en la personalidad y quehacer humanístico de una de las personas más sabias que todavía están entre nosotros en este país (1927), y aún a su avanzada edad mantiene lúcida y clara su inteligencia, jugó un papel importante -que él siempre subraya con gratitud- su primer maestro, Francisco López Sancho, del que no encontraremos reseña biográfica alguna en Wikipedia.
Para subsanar acaso esa ausencia, ha querido el profesor Lledó hacerle a su maestro un modesto pero significativo homenaje, ahora que el director del Instituto Cervantes ha logrado que el legado del filósofo esté depositado en esta institución. Entre los materiales que componen ese legado, don Emilio no ha querido que faltara el cuaderno escrito a mano en 1937 por el que entonces era un alumno de diez años que recibía enseñanza, en un colegio público republicano, de Francisco López Sancho, mientras sufría el país el episodio más trágico de su historia.
En plena guerra, con la capital de la República largo tiempo asediada por los sublevados, Emilio Lledó residía con su familia, ya desde los seis años, en el barrio de Vicálvaro de Madrid, distrito en el que impartía su magisterio el profesor López Sancho. Según palabras del propio Lledó el día de la entrega de su legado, don Francisco le enseñó esperanza e ilusión en un tiempo nada propicia a estas vivencias, y recordó sobre todo la importancia que tuvo la lectura e interpretación del Quijote en aquellas clases en las que el profesor reclamaba siempre a sus alumnos las sugerencias que en ellos provocaba la novela de Miguel de Cervantes. "Entendíamos lo que don Francisco quería de nosotros: libertad, personalidad, que no fuera la nuestra una escuela que nos metiera grumos mentales".
Desconozco si don Emilio tuvo alguna idea del paradero de su maestro una vez finalizada la guerra y todas las escuelas del país se llenaron de grumos mentales, de acuerdo con el doctrinario nacional-católico. Sólo sabemos que fue uno de los muchos profesores que se vieron obligados al exilio antes de ser represaliados por la dictadura franquista.
Su alumno y prestigioso y docto filósofo también ha dicho, al entregar su legado y depositarlo en la caja 998 del Cervantes, que se siente satisfecho de haber seguido la ruta de don Quijote y haber tropezado alguna vez con molinos. Era una frase de esperar en quien no se ha olvidado nunca de aquellas lecturas con las que don Francisco educó a sus alumnos mientras el país era un campo de batalla que daría paso a un largo tiempo de silencio: "La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres".
De Emilio Lledó recordamos un titular, con motivo de una entrevista publicada por el diario El País en 2020, en el que expresaba su esperanza de que el virus [COVID] nos hiciera salir de la caverna, la oscuridad y las sombras. Mucho me temo que no ha sido así. Mas bien al contrario.
DdA, XX/5.778
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