Todos recordamos su huida en 2017, pero la puesta en escena de su regreso ha superado en posibilidades hilarantes aquel lamentable episodio, tal como se puede apreciar en la red de redes. El protagonista de esa ida y vuelta esperpéntica merecería subir a los escenarios de la sátira política como personaje central de una dislocada ópera bufa o de un sainete astracanado. Ese lugar escénico se lo ha ganado Puigdemont con empeño pertinaz y sumo denuedo a lo largo de su trayectoria política, después de protagonizar una independencia instantáneamente disuelta y de contribuir, con su risible retorno, a menoscabar al movimiento independentista en Cataluña, que saldrá muy mal parado del grotesco ego de que ha hecho gala este señor. En política, decía el honorable Tarradellas a quien don Carles parafraseó en su regreso, se puede hacer de todo menos el ridículo. Lazarillo
Vicente Bernaldo de Quirós
No tengo ni idea de cual será la película preferida de Carles Puigdemont, pero no me extrañarías nada que fuera 'Atrápame si puedes', el film realizado por Steven Spielberg e interpretado por Leonardo di Caprio que cuenta la historia de un estafador que se hace pasar por piloto de avión, médico y otros oficios, con el objeto de sacar rentabilidad económica de su deseo de ser tenido en cuenta por los demás, como le ocurre al ex presidente de la Generalitat que salta de un lugar a otro con la intención de que se le reponga en su puesto, aunque por lo visto el día de hoy su intención ha quedado sumida en el más absoluto de los ridículos.
El numerito montado por Puigdemont como prólogo de la sesión de investidura del nuevo líder de los catalanes puede calificarse sin ningún rubor en verdadera astracanada, propia de quien tiene todos los boletos acumulados para no alcanzar sus objetivos y fracasar en su pretensión de que el Parlament no designe como presidente al socialista Salvador Illa, que es quien tiene más votos.
Puigdemont había anunciado hace varios días que acudiría a la sesión de investidura y si era detenido por un juez, de lo qué culpaba a Esquerra Republicana de Catalunya, exigiría que se aplazase la sesión plenaria. Ese anunció excitó los jugos gástricos de sus partidarios que le fueron a dar la bienvenida a la capital de Cataluña, a la extremas derecha que fantaseaba con verlo entre rejas y los jueces del procés que pensaban que pasarían a la historia por serlos protagonistas de la reclusión del noi de Girona.
Pero ni Puigdemont se presentó en el Parlament ni fue detenido como algunos esperaban. Es posible que hubiera reinado el sentido común en su entorno y decidió largarse con viento fresco después de que fiera un mitin antes de la investidura para éxtasis de sus seguidores y frustración de sus enemigos. No descarto, incluso, de que no se activara la orden de detención, con el beneplácito del Gobierno de la nación y de los socialistas, con el fin de evitarle protagonismo y que dinamitara el discurso de Salvador Illa.
A mi entender, todo este lío de apariciones, huidas y reencarnaciones de Carlos Puigdemont, que queréis que os diga, me parece que no dejan en buen lugar al candidato de Junts que si antes era motivo de filias y de fobias, ahora solo mueve a una hilaridad paciente por parte de los que se mostraban expectantes por lo que pudieran aportar los separatistas de derecha. Más que digno de admiración, hoy, el ex presidente es digno de lástima y ha ofrecido una imagen patética que, a mi entender, no le va a reportar réditos futuros.
Concediendo que su tocada de huevos, hizo dilatarse durante algunas horas la sesión de investidura, mi opinión es que su objetivo no resultó alcanzado, porque la ceremonia se desarrolló con absoluta normalidad, tras el discurso de Salvador Illa y del resto de portavoces de los partidos con representación parlamentaria. Y en fecha y forma que se desvelarán en seguida, el debate finalizará con la elección del candidato socialista y el apoyo de ERC y los Comunes, que conforman una mayoría absoluta. Una vez acabado el sainete de Puigdemont, Cataluña volverá a la rutina y a la normalidad democrática. Y el ex presidente podrá volver a Waterloo o a Barcelona cuando se decida definitivamente la constitucionalidad de la ley de Amnistía.
DdA, XX/5.732
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