sábado, 27 de julio de 2024

LA VIEJA MESA DE LIDIA FALCÓN

Alejada desde hace años de la ebullición mediática, nos llega este poema de quien en este país, dígase lo que se diga, representa la bandera más honrosa del movimiento feminista, mi estimada amiga Lidia Falcón, que un día de hace ya muchos años tuvo la curiosidad de ponerse en contacto con este Lazarillo después de que el diario Público diera a conocer un artículo de Félix Población sobre la escritora socialista y librepensadora Rosario de Acuña, con quien la abuela de Lidia, la escritora anarquista Regina de Lamo, tuvo estrecha relación. Por encima de las desavenencias que pude tener en estos años pasados con Lidia Falcón, siempre valoraré su persona y su trayectoria como militante del movimiento obrero en general y del feminismo en especial. Por eso desde este modesto DdA, en el que me hubiera gustado contar con más colaboraciones de esta excelente escritora, le mando el mismo abrazo afectuoso de siempre, consciente de que sobre la mesa que describe en sus versos se escribieron páginas que leí con gusto e interés. Al tiempo recuerdo con cariño a su marido, el  filósofo Carlos París, que compartió con Lidia en su casa de Antón Martín los últimos años de vida, y falleció (2014) cuando las galeradas de su último libro, En la época de mentira, estaban quizá sobre esa misma mesa. Cuan certero y perspicaz fue su autor al escribirlo y titularlo, porque esa es la época que estamos viviendo.



Lidia Falcón

 Es la vieja mesa

Es la vieja mesa que soporta medio siglo
de uso y malos tratos, recordándome impávida,
en sus manchas y grietas, las tardes y noches
de escritos, encuentros y discusiones dramáticas,
que se compensaban con astutos reproches.
Es el desvencijado sillón de ordenador
que como lujo me permití para salvar mi espalda
de la decadencia prematura.
Son los diplomas, certificados, homenajes y doctorados,
enmarcados en las paredes y sobre las puertas y ventanas.
Son las estanterías dobladas por el peso de los libros,
los documentos y expedientes, fotografías y discos,
y reconocimientos y alabanzas.
Y también las taimadas asechanzas
que tapizan las paredes del despacho,
¡Tantas efímeras y olvidadas!
Acuñadas en el divino tesoro de la juventud
y en la dureza de la madurez, ya olvidadas,
son las que dan testimonio de esta vida
repleta de estudios, de trabajos, de luchas,
y de temerarios enfrentamientos
que a veces concluyeron en impensables victorias
y otras muchas en humillantes derrotas.
Del cumplimiento de mi juramento de fidelidad
a mis camaradas vikingos que prefirieron el infierno
antes que el mejor asiento.
Segura como estaba de que la razón
acaba siempre por tener razón.
Pero de ese final no atisbo todavía el alba,
en este sombrío presente de guerras genocidas,
de comunistas burgueses y de amigos traidores,
que me prometieron amores.
En esta calurosa tarde de julio, el mes del sol,
del nacimiento de Cáncer y de Leo,
del nuevo mundo que trajo el emperador del mundo,
sufro con angustioso temor, la maldad y la estupidez
que han derrotado a la honradez.
El fin de aquel tiempo
que la vieja mesa y el desvencijado sillón
vieron nacer.
Madrid, 26 julio 2024

DdA, XX/5.718

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Genial! Lidia Falcón

Anónimo dijo...

La vieja mesa estrena siempre palabras de una gran mujer.

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