miércoles, 26 de junio de 2024

PENSIÓN DIARIA PARA LOS SEÑORES ESTABLES, PESETAS 3,50 Y 4




Félix Población

Textos y estilo de una época, leemos en la primera línea de este anuncio impreso de propaganda comercial que supongo se publicaría en los periódicos de su tiempo y que al parecer data de la primera década del pasado siglo, según algún comentario a propósito del mismo. 

En un libro de publicidad de los años veinte o treinta que encontré en el desván de la casa de unos vecinos, próximo al nuestro, encontré en mi pubertad propaganda muy similar. La de esa época -entonces en agraz- estaba muy influida por la que se hacía en Estados Unidos. Leí aquel grueso volumen, con cubierta dura y páginas pródigamente ilustradas, con mucho interés y puede que hasta delectación porque por esos años yo quería hacer un curso por correspondencia de pintor rotulista, que por entonces tenía relación con la publicidad de vallas y carteles, habida cuesta mi afición por dibujar los distintos tipos de letra y mi admiración por la caligrafía de mi maestro de primaria cuando escribía con tiza en el encerado las consignas del viejo régimen. 

La empresa CEAC, que así se llamaba la que impartía los cursos desde Barcelona, me estuvo obsequiando con publicidad durante años porque, por supuesto, lo del curso fue sólo una pasión efímera, que duró posiblemente lo mismo que mi gusto por aquel libro que debió de pertenecer al vecino del segundo, que, además de policía armado con bigotillo regimental, tenía un comercio de zapatería en los bajos del edificio, donde una vez vi probar una bota a un cliente mutilado que sólo tenía una pierna.

Si recuerdo este pasaje del libro que puede datar de mis doce o trece años es porque el anuncio del Nuevo H. y Restaurant del Comercio, sito en la calle Alfonso XIII de la ciudad de León, me lo ha traído a la memoria, sobre todo por la corrección y minuciosidad con la que estaban redactados los textos publicitarios, y el respeto con el que se trataba al cliente, muy distinto al tuteo desenfadado, masivo y casi hasta insultante con el que se nos obsequia en nuestros días a base de gritos y llamarnos tontos. 

La nota de precios de un establecimiento hotelero era así de diáfana, distinguiendo entre los señores (las señoras o no viajaban o no contaban, o las dos cosas) que se hospedaban con carácter estable y los "señores viajeros", algo que hace algunos años encontrábamos todavía en los rótulos de portal de algunas pensiones del centro de Madrid, entre ellas la de la señora Emilia, que lo fue de la que regentaba en la calle de La Magdalena, donde el que suscribe le echó versos becquerianos desde el balcón a la adolescente de rubias guedejas del piso inferior, que era de Ojos Albos y los tenía verdes como los de las hurís del profeta. 

En el Hotel y Restaurante del Comercio llama la atención que se contabilice el condumio del llamado cubierto suelto de almuerzo o comida a base de cuatro platos fuertes -sin que se especifique el contenido-, que con postre, pan y vino salía a razón de dos pesetas. También es de resaltar que la cama se alquilaba con muda limpia, y para que no haya dudas se hacía "a presencia del señor viajero" (ojo a la preposición), por lo que el durmiente tenía garantizado un sueño pulcro, puede que hasta pulquérrimo, por el módico  importe de una peseta. 

No menos llamativa, y propia de una ciudad levítica como León, es la nota que se incluye en esa propaganda, advirtiendo que los señores sacerdotes, si lo desean, pueden contar con comedores separados de los de la clientela habitual, algo que me recuerda lo poco edificante que resultaba ver en un magnífico restaurante de Oviedo ya extinto, próximo a la catedral, el brioso apetito con el que algunos deanes de buen vientre festejaban la gula, ellos que tanto empeño ponían en preservarnos de los pecados de la carne. 

Los señores Viajantes, otra categoría dentro del pupilaje del Hotel del Comercio, así como los representantes de las casas comerciales, tenían tarifa diaria diferente a la de los huéspedes viajeros y estables, mayor que la de estos y entre la máxima y la mínima de los primeros, teniendo a su disposición para sus muestrarios un cuarto gratuito.

Finalmente, se subraya en el anuncio una preferencia gastronómica nada baladí, teniendo en cuenta la contundencia y necesidad del plato en una tierra fría como aquella, que los responsables hosteleros exponen en estos términos: "Como muchas personas son partidarias del cocido clásico, esta nueva casa ha decidido ponerlo a diario para ser servido a quien lo desee". 

No falta, en las últimas líneas del anuncio, la advertencia de que al salir de la estación encontrarán los viajeros el coche del hotel, vehículo de la casa que ésta pone a todos los trenes, según se hizo durante muchos años para facilitar el tránsito hasta el hospedaje a quienes desconocían la ciudad. Puede incluso que por edad hasta haya llegado a ver este servicio, aunque también podría tratarse de una referencia debida a mi condición familiar ferroviaria.

DdA, XX/5.690

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