Lazarillo
Por razones obvias que tienen que ver con los resultados y el tedio que me transmiten los debates durante horas en los medios de comunicación al uso, apenas presté atención a los comentarios periodísticos con los que se glosaron las elecciones europeas ayer domingo, pero en lo poco que pude escuchar no se prestó apenas atención al alto grado de abstención registrado en nuestro país. Algo más de la mitad de la población con derecho al voto no acudió a las urnas en España, esto es, más de dieciocho millones de conciudadanos y conciudadanas, cifra que supera con mucho la de los votantes de los dos partidos hegemónicos. Cabe pensar, por lo prestas que andan siempre las derechas más o menos extremas a participar en los comicios, que también a la abstención se debe el desastre cosechado por la izquierda, cabiendo la posibilidad de que una parte de los desencantados por la división prefabricada de ésta hayan impedido una derrota más rotunda del PSOE al votar a este partido como mal menor ante las derechas extremas. Lo más grave de esta abstención es que se produce con una guerra en Ucrania de impredecibles consecuencias para el resto de Europa y un genocidio atroz en la Franja de Gaza, como si a esos millones de abstencionistas les importara un bledo lo uno y lo otro. La incultura política de este pueblo nuestro debería avergonzarnos una vez más del pasado que la hizo posible y también de un régimen, el del 78, que no sirvió para educarnos políticamente, antes al contrario. Una extrema derecha más extrema más lo ratifica: ¡800.000 votos! Habrá quien se consuele por esa división, pero para las derechas unirse siempre estuvo fácil en caso de necesidad.
DdA, XX/5.674
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