Fernando Romero
El palacio de Entrago o de los condes de Agüera es sin duda el principal monumento histórico artístico de Teverga, junto con la colegiata. Su imponente presencia, antes de llegar a San Martín, nos recuerda quién mandaba en este territorio y a quien había que pagar las contribuciones: la temible Casa de Miranda, señores de horca y cuchillo. Dos de sus representantes esperan aún desde hace siglos recibir sepultura y sus momias se exponen en la sacristía de la colegiata de La Plaza. El pueblo no perdona. Posteriormente la propiedad de esta mansión pasó, por matrimonio, a manos de la familia Cañedo, condes de Agüera, título otorgado en el siglo XVIII por Carlos IV.
El dueño de la casona es hoy Diego Cañedo, biznieto de los condes. No heredó la propiedad sino que se la compró a sus primos y hermanos hace 15 años «porque lo que es de muchos no es de nadie. El tejado estaba fatal y la casa no tenía drenaje, y cada vez había más sobrinos y sobrinos nietos y nadie asumía la responsabilidad de invertir. Alguien tenía que tirar del carro y meter dinero para que no acabase como el palacio de Valdecarzana, también en Teverga y que hoy es una ruina», explica el actual propietario.
Inicialmente la propiedad tenía intención de orientarla para turismo rural, para vivienda vacacional, aunque finalmente, por problemas con los permisos, decidieron darle un giro. Ahora Diego Cañedo tiene otras ideas: «me interesa más el desarrollo como pequeña granja con venta de productos primarios: manzana sidrera, berro, ortigas, etc. «Este tipo de productos tiene mucho éxito fuera de Asturias. Por ejemplo, en Madrid se vende muy bien la manzana y la sopa de ortigas», explica.
El palacio de Entrago seguirá por tanto en manos privadas y no es visitable, recalcan desde la propiedad, que entienden que este tipo de edificios, catalogados y que forman parte del patrimonio histórico de Asturias deberían gozar de facilidades para que sus dueños se motiven a la hora de invertir, en referencia al impuesto de sucesión «que causa que verdaderas maravillas se arruinen».
La actual casona, tal como la conocemos hoy, comenzó a construirse en el siglo XVI. El primer elemento fue la torre de la izquierda que data de 1570 aproximadamente. Era una torre militar para defender el puente y las minas de plata. La nave central y la torre derecha fueron edificadas bastante más tarde, hacia 1650 y la zona posterior al palacio, en el siglo XIX. Todo el complejo se construye sobre una antigua fortaleza medieval de la que aún queda una torre redonda.
Pero el interés de este espacio no es solo arquitectónico, pues dispone de unos jardines con ejemplares de secuoyas que se plantaron en 1904. «En la Guerra Civil Española entraron los dos ejércitos y dejaron la casa sin muebles y bastante destrozada» explica su actual propietario. Los sótanos de este palacio fueron utilizados también como calabozos en los que encerraban a los detenidos, según relató con gran lujo de detalles el historiador local Celso Peyroux.
También es muy llamativo el estanque. «Había truchas pero sabían a lodo» explica Cañedo quien resalta la belleza de este espacio, flanqueado por antiguas columnas dóricas de piedra arenisca que colocó allí su bisabuelo hacia 1909. El edificio principal se conserva completo con saeteras aveneradas flanqueando la puerta. Es una construcción de planta rectangular, con un cuerpo central flanqueado por dos torres cuadradas de mayor altura. La fachada posterior tiene adosada una edificación popular.
La Voz de Trubia DdA, XX/5616
2 comentarios:
En este palacio trabajó de cantero mi bisabuelo Pedro 20 años seguidos..
Tiene historia? Tu bisabuelo.
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