jueves, 25 de abril de 2024

SE ESTÁ CREANDO UN MUNDO DE MIERDA QUE NOS AFECTA A TODOS



Pablo Rivas

No voy a entrar en el movimiento de Pedro Sánchez. No sé si es un golpe en la mesa real, un grito de ahogo ante una situación personal, o algún tipo de jugada del político de las mil vidas, especialista en órdagos mediáticos. Pero hay algo de todo esto que me tiene maravillado: el presidente del Gobierno de una de las naciones más importantes del planeta ha anunciado públicamente que se plantea dimitir ante una campaña “de acoso y derribo por tierra, mar y aire” mediática perpetrada por lo que llama en su carta “constelación de cabeceras ultraconservadoras”. En connivencia, añado yo, con una importante parte de la judicatura afín a estas que ya no esconde su mal hacer para favorecer a quienes defienden su misma ideología ultraconservadora. Eso que llaman el lawfare.

Imagino que tienes televisión, cuenta de Twitter/X o de Instagram. Puedes escuchar la radio o abrir uno de los muchos periódicos impresos o digitales que se extienden por el país. Y hay una tónica general que hay que poner sobre la mesa, y hacerlo ya. La mierda nos come.

Hay que llamarlo por su nombre. Basura, bazofia, mugre, desinformación, fake news, mentira, calumnia, falacia, falsedad, patraña, ficción, falsificación… El panorama mediático español se ha convertido con el paso del tiempo en una amalgama de espacios a cada cual más insano. Es un conjunto de contenidos perturbador, que desequilibra a la sociedad, nos vuelve esquizofrénicos, metidos en un continuo lanzamiento de obuses que nos llevan a un nivel de fricción y de permanente choque de trenes que nos escora a esquinas agresivas y a vivir en un permanente enfrentamiento tenso en el que la información ya no es tal y todo vale para arrasar al contrario. Fake news en estado puro, la parida del día creada por el gabinete de cierta presidenta autonómica, y multiplicada hasta la saciedad por “la constelación de cabeceras ultraconservadoras” —en adelante, el montón de mierda, al menos en este artículo—, como centro del debate público.

Las bases afines al PSOE reaccionaron bien en las redes sociales ayer. #NoTodoVale era uno de los temas del momento en Twitter. El llamado llega tarde, por supuesto. Mi compañero Yago Álvarez lo decía ayer en una columna en la que se recordaban hechos similares que no nos contaron en su día con tanto bombo mediático como el que ha cosechado el anuncio de Sánchez. Con la voz entrecortada entre —imagino— una profunda frustración y rabia, la ex vicepresidenta primera de la Comunitat Valenciana, Mónica Oltra, decía el 21 de junio de 2022 ante los medios que se iba “con la cara bien alta”, pero también “con los dientes apretados, muy apretados, por muchas cosas”. Y dijo más. Entre sus frases de aquel día se cuelan algunas como “esta historia pasará a la infamia política, jurídica y mediática de este país”, “nos están fulminando uno a uno con denuncia falsas” o “que nadie se pregunte de aquí a 20 años, o de aquí a 20 meses, qué cojones pasó en este país”. 22 meses entre aquello y lo que ha pasado este miércoles. Añado una más: “Este país es un problema cuando no nos defendemos de la extrema derecha”.

Oltra fue derrotada políticamente en una operación similar, absolutamente asquerosa en la que se mezclaban los términos “encubrimiento”, “exmarido”, “abusos sexuales”, y “menores”. Una deposición fabricada por el montón de mierda que, por supuesto, el juez archivó. Dos años después, eso sí, con Oltra tocada y hundida, y la basura que perpetró aquello en el mismo sitio. Sufrir eso, sabiendo que es todo una creación de gentuza, debe de ser aterrador.

Hay que ser un espécimen extremadamente vil para arengar a las masas contra la familia de Irene Montero y Pablo Iglesias, en su propia casa como se hizo, bajo todo un ingente número de acusaciones fabricadas y ejecutadas por organizaciones filofascistas y ultras, acusaciones todas ellas desestimadas y basadas en “informaciones” de ese montón de mierda. Los escraches del 15M que tanto enarbolaron los ultras de las heces para justificar semejante brutalidad —que afectó a sus hijos— ni se le acercan en concepto: aquello fueron momentos puntuales, duraban unos minutos, bajo peticiones concretas en un contexto de crisis social brutal y explosión de pobreza, paro y desahucios. En Galapagar, cientos de pijos, ultraderechistas, fascistas y colgados persiguieron durante meses a una pareja de políticos por el simple hecho de ser los contrarios. Algo deleznable, que no se atajó. De aquellos barros, estos lodos.

Pero el panorama mediático no es solo un montón de mierda, hay una palabra que creo que se ajusta al dedillo, y esa es mafia. Lo cuenta bien Yago Álvarez, y en El Salto lo hemos explicado y denunciado largo y tendido con una extensa ristra de artículos sobre cómo gobiernos conservadores y ultras riegan con dinerito fresco —y público— pseudomedios de comunicación especializados en ser la parte más asquerosa, olorosa y putrefacta del montón de mierda. Que tus impuestos vayan a semejante calaña es algo que también debería producir serias apreturas de dientes, al más puro estilo bruxista.

Seamos serios. Que organizaciones estilo Manos Limpias o Abogados Cristianos —por citar solo dos— puedan seguir permanente e insistentemente perpetrando sus atentados políticos sin ningún tipo de consecuencia no es ni lógico ni aceptable en una democracia que se jacte de serlo. Una panda de ultras utilizando la justicia y fabricando bazofia, todo ello amplificado por el montón de mierda mediático, que a su vez recibe su sustento de partidos que participan de esa estrategia de fake news y acoso insistente es más propio de una novela de ciencia-ficción que de una democracia que se base en la convivencia y la lógica. Y todo con dinero público.

Sí, lo sabemos, es una tendencia global. Bolsonaro, Milei, Meloni o Trump nacen de ese proceso, cocinado a fuego lento en las cloacas estadounidenses en los inicios de los años 2000. Les ha funcionado, y va a más. Llevan décadas poniendo inmensos recursos y toda la carne en el asador para que sus posicionamientos ultras triunfen, llevándose por delante el periodismo, la calma y la convivencia. En El Salto tenemos claro que pondremos nuestro grano de arena para pararles los pies, aunque no nos llegue un duro de su mafia, aunque solo subsistamos con el dinero de gente que pone una pequeña parte de su sueldo para que existan medios fuera del montón de mierda, que no estén controlados por fondos de inversión o multinacionales foráneas o patrias.

EL SALTO DdA, XX/5622

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