miércoles, 3 de abril de 2024

RAZÓN, EMOCIÓN Y MORAL GRITAN QUE CESE EL GENOCIDIO EN GAZA


Enrique del Teso

Razón, emoción y moral. Seguramente son los tres resortes básicos de la conducta, hacer las cosas según sean lógicas y eficientes o no, hacer las cosas según la reacción emocional que nos suscita algo y hacer las cosas según lo que esté bien o mal hacer. La relación entre los tres resortes muchas veces es conflictiva. A veces hacemos cosas ilógicas bajo el efecto de una emoción, a veces lo que es lógico hacer nos parte el corazón, a veces lo que nos satisface emocionalmente está moralmente mal. En estos días lo que sucede en Gaza parece poner en concordia a los tres resortes.

Hay que parar la violencia de Israel sobre Gaza porque es lo racional. Irán, EEUU y Rusia mueven piezas en un tablero que amenaza con una guerra confusa si la situación se mantiene o empeora. Los ataques hutíes en el mar Rojo, respaldados por Irán, redujeron en un 55% el tráfico por el canal de Suez. Los barcos ahora vuelven a rodear todo el continente africano, como en el siglo XIX, aumentan los tiempos, suben los costes, baja el comercio, la UE se resquebraja, la zona de donde viene buena parte de la energía se tambalea. Lo lógico es oponerse a la matanza inmisericorde de Gaza, porque estimula un conflicto entre grandes potencias y porque amenaza con estrangular el comercio. Es lógico parar esta maldad, porque lo eficiente es no ser arrastrados a una guerra y porque lo eficiente es que no caiga la economía, las comunicaciones y el flujo energético.

La emoción se pone de parte de la razón. Hay que parar los crímenes de Gaza porque nuestro equipaje emocional está horrorizado, incluida esa parte de él que provoca en nosotros un eco de las alegrías y penas ajenas, la parte que llamamos sensibilidad y empatía. Que mueran o sean heridos 400 niños diarios violenta nuestros límites, que hayan muerto más de 30.000 personas de forma premeditada y que tal carnicería sea un proceso decidido para eliminar físicamente a un grupo humano, nos provoca horror, miedo y también ira, todo emociones negativas que claman por parar esto.

La razón puede ser egoísta y fría. La emoción puede ser débil y desnortada. Pero la moral se suma a ellas e inyecta justicia en la razón y fortaleza en la emoción. Matar a millares a personas que se sabe que son inocentes es una maldad en todos los códigos de moralidad y para todas las sensibilidades. Provocar hambruna y desesperación no es legítima defensa ni defensa a secas, es depravación. A veces la moralidad es compleja porque intervienen muchos factores en la ecuación. Pero cuando la maldad alcanza un límite, la moral se hace amnésica y plana y dicta el bien y el mal absolutos sin matices. Es difícil decir cuál es ese límite, pero desde luego matar a niños de hambre o a golpes y matar a gente para que un grupo humano desaparezca supera ese límite.

La actuación de Israel en Gaza es irracional, sobrecogedora y malvada. La razón, la emoción y la moral gritan que se detenga este genocidio. Israel está violentando desde hace mucho tiempo la legislación internacional. El estado de Israel tiene origen colonial y hoy es jurídicamente potencia ocupante, lo que la obliga a garantizar la supervivencia y la atención a las necesidades básicas de la población de Gaza. En lugar de eso, somete a la población a la hambruna, bombardea sus hospitales y bloquea la ayuda exterior. Los niños mueren a centenares en las peores condiciones. La quinta parte de la población del estado israelí es palestina y se practica desde hace mucho un apartheid continuado, una erosión permanente. Una enorme cantidad de palestinos fueron expulsados de su tierra. Cuesta imaginar un momento de paz que no incorpore el reconocimiento de un estado palestino con fronteras seguras, el retorno de los palestinos a su tierra y el fin del apartheid en Israel.

En octubre Hamás perpetró un atentado indefendible. Fue un acto ilegal de guerra en una situación de guerra. Las dos cosas son ciertas. Es cierto que ninguna situación de guerra hace legal, ni moral, ni defensivo atacar deliberadamente a población civil y que, incluso en guerra, tales ataques deben ser considerados como terrorismo. Y es cierto que la situación era bélica. Gaza viene siendo desde hace mucho un territorio asediado, encerrado y atacado por una potencia ocupante. En los últimos tiempos se fue creando una tela de acuerdos epidérmicos entre países árabes y países árabes e Israel que cubría con un velo de opacidad la cuestión palestina. EEUU hace tiempo que se quiere ir de la zona y vio con buenos ojos que el final de Palestina consistiera en el olvido. Hamás reventó el tablero con el atentado que conmovió al mundo y sacudió a la población de Israel. El terrorismo había dejado de estar entre las principales preocupaciones de los ciudadanos de Israel, porque se sintieron seguros detrás de su poder militar y de la sofisticación tecnológica que los protegía. Se dijo que tan seguros se sintieron que llegaron a desconocer al enemigo. El golpe de Hamás produjo consternación internacional. Pero lo que vino después la enterró. Israel perdió cualquier legitimidad. A ningún país se le hubiera permitido lo que está haciendo. Su violencia busca lo de siempre: hechos consumados, situaciones de facto que requieran reglas distintas del derecho internacional.

La moral, decía, a veces hace intervenir muchos elementos en la ecuación que extravían la frontera del bien y el mal. Este conflicto envenenado tiene episodios para que cualquiera encuentre con qué justificar el espanto o con qué hacer pasar por defensa un ataque inmisericorde. Pero ni los estados ni las instituciones deben caer en esa degradación moral. Hay agitación en las universidades para que se oigan pronunciamientos que se sumen a otros pronunciamientos. Pero además las universidades desarrollan programas avanzados de investigación con empresas israelíes. Algunas de esas investigaciones son directamente de aplicación militar. Otras lo son de manera indirecta, pero ciertas tecnologías acaban en artefactos bélicos que se están utilizando en Gaza. El diario NORTES alertó de la participación de la Universidad de Oviedo en uno de esos proyectos, al ser comprada una de las empresas participantes, la griega Intracom Defense AE, por la empresa israelí Israel Aerospace Industries. Ante el dato divulgado por NORTES, el Rectorado reaccionó con rapidez con un comunicado que puede leerse en la página web de Uniovi. El comunicado reconoce preocupación por la situación. La adquisición de la empresa griega tuvo lugar después de iniciado el proyecto de investigación y la nueva propietaria desarrolla tecnología para el ejército israelí. Se recuerdan en el comunicado los reglamentos que expresan la vocación pacifista de la Universidad y su compromiso con la paz. En este momento, la paz es detener a Israel y proteger a la población palestina. El Rectorado dice que se inicia una evaluación de la situación en el Comité de Ética de la Investigación. Esperemos rapidez en el trámite y una acción acorde con la racionalidad, la emoción y la moral que la situación exige y que los estatutos de la Universidad proclaman. Cualquier duda, cualquier vacilación o cualquier demora será una omisión cómplice con el horror. Ni la Universidad de Oviedo ni ninguna otra deben participar en la tecnología que se sabe será destinada al genocidio que estamos presenciando. No cabe la tibieza.

NORTES  DdA, XX/5602

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