Félix Población
Como el diario El Español, fundado por Pedro J. Ramírez, debe de tener una clientela propicia a la derecha y extrema derecha más o menos radicales, habida cuenta la trayectoria del mentado y su pasado conspiranoico al frente del diario El Mundo, los primeros en apuntarse a comentar la entrevista que este periódico publicó hace unos días con el historiador Ángel Viñas son dos anónimos que, entre otras flores, califican a uno de nuestros más documentados y rigurosos historiadores de odiador.
Es de agradecer que el citado diario haya considerado noticiable la interviú con el profesor Viñas a propósito de su nuevo libro La forja de un historiador porque valora la personalidad del autor. El libro lo estoy leyendo con gusto estos días, como me suele ocurrir con las obras de quien se las trabaja muy a fondo y forma. Lamento por ello que los dos primeros comentarios que suscite la entrevista publicada a la que hago referencia sean tan groseramente insidiosos. Me parecen, además, muy lesivos para la credibilidad y profesionalidad del periódico de Ramírez, pues confirma lo que apuntaba en las primeras líneas de este comentario.
Se puede disentir con quienes ofrecen otra historia de este país, diferente -¡faltaría más!- de la que muchos tuvimos que estudiar por obligación durante la dictadura y se sigue tratando de difundir desde ciertos sectores proclives a ese pasado ominoso. En el caso de Ángel Viñas, su interpretación de la historia siempre se basa para dar a conocer sus investigaciones en lo que él llama evidencias primarias relevantes de época (EPRE). Es lo que viene haciendo desde que en los años setenta inició su brillante carrera como historiador, tal como nos recuerda en el citado libro, cuando su respetado profesor Enrique Fuentes Quintana le encomendó una investigación sobre las relaciones del Tercer Reich con la España franquista.
Quienes no compartan los criterios o los resultados de ese notable e incansable trabajo documental, del que Viñas da cuenta y razón en cada uno de sus libros, deberían limitarse a manifestar sus diferencias sin recurrir a descalificaciones que, como las que acabamos de leer en varios comentarios a la entrevista publicada en el citado periódico, hablan muy mal del tipo de audiencia con el que cuenta ese diario, sobre todo cuando se escudan en el anonimato y califican a mi admirado profesor con un término que sólo a ellos les puede corresponder, en tanto que más que probables defensores del viejo régimen.
Entiendo yo que por odiadores sólo se puede considerar a quienes, después de provocar una guerra y proponerse durante la misma una brutal carnicería, tal como consta como propósito explícito en las palabras de algunos de los generales golpistas -empezando por su caudillo- y en las fosas y cunetas del olvido, siguieron haciéndolo al paso alegre de la paz, manteniendo esa ejecutoria hasta pocos meses antes de la muerte del dictador.
Los efectos para la convivencia han sido de tal intensidad que aún perduran, sin que se haya hecho, a mi juicio, todo lo posible en estas últimas cuatro décadas largas para que prevalezca la historia propia de un país democrático como materia de conocimiento y cultura cívica, a fin de que los odiadores se queden donde merecen seguir.
DdA, XX/5591
No hay comentarios:
Publicar un comentario