Félix Población
El escenario urbano de esta impactante fotografía, propia del tiempo de miseria y penuria de la inmediata postguerra, es bien reconocible para los leoneses aunque la imagen date de 1940. Se trata del mismo corazón de aquella acogedora ciudad, la Plaza de Santo Domingo, en cuyo centro existían entonces unos jardines, como los había por ese tiempo en las plazas de la mayoría de la ciudades, muchos años antes de que el tránsito rodado acabara con esos primores. En la instantánea, de la que desconozco el autor y que bien podría servir de paradigma para ilustrar lo que es una posguerra, los jardines aparecen cubiertos por la nieve, como corresponde a los inviernos de aquella década en la capital leonesa. En la pancarta que preside el edificio central, el que fuera Casino Recreativo de León (Casa de los Encuentros), se lee con dificultad la convocatoria de la Hermandad de Falange a la población para recibir lo que se llamaba Aguinaldo Social, motivo por el que la plaza se ve tan concurrida, con esa larga y oscura muchedumbre que desciende desde el Palacio de los Guzmanes, haciendo cola sobre la calzada blanca. De uno de los laterales del edificio central de la imagen cuelga una larga bandera rojigualda y otra, aún mayor, cubre parte del frontal del que es hoy el Museo de León. El Aguinaldo Social dependía de una de instituciones asistenciales más emblemáticas de la naciente dictadura franquista, el Auxilio Social. Lo crearon los militares sublevados durante la guerra, al objeto de paliar las muchas necesidades que se daban en la retaguardia, tal como dice Ángela Cenarro Lagunas en su interesante artículo Historia y memoria del Auxilio Social de Falange*. Se refiere la autora a un régimen que había nacido manchado de sangre, cuando también podría añadir que fue Falange la que organizó durante la segunda República, precisamente, las llamadas Falanges de Sangre, cuyo objeto fue desestabilizar con atentados al régimen del 14 de abril de 1931. El 13 de abril de 1936 fue asesinado por falangistas el magistrado del tribunal Supremo Manuel Pedregal, como represalia por haber actuado como ponente en el juicio por el atentado falangista contra el jurista y político Luis Jiménez de Asúa. La Falange difundía por entonces listas negras contra los jueves para intimidarlos, con amenazas concretas a magistrados que habían dictado sentencias contra miembros del partido, según se recoge en el libro La Guerra Civil española día a día. Del 7 de enero de 1936 hasta el 1 de abril de 1939, de Eduardo Montagut (Editum, 1924), que leo estos días. Fue también Falange una organización brutalmente represora una vez declarada la guerra en 1936, como muy bien documenta el historiador Paul Preston en El holocausto español. Este libro, como otros de suma utilidad para el conocimiento de la historia de nuestro país en el siglo XX, pocas veces se encuentra en los estantes de las bibliotecas de los institutos y colegios, no fuera a ser que al alumnado se le ocurriera leerlo por indicación de alguno de sus profesores. El artículo de Cenarro, cuya lectura íntegra se puede continuar en el enlace abajo indicado, dice así:
"Puede parecer una contradicción que un régimen que había nacido manchado de sangre hubiera favorecido y aceptado la emergencia de una institución dedicada a cobijar y a alimentar a los desfavorecidos, especialmente a las mujeres e hijos de la «Anti-España». Las claves para entender esta paradoja las ofrecía Miguel de Unamuno, rector de la Universidad de Salamanca, cuando con motivo de la celebración del «Día de la Raza», el 12 de octubre de 1936, recordó al general Francisco Franco y al resto de los asistentes los límites de su previsible victoria: «Venceréis por la fuerza de las armas, pero no convenceréis».
"Pocos días después de que Unamuno pronunciara estas palabras, un grupo de falangistas de Valladolid parecían hacer suyo este mensaje, si bien por métodos muy distintos a los que el escritor hubiera deseado. Mercedes Sanz Bachiller, la joven viuda de Onésimo Redondo, el líder y fundador de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista, y Javier Martínez de Bedoya, un amigo muy cercano a la pareja, recién llegado de la Alemania nazi donde estaba cursando estudios de derecho, organizaron una colecta y abrieron el primer comedor para niños en Valladolid. El 30 de octubre de 1936 se inauguró este proyecto asistencial denominado Auxilio de Invierno, traducción literal de su homónima la Winterhilfe nazi, y este día se convirtió en la fecha fundacional de tan emblemática institución. En mayo de 1937, una vez reunidas por el Decreto de Unificación del 19 de abril todas las fuerzas políticas derechistas bajo el paraguas organizativo de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, se transformó en la Delegación Nacional de Auxilio Social. Mercedes Sanz Bachiller fue nombrada delegado nacional, convirtiéndose así en una de las escasísimas mujeres que alcanzarían posiciones de poder relevantes en el marco de la «Nueva España».
"Desde el primer momento, el Auxilio Social falangista recibió una atención muy destacada en los medios de comunicación de la zona insurgente, especialmente los que dependían de Falange. También fueron numerosas las publicaciones de la propia delegación (boletines, circulares y folletos), que antes y después de la guerra dejaron bien claros cuáles eran sus objetivos. El propósito de la nueva institución asistencial era convencer a los españoles de las bondades de la «Nueva España», una fórmula necesaria en plena sociedad de masas para completar los éxitos del ejército franquista en el campo de batalla.
"El aparato propagandístico de Falange no escatimó esfuerzos a la hora de difundir las buenas intenciones de la institución mediante un discurso vehemente, con un lenguaje plagado de metáforas, el mismo que la asesora social y jefe de propaganda, la escritora Carmen de Icaza, utilizaba para sus novelas románticas. El «pan blanco» —que muy pronto se convirtió en una metáfora de la España de Franco— perseguía, según palabras textuales suyas, hacer olvidar a la población más vulnerable el «horror» de la zona roja, atraerla al redil de la «Nueva España» y exhibir frente a ella la generosidad desmesurada del Caudillo. La fórmula no era nueva en absoluto, pues era la de la vieja beneficencia, pero ahora se presentaba revestida de algunas novedades que traían los tiempos modernos y la coyuntura bélica. Entre ellas, y principalmente, los afanes totalitarios, que se traducían en la aspiración de encuadrar políticamente a la población acogida, el adoctrinamiento mediante la enseñanza machacona del legado de José Antonio Primo de Rivera y de la religión católica, así como la pretensión de absorber a las demás instituciones asistenciales que estaban situadas al margen del partido único, como las que dependían de los ayuntamientos, las diputaciones provinciales y la Iglesia católica."
"La fórmula no era nueva en absoluto, pues era la de la vieja beneficencia, pero ahora se presentaba revestida de algunas novedades que traían los tiempos modernos y la coyuntura bélica. Entre ellas, y principalmente, los afanes totalitarios, que se traducían en la aspiración de encuadrar políticamente a la población acogida, el adoctrinamiento mediante la enseñanza machacona del legado de José Antonio Primo de Rivera y de la religión católica, así como la pretensión de absorber a las demás instituciones asistenciales que estaban situadas al margen del partido único, como las que dependían de los ayuntamientos, las diputaciones provinciales y la Iglesia católica".
*Continúa en Pliegos de Yuste n.º 11-12, 2010
DdA, XX/5.562
1 comentario:
Si solo escribes la parte ofensiva de Falange. Tan necesaria en aquella España, y obvias el bien que produjo en la España del 39 al 70, en orden, disciplina. Valores, educación, pues caes en la mentirosa memoria histórica promulgada por Zapatero que adoctrina torticersmente a las actuales generaciones. Una pera, un error
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