¿A qué extremos se podrá llegar con las luces navideñas, visto lo visto este año con el turismo de luces que se está fomentando en el país a raíz de la competición entablada entre ciudades por ser la que más bombillas instala en el recinto urbano, o la que levanta el árbol navideño más alto? El grado de estupidez, auspiciado por esta sociedad de hiperconsumo, está llegando a tal nivel que lo último de lo que este Lazarillo ha tenido noticia es esta propaganda para encender de luces de colores las barbas más o menos pobladas de los varones, con la posibilidad de que el invento tenga su repercusión pública, al objeto de que el personal masculino vaya a juego con la pródiga iluminación navideña de las ciudades. Así bien se podrá decir, con mayor propiedad que hasta la fecha, que las luces navideñas se nos han subido a las barbas. Lo cierto es que este Lazarillo está de la información que al respecto publicitan y vuelven a publicitar los telediarios hasta la coronilla. O hasta los testículos, si no les importa esta expresión más contundente. Puede que el año que viene lleguen hasta ahí las lucecitas de los cojones.
DdA, XIX/5.514
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