miércoles, 22 de noviembre de 2023

UNA FOTO DE QUINI CON NIÑOS Y ALGUNA NIÑA EN EL MOLINÓN



Félix Población

La mayoría de los niños y niñas que aparecen en esta fotografía serán hoy cuarentones padres o madres de familia, con la posibilidad casi asegurada de seguir vinculados como aficionados o sólo por vía sentimental al club de fútbol que un día les permitió pisar el césped del viejo estadio para dejar constancia de su presencia junto a quien fue quizá la figura más importante del Sporting de Gijón a lo largo de su dilatada historia. 

Ahí tenemos a Enrique Castro "Quini", minutos antes del inicio del partido de una jornada que data del año 1981, durante un periodo deportivo que, si mal no recuerdo y si no que me corrijan los expertos, fue bastante exitoso. Aparte de la personal gracia de cada uno de los pequeños posando muy ufanos delante del más importante futbolista internacional asturiano, son de destacar dos circunstancias en la instantánea: la primera, que aunque la mayoría de los niños muestran la insignia del club en la parte izquierda del pecho, como es lo reglamentario -no se si por aquello del amor a los colores-, hay uno, a la izquierda de la imagen, que la ostenta en el derecho sin por ello expresar ningún desdoro. 

El segundo detalle es algo que por aquellos años no llamaba la atención pues formaba parte del contexto social de su tiempo: hay tres niñas en la fotografía y ninguna luce el atuendo del equipo que sí visten los niños, dándose incluso el caso de una más mayorcita, al lado del histórico goleador rojiblanco, que hasta va vestida con un traje regional para la ocasión. 

Aunque ya por esos años se empezaba a hablar del fútbol femenino en nuestro país, si bien de modo muy marginal y hasta con algo de rechifla en las redacciones de los diarios deportivos, para el público que asistió esa jornada al estadio de El Molinón habría resultado quizá casi tan impensable que una niña vistiera la misma indumentaria que llevan los niños como presagiar que cuarenta años más tarde una selección nacional de fútbol femenino de nuestro país sería la campeona del mundo. Sobre todo si se tiene en cuenta que la selección masculina, con toda su furia y leyenda mediática -gracias sobre todo a las dotes para la épica de Matías Prats-, no logró ese objetivo hasta pasado casi un siglo desde sus orígenes en 1920. 

La historia del fútbol entre mujeres no hubiera sido quizá la que fue si el 9 de junio de 1914, en el campo de RCD Espanyol, el primer partido de fútbol femenino organizado por el Spanish Girl's Club hubiese contado en el país con un contexto social similar en igualdad de condiciones al que posibilitó el desarrollo del fútbol masculino. María Jesús Almó, Dorotea Alonso, Mercedes Azul, Esperanza Binode, Dolores Bonfis, Emilia Calvo, Narcisa Colom, Pilar Carratalá, Concha Ferrer, Presentación García, Leocadia Guerra, Emilia González, Rosita Just, Josefa López, Natividad Miquel, María Palermo, Emilia Paños, Juanita Paños, Mercedes Queralt, Clotilde Rodríguez o Paulina Sormejean fueron las protagonistas de ese histórico y olvidado partido inicial.

Probablemente ellas sí pudieron imaginar entonces, dado que fueron las adelantadas en practicar ese deporte y tendrían por lo tanto la correspondiente afición y expectativas, que algún día habría campeonatos del mundo de fútbol femenino y que uno de ellos lo ganarían las que podrían ser sus bisnietas un siglo largo más tarde, a pesar de contar en la historia de ese siglo con dos dictaduras, la de los generales Primo de Rivera y Franco, que en este último caso arrumbó durante casi cuatro décadas a la mujer a ser esposa y madre, como reacción retrógrada al papel emancipador que jugó a favor de sus derechos como ciudadana la segunda República. 

Es de esperar que el fútbol femenino no emule en el porvenir el de los varones, siga su propio camino y haga su propia historia. De momento está comprobado que es mucho más limpio en el terreno de juego, menos histriónico, sin agarradas violentas ni duelos chulescos, con menos faltas, menos mocos y menos escupitajos que el masculino. Y también mucho más elocuente y solidario en el uso de la palabra: "Como sociedad no podemos permitir que haya abusos de poder en una relación laboral", dijo Aitana Bonmatí en referencia al "caso Rubiales" cuando recibió el premio a la mejor futbolista del mundo hace unas semanas. Haaland, el rubicundo futbolista noruego distinguido con el premio al mejor futbolista, se limitó a glosar su éxito personal con unas palabras tópicas. 

Centrándonos en España, la industria del fútbol (mayoritariamente masculino) genera al año más de quince mil millones de euros, representa el 1,37 por ciento del PIB, pero tengo el presentimiento de que la propia desmesura del negocio puede llegar a mermar la calidad del deporte como espectáculo hasta límites insospechados. Es en ese contexto en el que empieza a tener cierta repercusión pública y mediática el fútbol femenino, libre por ahora de competir con el de los hombres en tan pingües cuentas de negocio, con todos sus oscuros y a menudo corruptos intereses. En esto también es más limpio este deporte entre mujeres, al menos por ahora.

      DdA, XIX/5.503     

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