Félix Población
Pocas veces se tiene la oportunidad de leer una crítica literaria tan dura como la que Jordi Gracia publicó hace días en el suplemento Babelia del diario El País. Sobre todo si esa crítica se hace sobre la novela que resultó vencedora en el último Premio Planeta, el de mayor dotación económica en lengua española. En este caso, además, la autora del libro es una conocida presentadora de televisión, hija de un afamado periodista de larga trayectoria profesional desde finales de la dictadura.
Me estoy refiriendo a la novela Las hijas de la criada, de Sonsoles Ónega, sobre la que Jordi Gracia acertó de pleno al centrarse en su último párrafo en la responsabilidad que le cabe al prestigioso jurado, después de analizar literariamente la obra: "La popular presentadora Sonsoles Ónega -escribe- no tiene la menor responsabilidad en esta calamidad: ella habrá escrito lo mejor que ha sabido una novela, como ha escrito y publicado otras tantas. El problema sistémico es la dejación de funciones de los siete miembros del jurado y de la editorial, fraude tan masivo que vuelve a traicionar la confianza de una mayoría de españoles con ganas de leer historias entretenidas sin que naveguen necesariamente en la indigencia moral y literaria".
Pues bien, la más poderosa editorial en lengua española no ha tenido ningún reparo, después de la concesión de su premio a una novela que ha merecido esa crítica, en publicar la última novela de Luis Landero, un escritor al que personalmente aprecio, con la misma portada que diseñó en su día para el ensayo de Gregorio Morán El cura y los mandarines. Historia no oficial del bosque de los letrados, cuya publicación estaba prevista (2014) en editorial Crítica, perteneciente a Planeta.
Como pude leer, esta obra hace un balance de la cultura y la política en nuestro país desde 1962 y 1996, y en ella sale muy mal parado quien fuera presidente de la Real Academia de la Lengua, el excura Víctor García de la Concha, cuya presión a la editorial para que el libro no se publicase hizo que Planeta no lo hiciera, con el consiguiente revuelo cuando la editorial Akal sí lo hizo.
Ante la utilización ahora, según apunta Alfonso González Calero, del mismo diseño de portada que se preparó para el libro de Morán para otro de Luis Landero, recordando con ello lo que aquí comento, ¿es que no tiene un poco de dignidad Planeta para tratar de olvidar aquel suceso y respetar como sin duda merece al autor de Una historia ridícula (ed. Tusquets, perteneciente también al Grupo Planeta)? ¿Tan cicatera puede ser una editorial tan poderosa que prefiere ahorrarse un diseño de portada aunque sea recordando con ello una de sus mayores vergüenzas?
DdA, XIX/5.498
2 comentarios:
La falta de memoria es algo que vemos con normalidad, para nuestra desgracia.
Nunca fue tan imperativo y desconsiderado el presente.
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