miércoles, 8 de noviembre de 2023

ODIO Y CALABOBOS



Lourdes Prieto

‌Soy de una ciudad hermosa y dura, de antigua belleza y sutileza escasa. Una ciudad que sonríe poco y ve mucho la tele (tan vulgar, tan dañina). Una ciudad con un cielo turquesa y maravillosas piedras, talladas por auténticos orfebres, que desdeña la elegancia en el carácter, y también el estudio cuando hay que esforzarse. Una ciudad preciosa y universitaria que forma tanto como expulsa y ‌desalienta, y en la que, paradójicamente, el saber que prodiga en sus aulas se vuelve exteriormente tan escaso como rara es la fineza y son las lluvias. Tal vez por eso yo ignoro la diferencia entre el txirimiri, el orpín, la garúa, la guanina y el orbayu u orballo: a toda lluvia fina, esa que cae continúa, poco a poco, que poco a poco nos moja y penetra, la llamo calabobos.
‌Calabobos me parece también el griterío destemplado e incesante que, cada vez menos lento, nos está empapando. Calabobos, el odio con el que se nos está convirtiendo en personas malhumoradas y ácidas, con el que se nos está robando la bondad, la dulzura, la prudencia, la discreción, los afectos, la vida en paz, la esperanza y la generosa convivencia. Es decir, todo.

DdA, XIX/5.493

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