jueves, 19 de octubre de 2023

EL PASEO DE LA PLAYA DE GIJÓN UN DÍA MUY CONCURRIDO DE 1930



Félix Población

Lo tantas veces observado en las muchas fotografías antiguas de la playa de San Lorenzo de Gijón, se advierte también en esta de Joaquín García Cuesta que forma parte del archivo del Museo del Pueblo de Asturias. El arenal gijonés no era el lugar idóneo para tomar el sol que, según fuimos conociendo en las décadas siguientes, pasó a ser un objetivo de lo más primordial con un vestuario cada vez más reducido, fruto de la impotencia de la moral nacional-católica frente a las oleadas de turistas foráneos que accedían a nuestras costas. 

Por los años treinta (la foto es de 1930) no era aún moda generalizada la del bronceado, aunque ciertamente estuviera en sus inicios entre las clases más adineradas, que antes lo consideraban propio de la gente campesina y había que marcar las correspondencias diferencias de clase. Por las arenas de San Lorenzo era lo más habitual entonces el paseo de calle, calzado incluido, tal como se aprecia en esa abigarrada panorámica de transeúntes a pie de mar, tres años antes de que se inaugurase La Escalerona sobre el lugar en el que hasta 1924 estuvo el balneario de La Favorita, cuya terraza fue derribada por una galerna para dar acogida al  que para mucho es, con su sobrio e inconfundible estilo racionalista, uno de les edificios que han sobrevivido y mejor caracterizan a la villa en el último siglo.

La instantánea está hecha desde la esquina de la calle de Capua, donde también sobrevive empapado de mareas y temporales el edificio modernista de estructura trapezoidal que conforma el llamado Martillo de Capua, por haber desafiado varias veces al ensanche urbano previsto antes y después de la guerra.  A juzgar por el gentío, el fotógrafo debió querer dejar constancia de ello en una fecha festiva de especial relevancia para la ciudad. El número de vehículos a motor que hay estacionados en El Muro, a ambos lados de la calzada, quizá pudo haber sido motivo de cavilación  para que más de uno de nuestros abuelos echase a volar la imaginación y avizorase un porvenir tan congestionado de vehículos como el que hoy soportan las ciudades. ¿O quizá no se atrevieron a pensar que seríamos capaces de envenenar el aire a costa de movernos a más velocidad?

Llama la atención, a la derecha de la imagen, que el único vehículo a sangre que aparece en la fotografía sea el que parece hacer campaña publicitaria de un determinado producto, posiblemente -a juzgar por el envase de la botella gigante que aparece encima del carro- uno de aquellos vinos quinados que algunos llegamos a tomar en nuestra niñez, antes de la hora de comer, para incentivar tanto el apetito como nuestra fortaleza, algo de todo punto inadmisible en nuestros días pues marcas como Sansón, quina Santa Catalina o quina San Clemente, entre los que recuerdo, eran bebidas alcohólicas aunque se comerciaran como reconstituyentes y medicinales. "Es medicina y es golosina", se decía de quina Santa Catalina. Puede que hasta alguna vez mi madre me administrara un poco de uno de esos vinos con una yema de huevo batida para mayor efecto de sus supuestas cualidades. Incluso con el último de los citados se creó un personaje de dibujos, Kinito, para publicitar mejor el producto entre el público infantil.

Es igualmente constatable, en la instantánea de García Cuesta, que la zona de la playa menos frecuentada es la más alejada del centro de la ciudad, próxima al río Piles, y no por la distancia sino porque, como ahora, la arena seca y fina que no empapaban las mareas dificultaba el paseo con calzado. Esto sólo era posible por la arena húmeda y firme por donde discurre masivamente el vecindario gijonés y los visitantes que hubiesen acudido a la villa ese día. 

Viendo estas imágenes, como todas aquellas de Gijón durante ese tiempo, no me resisto a pensar que por entonces mi madre y mi padre eran unos adolescentes a los que les faltaban unos años para encontrarse en la romería de Granda, ella aún con calcetines blancos y él con su primer traje de lino, el año en que empezó el más trágico de los episodios de nuestra historia. Como a tantos otros jóvenes de aquella generación, la victoria de los sublevados les rompió durante demasiados años el episodio vital del que provengo y fue además determinante para el retardo histórico de los derechos y libertades de este país.

Siempre pensé, sin que nada ni nadie me lo hubiese apuntado o sugerido, tan sólo con la imagen de sus fotografías más juveniles, que mi padre no se repuso nunca de aquello. Creo que la persona a la que quise y recuerdo dejó de ser la que fue antes de la guerra, donde además de las heridas físicas debió también resentirse la naturaleza de su personalidad optimista y jovial. Me parece que nunca logró acomodarse "al paso alegre" de aquella paz tan llena de represalias y silencio que le separó de su novia demasiados años después de conocerse.

     DdA, XIX/5.473     

2 comentarios:

JOSÉ IGNACIO dijo...

Para que luego se diga que la masificación del arenal es cosa de ahora...

Félix Población dijo...

Masas siempre hubo, pero ahora no se rebelan.

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