Ana Gaitero
Dice Ángeles Caso, escritora e
historiadora que co-pregonará la Feria del Libro de León, que «la mirada hacia
el pasado ha sido puramente patriarcal y debemos superarlo». Debemos, sí.
Porque la historia no se puede entender ya sin las mujeres y también porque esa
mirada se nos cuela en el presente de forma cotidianamente brutal. Una mirada
que nos impide ver el mundo de forma completa y que a menudo observa con
resentimiento que las mujeres ocupen espacios que, salvo excepciones, han sido
patrimonio exclusivo masculino con la incuestionable cuota del 100% las mujeres
tuvieron prohibido subirse a los escenarios aún en el siglo XVI en el Londres
de Shakespeare y en España no pudieron entrar en la universidad, sin permiso,
hasta 1910.
Se me vienen estas cosas a la cabeza al
hilo de una ausencia pertinaz en la Feria del Libro de León. La escritora Elena
Santiago, que falleció en 2021 poco antes de cumplir los 82 años, no ha
merecido aún un homenaje en la capital leonesa. Ni un recuerdo en esa feria que
un año más se extenderá sobre la avenida Ordoño II —dicen que a los libreros
les gusta y les va bien; a mí me gustan más las plazas públicas que nos han
arrebatado cenadores de arquitectura efímera y demás terrazas—. Tal vez porque
las ferias son del mundo de los vivos.
Elena Santiago nació en Veguellina de
Órbigo en 1941. Los años de su infancia y la posguerra en este pueblo que olía
a melaza y azúcar en los tiempos del hambre están muy presentes en su obra. Por
sus calles vagan los Ángeles oscuros y de los relatos orales
que escuchó cuando los mayores creían que las criaturas no se enteraban salió
su novela Veva, en la que la Guerra de España ofrece una singular
mirada de mujer, muy cercana, con su particular estilo sublime, a la que
Josefina Aldecoa presenta en Mujeres de Negro.
Elena Santiago es una escritora tan
leonesa como los escritores que hicieron carrera en Madrid o lograron despegar
al éxito desde la patria chica, como el centenario Antonio Pereira. Pertenece a
esa fértil generación de las letras leonesas, pero nunca fue incluida en los
cenáculos. Puede que ella misma huyera de esos círculos. O que los cuidados a
que se entregó cuando murió su marido le hicieron perder el tren. O que vivía
en Valladolid.
Elena Santiago quería ser «pájaro o ángel», pero acabó siendo escritora. Y reconocida. Hace 50 años fue premio Ciudad de León y hasta que en 2002 recibió el Castilla y León de las Letras no dejó de recibir galardones. Currículum y obra tiene de sobra para traerla a la memoria y desempolvar su obra. Dedicarle una calle tampoco estaría de más. Para que deje de ser invisible. Y cuente como otros.
Diario de León DdA, XIX/5.341
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