viernes, 12 de mayo de 2023

ELECCIONES 1: NO PIENSES, VÓTAME


Alejandro Álvarez

Votar es transferir poder a los elegidos para el gobierno de nuestro ayuntamiento, nuestra comunidad, nuestro país. Es un acto importante pues seremos responsables, en alguna medida, de lo que esos "gobernantes" hagan con el poder que les damos. Es un modelo de democracia (podría ser otro), la representativa, en la que una vez que votamos ya casi no conservamos ningún poder pues lo "entregamos" a quienes nos van a representar. Por ello conviene sopesar, calibrar, valorar bien qué opción política, sobre todo política, escogemos, es decir, qué propuestas queremos que se pongan en marcha, qué modelo de ciudad, de sociedad y de vida preferimos que se defiendan en esa institución para la que vamos a votar.
Pero cada vez se habla menos de propuestas políticas, dirigidas a ciudadanas y ciudadanos dotados de razón y capacidad crítica. Cada vez más, buena parte de las y los candidatos (con el apoyo incondicional de los grandes medios) dirigen los mensajes hacia el plano emocional, irracional, visceral, donde es fácil manipular nuestras decisiones. Los grandes poderes económicos y los que sirven a sus intereses saben que gobernar (desde un municipio hasta un estado o el mundo) es decidir entre diversas opciones relacionadas con intereses contrapuestos. Tomar decisiones que favorecen a una minoría en contra de la mayoría exigen manipular a esa mayoría para que no vea, no piense, no perciba con claridad ese juego de intereses. Orillar los asuntos que van a ser claves en la configuración de la ciudad, la sociedad o el país (y el mundo), sustituyéndolos por otros inexistentes (ETA) o intrascendentes (tomar cañas); esconder los intereses que se van a defender, tapándolos con velos emocionales que excitan nuestros sesgos y nos conducen a una toma irracional y visceral de la decisión; manipular la realidad para que no tengamos una visión clara sobre lo que está en juego y mucho menos sobre lo que nos conviene. En definitiva, lograr que nuestra decisión no esté dirigida por el análisis racional sosegado, crítico y político sino que se vea arrastrada por las emociones (odios, inquinas, querencias sin medida,...), es decir, sin pensamiento. Eso es lo que explica la proliferación de ruido, de referencias dirigidas a excitar nuestros más bajos instintos, de propuestas chuscas que poco tienen que ver con el modelo de ciudad, de región, de país, de mundo o de vida que queremos. Pensar, en este marco dominado por la manipulación, no es tarea sencilla pero es un acto de afirmación, de libertad y de dignidad personales que se convierte en imprescindible para mantener en pie nuestro ser político, en alto nuestra conciencia crítica y viva una mínima apariencia de democracia.

DdA, XIX/5.349

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