CON SARAMAGO, MÁS QUE CLAVELES...POR LA REPÚBLICA FEDERAL IBÉRICA

Para que las cosas existan son necesarias dos condiciones, que el hombre las vea y que les ponga nombre.»

José de Sousa SARAMAGO (Azinhaga, Golegã, Santarém, Portugal, 16 de noviembre de 1922- Tías, Lanzarote, Canarias, España, 18 de junio de 2010): La balsa de piedra, 1999 (A jangada de pedra, 1986).

José Ignacio Fernández de Castro

Para José Saramago escribir, también ficción, era (¡cómo duele este pasado!) siempre un acto político… Es más, si la literatura no se configura como un acto político podríamos decir que, para él, deja de ser literatura. Así que, cuando en 1986 publicara A jangada de pedra reflexionando, como siempre en realidad, sobre la condición humana sometida a situaciones límite, la alegoría que preside la historia, el desmembramiento de la península ibérica de Europa para deambular a la deriva, no es gratuito. Porque esa “entidad ibérica”, cartesianamente clara y distinta por mucho que pueda navegar desorientada (como sus propios moradores), prefigura casi líricamente el ideal iberista al que el Premio Nobel se adscribirá explícitamente más tarde en cuantas entrevistas le dieron ocasión de manifestarlo… Sobre todo en una muy significativa, por lo incitante y sugerente de sus mensajes, y por lo extensa, cuatro páginas, concedida en 2007 a João Silva para el Diário Noticias, cuyo espíritu recogería Miguel Mora en un artículo en la sección de Internacional de El País: Un nuevo país, Iberia, fusionaría a Portugal como comunidad autónoma en condiciones similares a las de Catalunya, Galicia o Euskadi, con España…

Un ideal que pasaría a ser militancia convencida, más allá de un bello juego de quimeras, en un neoiberismo con marco propicio para relajar, incluso diluir, las tensiones nacionalistas peninsulares atomizadoras… Y así aparecía la Fundación Ibérica José Saramago, con sedes en Lisboa, Azinhaga (su pueblo natal), Tías (su lugar de residencia en Lanzarote durante sus dos décadas postreras) y Castril (el pueblo natal de Pilar del Río, su definitiva compañera y presidenta vitalicia.

Un impulso político, claro, que sólo puede cobrar verdadero sentido, como señala el del hispanista Irlandés Ian Gibson[1], bajo la forma de república federal (o confederal) capaz de integrar la diversidad de sus partes desde el (re)conocimiento de su historia y tradiciones propias en beneficio de los vínculos significativos: unidad para el bien común frente al egoísmo particularista de tantas pulsiones conservadoras…. Y es que, hasta desde el punto de vista meramente pragmático y mercantilista[2], el proyecto iberista se muestra como la ocasión para contrarrestar, en la UE, el poder de decisión de Alemania y Francia al hacer valer su peso relativo y el aval de sus lazos históricos y lingüísticos con Latinoamérica y África[3].

Pero, en fin, lo que brinda el iberismo, más allá de oportunidades comerciales, es una ocasión para el asentamiento de un Estado de bienestar de matriz nórdica en el Mediterráneo que pueda contribuir al reequilibrio geoestratégico para una nueva equidad distributiva intraterritorial y global, potenciando el desarrollo del mundo empobrecido a través de una comunidad ibérica internacional más desarrollada y democrática capaz de dar respuesta a los retos del presente, como la sostenibilidad medioambiental, los desajustes demográficos, la inflación galopante, el desempleo juvenil o las crisis sanitarias.

El proyecto de Iberia, los Estados Unidos de Iberia o la República Federal (o Confederal) Ibérica, en cualquier caso, encuentra hoy sombras y recelos que torna en muro de incomunicación  los apenas mil doscientos kilómetros de frontera compartidos, pero la propia historia compartida, las convergencias  culturales y las necesidades económicos debieran bastar para articular puentes estratégicos de acercamiento, como esa plataforma política con el lema “juntos somos más fuertes”, liderada por el Partido Ibérico (Íber) en España y el Movimento Partído Ibérico (mPI) de Portugal;  las diversas organizaciones iberistas​ que intentan desarrollar  las relaciones  y fortalecer los vínculos entre países, como la Sociedad Iberista, ​la Plataforma Civil Ibérica, el partido político “Movimiento Ibernexus”...

Somos muchos, en fin, los que vemos el proyecto iberista como hogar propicio y oportunidad histórica… Y su proyección político-administrativa tiene nombre. Luego, Saramago dixit, la República Federal Ibérica, más allá de los claveles que acabamos de conmemorar, no es ya mera utopía.

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[1] Véase Hacia la República Federal Ibérica (2021).

[2] Como la propuesta de una suerte de Iberolux» del alcalde de Oporto, Rui Moreira, empresario que accedió al cargo comocomo candidato independiente del democristiano Centro Dmocrático Social-Partido Popular (CDS/PP).

[3] En 2021, 591 millones de personas en todo el mundo hablan español, el 7,5 % de la población mundial a los que hay que sumar los 223 millones de personas de la comunidad de países de habla portuguesa.

     DdA, XIX/5.440